Su mujer lo anima y Manuel, con el aspecto trist�n y resignado de un parado de larga duraci�n, baja al bar de la esquina, donde los vecinos celebran el beso de la suerte, el abrazo de la buena fortuna. �l no ha comprado loter�a este a�o, que no est� el horno para bollos, pero en el bar de Antonio le espera una sorpresa. M�s sensiblero y lacrim�geno que nunca, el anuncio de la Loter�a de este a�o ha acertado al elegir escenario. El bar del barrio es el segundo hogar de los espa�olitos de a pie, Vespa� o utilitario. De hecho el homo sapiens hispanicus se divide en tres subespecies. El voyalbar, el vadebares y el cierrabares. La primera es de tipo sedentario, integrada en su mayor parte por hombres mayores de cincuenta a�os. Parroquianos fieles al local de ocio m�s pr�ximo a su vivienda, al que huyen cuando la parienta se pone pesada o recibe visitas molestas. El voyalbar tiene su mesa o su taburete preferido y pone mala cara cuando un intruso se lo pilla. No tiene ni que hacer el pedido porque el due�o conoce sus gustos mejor que �l mismo. Rodeado del acogedor runr�n de las conversaciones, pasa las horas muertas de charla, partida o partido en la tele.
El vadebares es una subespecie de tipo n�mada y de menor edad media, de car�cter inquieto y aventurero. Tambi�n gregaria. En grupos m�s o menos numerosos, cubre una ruta prefijada de pesebre en pesebre y de bebedero en bebedero, hasta que el cuerpo aguante.
El cierrabares, t�rmino patentado por Jos� Mota y su �lter ego,� el T�o de la Vara, es una minor�a pat�tica y noct�mbula que se resiste a abandonar la c�lida atm�sfera del bar de turno. Pegado con S�per Glue a la barra o a la mesa, manifiesta dos tipos de conductas b�sicas y opuestas. O bien canta y grita en plan follonero o le da cogorza triste y le llora al personal con sus cuitas reales e imaginarias.
En Espa�a hay un bar por cada 150 o 170 habitantes. Si fueran b�nkers nucleares �gran parte de los espa�oles podr�amos sobrevivir al holocausto final. Aunque sus paredes no sean de hormig�n reforzado, como negocio el bar de barrio es uno de los m�s resistentes. Excepto algunos inevitables cierres, �ha campeado bastante bien la crisis o ha sido traspasado al chino de turno, que toma el relevo camuflado en la t�pica decoraci�n.
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Prohibido el silencio
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La decoraci�n. Un elemento clave que diferencia e identifica al aut�ntico bar espa�ol de toda la vida, establecimiento m�s cercano a la taberna o tasca de origen romano que al pub de dise�o o la cafeter�a pija. Un espacio con sabor, olor y sonido propio. Con carteles manuscritos que advierten: Reservado el derecho de admisi�n. No escupir en el suelo y No se admiten perros. El suelo alfombrado de crujientes c�scaras de cacahuete, boller�a rancia y condumios grasientos tras una mugrienta mampara de cristal. Esos lugares forman una red de asistencia terap�utica espont�nea, donde por lo que cuesta una caf� o una ca�a, la gente va a desahogar su penas a expresar la alegr�a por una buena noticia, a poner verdes a los vecinos y a echar pestes del gobierno o de ese odiado �rbitro o entrenador de f�tbol.
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Menos el silencio todos est�n invitados. El bar espa�ol que se precie de serlo tiene la entrada prohibida a ese se�or tan l�gubre y estirado. Incluso vac�o de clientes tiene que o�rse algo. La tele o la radio a toda pastilla, el molinillo de caf�,� el chasquido de los platos y vasos o la m�quina del mill�n que emite extra�os ruiditos. Por estos pagos, un bar silencioso es un bar muerto. �Vivan los decibelios!
Raros y curiosos
El bar Pocho de Cullera est� incluido en el top ten de los bares m�s raros del mundo, y los hay bien raritos con ambientaci�n de ata�des, de hobbits interpretados por enanos aut�nticos, en la copa de un �rbol, entre tractores, bajo el mar y todos los destarifos posibles.
En el de Cullera, que no s� si todav�a funciona, el cliente tiene derecho a insultar al camarero con todos los desagradables ep�tetos que su vocabulario le permita. Es la famosa terapia insultante. Uno nuevo que acaba de abrir en el centro hist�rico de Valencia ofrece men�s para perros a dos euros. Ahora s�lo falta el bar Miau, tambi�n al estilo japon�s, animado con la presencia peque�os felinos. Caf� con pulgas.