Esquerra Republicana, partido que desde su fundación en 1931 ha participado en todas las conspiraciones, tramas y golpes contra la democracia española y el bienestar de Cataluña, ha confirmado en sus primarias que vive atrapada entre dos mesianismos posmodernos que la llevan de la mano a un estado de crónica irrelevancia.
El principal mesianismo del que ERC permanece cautiva es el del beato Junqueras, un ultra nacionalista de sacristía y calçotada por mucho que lo blanquee en demócrata progresista el petimetre Bolaños, y, sobre todo, un embaucador patológico: en 2017 Junqueras engañó al president Puigdemont, asegurándole que tenía listas las estructuras de Estado para activarlas al segundo de declarar la independencia, cuando la realidad es que nada había hecho ni preparado desde el departamento de Economía..
Al mismo tiempo, Junqueras estuvo tomando el pelo a Sáenz de Santamaría -«este sí es de fiar, no Puigdemont» decía la enviada de urgencia por el presidente Rajoy a solucionar la carpeta catalana-, garantizándole en repetidas reuniones de que no se iba a celebrar el referéndum ilegal del 1-O. Y por último, Junqueras mintió a los votantes de ERC y al independentismo en general afirmando que no les temblaría el pulso llegado el momento clave para la secesión de Cataluña,. Una voluntad de lucha y resistencia que se diluyó en ratafía con la simple y burocrática aplicación del artículo 155 de la Constitución.
Ninguno de estos incumplimientos de sus compromisos y promesas, siete años después, han sido motivo de reproche y castigo por parte de una militancia de ERC que le ha votado de forma masiva, como tampoco ha sido razón de censura que la estrategia decidida por Junqueras -y que los ahora llamados críticos, dirigidos por la fugada llorica Rovira, defendían mantener igual si ganan ellos- de colocar al partido en el servil papel de muleta de un segundo mesianismo: el del Pedro Sánchez.
Todo ello con nefastos resultados electorales para los republicanos: en las elecciones catalanas ERC ha pasado de tener el 21,4% de los votos en 2017 a 13.7% en 2024 ; mientras que en los comicios generales la decadencia es igual de aguda: si en 2019 ERC obtuvo el 24,6% de los votos y en 2023 consiguió apenas el 13,2% .
Este hundimiento, que repite algunos esquemas de la crisis que sufrió ERC tras los nefastos gobiernos tripartitos de Maragall y Montilla, se debe al fallido intento de constituir tras el procés una suerte de «independentismo social» que reuniera bajo las siglas de ERC a todas las sensibilidades de la izquierda soberanista catalana.
No obstante, lejos de ampliar la base del partido como se propuso Junqueras, se empequeñeció. Los votantes de ERC más de izquierdas se han ido hacia un PSC que con Illa en la Generalitat lleva a la práctica a agenda republicana -endureciendo la inmersión lingüística- y los más nacionalistas prefieren votar a Junts o la CUP.
La victoria de Junqueras, pues, significa un aval a la alianza con Sánchez y la probable entrada republicana en el Gobierno de Illa y el Ayuntamiento de Barcelona, renunciando a aquel objetivo sagrado de la independencia, a cambio de buenos cargos y sueldos públicos para la cúpula de un partido menguante.