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España afronta el reto de evitar otra riada mortal: "Reconstruir las zonas afectadas como estaban antes es lo peor que podemos hacer"

Un Pacto de Estado del Agua, trasladar viviendas, hacer obras hidráulicas, combatir la corrupción urbanística y mejores sistemas de alerta son algunas de las medidas que más de una decena de expertos consultados por EL MUNDO reclaman para proteger a la población de las inundaciones

El impresionante antes y el después de Valencia tras el paso de la DANA hace justo un mesEFE
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La devastadora DANA de Valencia ha evidenciado lo vulnerable que es la población española a las lluvias torrenciales. Un fenómeno que superó las previsiones más altas de los mapas de probabilidad, alcanzando máximos de hasta 771 litros por metro cuadrado en 24 horas. Y a la vez un fenómeno que, según el consenso de los científicos del clima, será cada vez más frecuente e intenso, sobre todo en la región mediterránea. ¿Marcará un antes y un después?

Más de una decena de expertos consultados por este diario creen que queda mucho por hacer. Pero también, que la riada que devastó amplias zonas de Valencia hace un mes puede ser una oportunidad para que políticos y ciudadanos se tomen en serio de una vez por todas esta amenaza. «La hemos ido ignorando a medida que hemos ido invadiendo los espacios inundables de los ríos», dice el biólogo Tony Herrera, presidente del Centro Ibérico de Restauración Fluvial.

Para evitar otra catástrofe, consideran que habría que adoptar tres tipos de medidas. Por un lado, actuaciones que eviten que se inunden viviendas e infraestructuras. Por otro, contar con sistemas eficaces de predicción meteorológica y de alerta temprana que permitan avisar con la máxima antelación cada vez que haya riesgo. Y, finalmente, como demostró lo ocurrido durante las inundaciones de Málaga del 13 de noviembre, hay que concienciar a la sociedad del peligro y que sepan cómo actuar.

Pero sobre todo, reclama Fernando Ruiz, vocal de la Junta de Gobierno del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, es necesario el consenso. «Hace falta lograr un Pacto de Estado sobre el Agua que concite a todos los partidos políticos, administraciones y técnicos», dice. «La gestión del agua es con seguridad uno de los grandes retos que debemos resolver en la actualidad».

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En ese sentido, Jesús Contreras, vocal de la Asociación de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y de la Ingeniería Civil, critica que los políticos en España hayan tomado el tema del agua como «una especie de bandera arrojadiza». «Sólo nos acordamos del riesgo de inundaciones cuando ocurren tragedias», dice. «Además, quien dirige la planificación hidráulica en nuestro país no son, en muchos casos, los ingenieros, sino licenciados en otras disciplinas como química o ciencias ambientales».

1. PLANIFICACIÓN URBANA

Para Carlos Arteaga, geógrafo de la Universidad Autónoma de Madrid, la prioridad debe ser planificar el territorio pensando en el futuro, que es lo contrario que se ha hecho en los últimos 40 años: «No todos los daños son por el cambio climático sino por la mala planificación», afirma. «En Valencia llovió mucho pero casi todo lo que hay alrededor del barranco del Poyo es un espacio que se ha desbordado en más de una ocasión. Si tienes urbanizaciones o pones un polígono en lo que llamamos llanura de inundación, no estás respetando el espacio que necesita el río para evacuar el agua cuando hay estas avenidas tan extraordinarias. Los políticos no quieren entenderlo aunque los científicos llevamos denunciando hace tiempo. Y si esto ocurriría incluso sin cambio climático, imagina ahora con él».

Por ello, en el primer capítulo de actuaciones, los expertos proponen mejorar la planificación urbana, no construir en zonas inundables y ejecutar obras hidráulicas y actuaciones en las cuencas de los ríos. «El punto de partida es que aproximadamente un 10% de las construcciones en España están en zonas inundables», señala Isabelle Anguelovski, investigadora del Instituto de Ciencia y Tecnología ambientales (ICTA-UAB). «En Valencia lo estaba el 30% de las viviendas afectadas por la DANA. Pero no sufre daños sólo el lugar donde ha habido lluvias torrenciales, sino también a kilómetros de distancia. Y muchas de las viviendas afectadas fueron construidas durante el boom del ladrillo de principios de siglo».

Esta experta en planificación urbana y en resiliencia climática considera que hasta 2007 no ha habido muchos planes o reglamentos en los que el riesgo de inundación fuera un criterio para otorgar o no permiso de construcción. «Ahora se están haciendo las cosas mejor», asegura Anguelovski, quien menciona la Directiva 2007/60/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, relativa a la evaluación y gestión de los riesgos de inundación (transpuesta al ordenamiento jurídico español a través del Real Decreto 903/2010, de 9 de julio, de evaluación y gestión de riesgos de inundación), y la Ley del Suelo de 2008, que obliga a que cada Plan de Ordenación Urbana se revise cada 12 años, y prohíbe edificar en las zonas de mayor riesgo de inundación, aunque con excepciones.

«La legislación existe, pero con la corrupción que ha habido en España a nivel local se han otorgado permisos para construir en zonas inundables», denuncia esta experta. «Y ahora, con la urgencia de la reconstrucción, el monitoreo de la contratación pública es menos transparente y entraña el riesgo de que la reconstrucción se haga rápido y mal».

Annelies Broekman, investigadora del grupo de agua y cambio global del CREAF, en Barcelona, coincide en este peligro. «Reconstruir las localidades afectadas como estaban antes es lo peor que podemos hacer», afirma. «Es tirar el dinero y seguir exponiendo a las personas a un peligro que es mayor de lo que imaginaban».

Lo primero, según Broekman es analizar el impacto de la inundación, y ver por dónde ha ido el agua para actualizar los mapas de riesgo. «Hay que reconstruir a partir del nuevo mapa, no del anterior, y donde sea prudente. Es absurdo volver a hacer casas e infraestructuras en las zonas inundables. Y si un puente quedó obstruido, hay que cambiar el modelo de puente.

2. obras hidráulicas

«Cuando se ha consentido que los planes urbanísticos se metan en la zona del dominio público hidráulico, una de dos: o los expropias y los quitas, o por lo menos intentas evitar catástrofes como la de esta DANA. No había infraestructura para evitarla, pese a que estaban previstas», señala Jesús Contreras. El representante de los ingenieros españoles pide que se dedique el dinero que haga falta a hacer las infraestructuras de defensa necesarias para garantizar la seguridad.

«La única manera de controlar los barrancos es con presas de laminación, encauzamientos y limpieza de cauces», afirma. «También hay pendientes por hacer obras de reparación de los aliviaderos de las presas de Arenós y María Cristina, en la Comunidad Valenciana, que son de máxima importancia y están empantanadas por cuestiones económicas».

Barranco del Poyo a su paso por Paiporta tras la DANA.
Barranco del Poyo a su paso por Paiporta tras la DANA.CARLOS GARCÍA POZO

Coincide su colega Fernando Ruiz en que para evitar o minimizar estas catástrofes habría que construir las infraestructuras hidráulicas que ya están previstas en los Planes de Defensas de las cuencas hidrográficas y en los barrancos. «Son obras de laminación de avenidas, que pueden ser presas o balsas de laminación», afirma. Ruiz considera que «la primera y principal solución es no localizar viviendas, centros comerciales, polígonos industriales o logísticos y negocios en las zonas inundables». Sin embargo, una vez que ya hay edificios, «lo más adecuado es realizar infraestructuras de adaptación que los proteja». En determinadas circunstancias, explica, se pueden tomar otras medidas: «Por ejemplo, construir edificaciones elevadas sobre pilotes, de igual manera que se hace con infraestructuras de comunicación, así como disponer de tanques de tormentas para minimizar los daños que producen las inundaciones en la red de alcantarillado y en las depuradoras».

Según advierte el geólogo José María Bodoque, investigador en evaluación del riesgo por inundación de la Universidad de Castilla-La Mancha, ahora ha ocurrido en Levante, pero en España hay centenares de núcleos urbanos atravesados por cauces que normalmente no llevan agua. «Yo recomiendo adaptar los edificios mediante barreras de contención y compuertas anti inundación, o mediante la elevación de la cota de acceso a la primera planta».

Más tajante se muestra el químico e ingeniero técnico industrial Daniel Herrero Marín, autor de El podcast del agua: «Hay que respetar las zonas inundables, prohibir ocuparlas e incluirlas en los planes de ordenación, es de primero de alcalde. Y lo que ya está en zonas inundables reubicarlo. También hay que recuperar los sistemas de drenaje natural que han sido invadidos por la agricultura intensiva, las carreteras y los polígonos».

Tony Herrera, presidente del Centro Ibérico de Restauración Fluvial, admite que hay zonas de Valencia afectadas en las que actualmente es implanteable quitar todo un polígono: «En el futuro seguramente tendrá que ser, porque si nos gastamos una millonada en reconstruir todo y, no dentro de 50 años, sino dentro de cinco o de seis, nos viene otro desastre, económicamente va a ser inviable mantenerlo».

Sin embargo, sí defiende que «allí donde sea viable se trasladen las viviendas». Pone como ejemplo Onteniente, un municipio valenciano donde se expropiaron casas ubicadas junto al río Clariano para hacer un parque fluvial. «A los vecinos les ha costado entenderlo y marcharse, pero ahora lo han entendido», sostiene. «Había un riesgo importante y es mejor irse voluntariamente, que te compensen, que arriesgar tu vida. Al final se ha recuperado un espacio que era inundable para el río, y cuando venga la crecida, no hará daño».

En el caso de las personas afectadas por esta DANA, Isabelle Anguelovski considera que determinar si se reconstruyen sus viviendas o se trasladan es una cuestión ética y social: «En otros países se han hecho compras y expropiaciones, pero en el caso de Valencia hay muchas personas trabajadoras que todavía tienen hipoteca. Aunque les compres la casa o les des una compensación no todos tienen medios para irse a otro lugar. Y luego está el tema de qué haces con la zona abandonada. En Nueva York, tras el paso del huracán Sandy en 2012, se construyeron parkings y se convirtieron en zonas con problemas de seguridad que sufren las personas que quedaron atrás y no pudieron salir».

3. cuidado de los ríos

Valencia no es un caso único: se estima que el 15% de las viviendas en Cataluña están en zona inundable. «Ha sido una costumbre invadir la riera, y todo el territorio español tiene zonas así, eran terrenos donde se ha construido, en muchas ocasiones, vivienda social», señala Annelies Broekman, que menciona como ejemplo la zona del Maresme, en Cataluña. «La línea ferroviaria R2 Nord, que va desde Barcelona al norte, se inunda cada dos por tres cada vez que hay lluvias torrenciales».

Según Broekman, no podemos seguir con la «ingeniería de hormigón del pasado», porque «está basada en unas condiciones de estabilidad del paisaje y del clima que ya no hay». Por eso, propone cambiar el concepto, y optar por modelos de ingeniería más flexibles que entiendan cómo funciona el río. «Que utilicen el cemento sólo donde hace falta, y las obras que hagan falta, como movimientos de tierra para generar zonas donde el agua pueda laminarse», señala. «Por ejemplo, dentro del conjunto de la cuenca necesitamos paisajes que retengan el agua, y que ralenticen el flujo del agua cuando hay lluvias torrenciales. Antes se pensaba en retenerla en presas y canalizarla al mar; hoy en día se considera mejor que las lluvias torrenciales se infiltren en el subsuelo, porque los acuíferos nos dan agua en sequía».

Como ejemplo, menciona el proyecto Life Ebro Resilient, que está naturalizando y cambiando usos del suelo en los meandros para proteger las ciudades cuando hay una inundación. La vegetación, en concreto los bosques de ribera, explica el ingeniero Ferran Dalmau, director técnico de la empresa de soluciones ambientales Medi XXI GSA, es una aliada para reducir la velocidad de las avenidas de agua. «Los bosques de ribera han desarrollado una serie de adaptaciones evolutivas -raíces profundas, tolerancia a la falta de oxígeno, crecimiento rápido tras las riadas y flexibilidad- que los hacen muy adecuados para zonas como la Comunidad Valenciana».

Vecinos de Paiporta limpiando barro de las calles.
Vecinos de Paiporta limpiando barro de las calles.CARLOS GARCÍA POZO

Para Tony Herrera, uno de los problemas es que muchas veces se prevén escolleras o canalizaciones con idea de defender zonas de casco urbano o polígonos, pero se suelen hacer en un punto concreto. «Siempre que evites que el agua inunde en una zona, el problema lo mandas a otro sitio porque el agua va a ser la misma».

Se trata, de lograr un equilibrio, y procurar recuperar espacios urbanos para disminuir el riesgo de inundación y favorecer los procesos naturales del río: «Cada cierto número de años se llena la llanura de inundación, y eso facilita que se carguen los acuíferos que necesitamos para beber y regar, además de muchos procesos ecológicos necesarios. Por ejemplo, el arrastre de sedimentos durante una inundación supone la regeneración natural de las arenas de las playas», explica.

Asimismo, Carlos Arteaga considera que «hay un abandono de los ríos», y defiende que se haga una limpieza de los cauces adecuada, adaptándola a las condiciones particulares de cada tramo porque cada río tiene su carácter. «Si tienes una población por la que pasa un río, tienes una responsabilidad tremenda», afirma.

No puedes tratarlo como si fuera espacio natural de la misma forma que no metes un lobo en una ciudad. Pero limpiar un cauce no da votos, lo da un paseo bonito junto al río, y es algo aplicable a todos los partidos políticos».

4. ciudades resistentes

Otro capítulo es la adaptación de las ciudades para que sean más resilientes a las inundaciones. Isabelle Anguelovski distingue entre resiliencia gris y resiliencia verde: «Un ingeniero te hablará de diques o de evacuación de agua, pero también tenemos soluciones basadas en la naturaleza, infraestructuras verdes como los parques inundables, pavimentos permeables, corredores verdes, soluciones que crean un efecto tapón que absorbe el agua y que permiten convivir con ella. Por ejemplo, en Nueva Orleans se puso en marcha tras el huracán Katrina un plan para transformar la ciudad en una esponja, en vez de tener solo el apoyo de los diques».

Sin embargo, advierte que cuando se construyen este tipo de edificios basados en la naturaleza hay una alta probabilidad de especulación inmobiliaria, o de que se acentúen las diferencias sociales. También menciona Copenhague como ejemplo de un lugar donde exitosamente se implantaron soluciones basadas en la naturaleza tras las graves inundaciones de 2011, como Hans Tavsen's Park y Korsgade, en el barrio obrero y migrante de Nørrebro. Se trata de espacios que se han convertido en zonas recreativas al mismo tiempo que absorben agua de lluvias. «Pero los barrios más resilientes se pueden convertir en focos de gentrificación».

Para estar preparados para cuando llegue otra DANA destructiva, Ferran Dalmau subraya la importancia de estar listos a nivel municipal. De los 542 municipios valencianos, solo 37 no tienen riesgo de inundación, mientras que existen 102 con nivel alto de inundación, 125 con nivel medio y 278 con bajo. Su empresa da formación a las localidades de la Comunidad Valenciana para tener planes de actuación municipal que permitan movilizar rápidamente los recursos necesarios y actuar ante una emergencia.

«Se forma al equipo municipal, a la policía y normalmente pedimos que se queden los políticos porque son los directores del plan. Algunos se quedan y otros no», reconoce Dalmau, que pide también que se actualicen por protocolo todos los directorios telefónicos de las corporaciones municipales cada vez que hay elecciones. Así se evitarían situaciones tan graves como la que se dio el 29 de octubre, cuando Emergencias de la Generalitat llamó a la ex alcaldesa de Algemesí porque no tenía actualizada la lista de ediles.

5. sistemas de alerta

Otra enseñanza evidente de la DANA ha sido que necesitamos sistemas de alerta que funcionen. Para empezar, el ingeniero Daniel Herrero reclama que se abra paso a lo que denomina el Agua Digital: «Todas las confederaciones hidrográficas tienen que mejorar los sistemas de información hidrológica, integrar algoritmos e inteligencia artificial, como en el caso del Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH) del Ebro».

El geólogo José María Bodoque cree sin embargo que hay que centrarse en mejorar los sistemas de alerta meteorológica: «Las Confederaciones Hidrográficas no sirven porque no da tiempo cuando hay subidas relámpago y tienes una o dos horas. La que funciona es la previsión meteorológica y, en esta DANA, funcionó porque dio la alerta roja». En ese sentido, Carlos Arteaga, considera que la Agencia Española de Meteorología (Aemet) sí hizo un buen trabajo: «Habría que apoyarles con más estaciones meteorológicas, radares y financiación».

Actualmente se está modernizando la red de radares de Aemet para hacer un mejor seguimiento de los sistemas tormentosos. «Se van a instalar cuatro nuevos radares y 400 nuevas estaciones meteorológicas para monitorizar la atmósfera en tiempo real», detalla Rubén del Campo, portavoz de Aemet, un organismo que contará también con la tercera generación de satélites de Meteosat que se están poniendo en marcha: «Permitirá una mejor observación de la atmósfera, que redundará en una vigilancia más efectiva y, también, en más y mejores datos para alimentar los modelos de predicción».

Dalmau cree que ya tenemos sistemas de alerta temprana, el problema es que no se usan adecuadamente. «Contamos con pluviómetros y estaciones de aforo pero yo echo de menos una mayor en muchas cuencas secundarias», sugiere. «Hay que mejorar la resolución espacial de esa red, y hay que mejorar esos sensores poniendo cámaras».

Este ingeniero propone emular a países como Japón en sus actuaciones ante riesgos sísmicos, adaptándolo a los riesgos que tenemos nosotros: sobre todo, inundaciones e incendios. Propone que se emitan señales acústicas de alarma que vayan de la mano de avisos a los móviles, con mensajes predeterminados para no perder tiempo. «Además, hay que formar a todo el mundo, ciudadanos y políticos, para que sepan cómo actuar», insiste. «Tienes que tener previsto también una conexión a satélites por si fallan las antenas de telefonía o cae el suministro eléctrico».

Antonio Atarés Huerta, director técnico en Integración Digital Ingeniería, una empresa valenciana dedicada a sistemas de alerta para personas mayores y dependientes, afirma que estamos rodeados de cosas que «aparentemente funcionan bien pero no es así» y menos en situaciones extremas. «No se puede pretender que un sistema de alerta funcione bien sin haberlo puesto en marcha y explicado a los usuarios las veces que haga falta», critica. «No entiendo tampoco que se mande al móvil un mensaje, que lo tengas que leer y entender, y luego desaparezca, sin opción de volver a leerlo o ampliar la información. Y en el caso de personas mayores o dependientes, no pueden estar pendientes de un mensaje de móvil, no es operativo, es un problema generacional», advierte.

En la misma línea, José María Bodoque propone crear lo que denomina índices de vulnerabilidad holísticos: «Mucha gente que murió era mayor de 70 años», afirma. «Necesitamos saber dónde están, si tienen problemas de movilidad, si entienden o no los mensajes y los avisos. Hay que mejorar la percepción del riesgo. Mucha gente murió en los garajes tratando de recuperar sus vehículos. Tenemos que recibir formación desde la educación primaria igual que funciona en otros países como Japón o Países Bajos».

Otra tecnología ya disponible desde 2000 son las torres de megafonía como las del madrileño parque de El Retiro, que permite avisar a los paseantes cuando hay que desalojar por meteorología . Según fuentes del Ayuntamiento de Madrid, sólo costó 240.000 euros y cubre 125 hectáreas.

Para Carlos Arteaga, el principal problema es que el envío de una alerta a la población dependa de un político, en vez de expertos con la formación adecuada. «Un cargo electo no puede decidir sobre lo que no conoce», insiste. «Tendría que haber algún tipo de comisión con un mando único, de gestión nacional, y que las decisiones las tomaran expertos en emergencias».

Y finalmente, Ferran Dalmau apunta otro factor, que quizá contribuyó a la mala gestión de la DANA de Valencia. «Hay que quitarnos el miedo a cometer errores», insiste. «Yo prefiero ser prudente y equivocarme decretando una alerta mayor a quedarme corto. Lo peor que nos puede pasar como sociedad es no aprender nada de lo que nos ha ocurrido».