"Muchas mujeres han sufrido violencia sexual, pero es algo de lo que no podemos hablar". "Hemos sido desplazados muchas veces; el hambre y la pobreza son ahora lo único que nos queda". "Ya no podemos sembrar; ya ni siquiera llueve, tenemos que ir donde hay agua". "Ya no queda esperanza".
Estos son algunos de los testimonios que mi equipo y yo hemos escuchado durante las consultas de salud mental con personas de los distritos somalíes de Galkayo y Baidoa, donde trabaja Médicos Sin Fronteras (MSF).
Somalia, una nación lastrada por décadas de conflicto, no es ajena a las crisis humanitarias. Los estragos del conflicto, los desplazamientos, las crisis climáticas y la pobreza tienen un impacto grave sobre la vida de millones de personas. Sin embargo, a menudo se pasa por alto el bienestar mental de los afectados, lo que da lugar a una epidemia silenciosa de angustia y trastornos psicológicos.
Los problemas de salud mental de Somalia están estrechamente relacionados con los problemas socioeconómicos y políticos del país. La violencia fruto de los conflictos prolongados, las catástrofes naturales, los brotes de enfermedades, la pobreza extrema, la discriminación que sufren los grupos vulnerables... todos estos factores contribuyen a incrementar el estrés emocional que sufre la población somalí. En estos entornos, los recursos escasean, lo que agrava aún más la crisis.
Los problemas más comunes que vemos en Somalia incluyen dolencias psicosomáticas, depresión, estrés, psicosis y abuso de sustancias. Sin embargo, el estrés del conflicto también provoca nuevas afecciones o enfermedades como el trastorno de estrés postraumático (TEPT), trastornos bipolares, tipos de ansiedad y reacciones de estrés agudo. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la prevalencia de los trastornos mentales entre las poblaciones afectadas por conflictos es del 13%, con informes de formas leves de depresión, ansiedad, TEPT, trastorno bipolar y esquizofrenia.
En general, las mujeres, los ancianos, los niños y las personas con discapacidad se ven afectados de forma desproporcionada por estos problemas. Del mismo modo, las personas con trastornos mentales graves son especialmente vulnerables, ya que a la atención básica se le añade la necesidad de recibir cuidados clínicos con medicación. Sin embargo, en Somalia, estos servicios esenciales siguen estando fuera del alcance de muchos.
Aunque el Ministerio de Sanidad y las organizaciones locales e internacionales como MSF presentes en el país hacen grandes esfuerzos, estos no son suficientes. Muchas personas que necesitan tratamiento farmacológico y psicológico para recuperar la funcionalidad e integrarse en sus actividades habituales quedan al margen. En la misma línea, la falta de financiación de los servicios de salud mental, la escasez de personal sanitario formado y de suministros, la escasez de datos e investigación científica y la fractura del sistema sanitario no hacen más que agravar el problema.
Existe una necesidad urgente de una respuesta eficaz, inmediata y coordinada en materia de salud mental en Somalia. La atención clínica para la salud mental debe integrarse de forma amplia en los esfuerzos humanitarios y enfocarse como una cobertura para una necesidad básica más, como es la comida, refugio, o la existencia de espacios seguros.
Los primeros auxilios psicológicos deben ser un componente clave de la respuesta de emergencia. Los trabajadores formados, incluido el personal sanitario, los profesores y los voluntarios, deben ofrecer apoyo emocional y práctico a quienes se encuentren en apuros. Estas intervenciones, aunque aparentemente pequeñas, pueden marcar una diferencia significativa en las primeras fases del trauma.
Además, las comunidades de Somalia, resilientes a pesar de la adversidad a la que se enfrentan, deben ser capacitadas para asumir un papel activo en el apoyo a la salud mental. Reforzar los sistemas comunitarios de autoayuda y apoyo social ayudará a atender las necesidades de la población en ausencia de especialistas clínicos. Creando o restableciendo grupos comunitarios, la población somalí puede resolver colectivamente los problemas y ofrecer apoyo psicológico a los que sufren. Esta cohesión social no solo restablece la sensación de normalidad, sino que también proporciona alivio emocional a los afectados por la crisis.
Ha llegado el momento de que los organismos humanitarios, las autoridades locales y la comunidad internacional den prioridad a la atención de la salud mental y garanticen su plena integración en el conjunto de la respuesta de emergencia. De este modo, podemos ofrecer esperanza y curación a los millones de somalíes cuyo bienestar mental pende de un hilo.
El futuro de Somalia depende no solo de la reconstrucción de sus infraestructuras, sino de la curación de las mentes y los corazones de las personas afectadas.
*Alberto Macín es profesional de salud mental de Médicos sin Fronteras (MSF) en Somalia