CRÓNICA
Tras un ictus y cuatro operaciones

El concierto cumbre del pianista (diestro) que sólo toca con una mano (la izquierda)

Sólo puede tocar con una mano, pues la otra, la derecha, él que es diestro, la tiene incapacitada por una enfermedad. Aquí su historia, Una "montaña rusa", con ictus incluido, 4 operaciones y hasta engañado por dos "chamanes"

Manuel López junto a su piano.
Manuel López junto a su piano.MARTÍN MESA
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Diciembre 2017. Manuel López toca el piano postrado en un quirófano del Hospital Universitario de Mujeres de Tokio. No es un bolo. El paciente es el propio Manuel al que, mientras presiona las blancas y las alteraciones en el teclado, el doctor Tanaka le está quemando partes de su encéfalo en una intervención conocida como talamotomía por radiofrecuencia. A la media hora Manuel empieza a marearse. «Noto mucho calor y pierdo el conocimiento», recuerda. Al despertar nada volverá a ser igual: la intervención quirúrgica le ha causado un ictus que le afecta al lado derecho del cuerpo.

Antes de someterse a la operación, Manuel contaba aparentemente con una vida normal en la que lo único que no podía hacer era ejercer su oficio: ser pianista. ¿El motivo? Una dolencia en su mano derecha, su extremidad más hábil, que provocaba que sus dedos se engarabitasen. Lo suficiente como para acabar con la carrera de casi cualquier teclista, pero no con la de Manuel, ahora conocido por el sobrenombre artístico de El Pianista de la Mano Izquierda.

Una vocación musical que tuvo clara desde que con 12 años acudió con sus padres al Auditorio Nacional de Madrid. Allí disfrutó en directo de la pericia de los músicos a los veía como «dioses, tan perfectos que tocaban con precisión milimétrica». Aquello le enamoró. «Yo quiero ser como ellos y tocar ahí», dijo. Sin embargo, para que su sueño se hiciera posible -Manuel tocará por fin este miércoles 14 de diciembre en la sala de Cámara de dicho centro- ha tenido que esperar 32 años (18 de ellos sin poder tocar el piano), pasar por cuatro intervenciones quirúrgicas, vivir pegado a los antidepresivos y sufrir aquel ictus en Japón del aún arrastra secuelas.

Parecía predestinado a triunfar en la música. Comenzó a relacionarse con el piano a los cuatro años en la tienda (ya cerrada) Musical Estebarán de Madrid. «Jugaba con las teclas y los pentagramas, los veía como semáforos y señales de tráfico», recuerda. A los cinco ya tocaba Para Elisa. Su carrera parecía un misil.

Una distonía no diagnosticada, y más adelante un ictus derivado de una operación que buscaba solucionar esta dolencia, empujaron a Manuel a reinventar su carrera musical como pianista empleando exclusivamente la mano izquierda.
Una distonía no diagnosticada, y más adelante un ictus derivado de una operación que buscaba solucionar esta dolencia, empujaron a Manuel a reinventar su carrera musical como pianista empleando exclusivamente la mano izquierda.

Con 15 se convirtió en el alumno más joven en acceder a la carrera musical (equiparable a una licenciatura) en el conservatorio superior de música de Madrid. Aunque, por aquel entonces, ya notaba algo raro en la diestra. «Un año antes me caí por las escaleras. Los médicos me dijeron que no tenía ni desviación ni luxación pero empecé a notar cosas raras en la mano derecha. Había movimientos que me costaban. Algo no iba bien pero yo me callaba», reconoce. Lo que «no iba bien» resultó ser una distonía focal, una dolencia que se caracteriza por contracciones musculares involuntarias que causan movimientos de torsión repetidos y posturas anómalas.

«La mano derecha hacía lo que quería. cuando quería accionar una nota Do o un Re el músculo extensor movía al antagonista. Lo intentaba de todas las maneras y nada funcionaba... El cuarto y el segundo dedo se iban involuntariamente hacia la palma y tenía la mano con una deformidad absoluta».

Aun así consiguió licenciarse en el conservatorio español y siguió estudiando en Rotterdam donde la mano derecha le «mejoró un 90%». ¿Por qué? «La distonía es muy habitual entre músicos (afecta casi al 3%) porque tiene tres factores: genético, ambiental y repetitivo. El conservatorio español tiene un sistema obsesionado con el perfeccionismo en el que el profesor te pega en la espalda al equivocarte y no ayuda. Los catedráticos se olvidan de decirle a los alumnos que deben disfrutar».

La vuelta de Rotterdam con 20 años le supuso un jarro de agua fría. «Empecé con el Lorazepam que me ha acompañado toda la vida», su distonía en la mano derecha empeoraba y la falta de diagnóstico le llevó a aparcar el piano con 24 años.

Pasó a ganarse la vida en trabajos «para sobrevivir»: marketing, empresas financieras e incluso montar una inmobiliaria en San Petersburgo. Sin embargo, tenía una espina clavada. «Allí escuchaba a Rachmaninov me y ponía a llorar por la noche. Quería huir de mí mismo pero sabía que tenía que volver a Málaga y volver a tocar el piano».

Así lo hizo. Poco después, en 2016, leyó sobre la distonía y le puso nombre al «asesino» de su carrera musical. «Cabezota de mí dije: 'vamos a buscarle solución'» y tras una peregrinación por distintos médicos y «chamanes» -sobre cuyos peligros advierte con vehemencia- acabó en las manos -«que olían a tabaco»- del doctor Tanaka.

Además del ictus la operación le supuso un desembolso de 21.000 euros, pensamientos suicidas y tuvo que acudir a fisioterapeutas y logopedas para recuperarse... hasta que, como el Ave Fénix, se reinventó como El Pianista de la Mano Izquierda, su extremidad, hasta entonces, menos hábil.

«En el confinamiento pensé en dar un concierto usando solo la mano izquierda. En agosto de 2021 pude hacerlo en Torrelodones... y el concejal de cultura se quedó flipado». Desde entonces no ha parado de tocar.

17 meses después de volver a debutar, tras 4 operaciones, un ictus, ser engañado por dos chamanes y fundar una asociación junto a su madre para ayudar y a aconsejar buenos tratamientos a músicos con distonía, Manuel López cumplirá su sueño de infancia: convertirse en uno de esos «dioses» a los que admiraba tocando el piano en el Auditorio Nacional de Madrid. Eso sí, sólo con la mano izquierda.

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