CRÓNICA
Medio ambiente

Miguel Delibes: "Doñana sigue en peligro" (el adiós, con mensaje, del último naturalista)

Pacificar Doñana ha sido su último gran servicio. Agotado, hastiado y enfadado, Miguel Delibes de Castro ha dicho adiós tras cumplir su enésima misión.

Miguel Delibes, en una imagen reciente ante la sede de la Estación Biológica de Doñana que él dirigió.
Miguel Delibes, en una imagen reciente ante la sede de la Estación Biológica de Doñana que él dirigió.CRÓNI
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Esta última semana ha sido un carrusel ruidoso e imparable del que Miguel Delibes de Castro quería pero no podía bajarse. Su teléfono no ha parado de sonar, su WhatsApp echaba humo y se le acumulaban las peticiones de entrevista sin contestar. Precisamente, todo aquello que aspira a dejar atrás después de que el lunes se desatase esa tormenta con su decisión de abandonar la presidencia del Consejo de Participación de Doñana, el órgano en el que se sientan administraciones, ayuntamientos y entidades sociales y conservacionistas para velar por el futuro del parque nacional, por que tenga futuro para ser más precisos. La noticia la dio él mismo en esa última reunión en la que se sentó a la cabecera de la mesa y, aunque no hubo notificación previa, lo había venido avisando.

Han pasado solo unos días, pero Delibes (Valladolid, 1947) sigue usando la misma palabra para explicar su retirada: cansancio. No es el suyo solo un cansancio físico, que también. El biólogo que llegó a Doñana y 1972 y que, desde entonces, ha sido su último gran guardián está agotado de librar guerras que son más políticas que ambientales. La última batalla, a la que ha dedicado los dos últimos años, ha enfrentado a dos poderosos ejércitos, la Junta de Andalucía (PP) y el Gobierno central (PSOE), a cuenta de la controvertida ley de regadíos que impulsaban los populares -junto a Vox- en el entorno del espacio natural. Más de dos años de refriegas, casi diarias, y enfrentamientos abiertos, más puntuales pero sangrientos, que, como venía advirtiendo, tenían como principal damnificada a la reserva biológica declarada Patrimonio de la Humanidad en 1994.

Hace apenas unos meses que se firmó la paz -frágil, pero paz al fin y al cabo- y Delibes ha escrito el final de una etapa de activismo ambiental en la que Doñana ha sido el centro de sus desvelos y ha acaparado sus fuerzas y sus horas. Justo antes de abandonar la capital andaluza en busca de descanso, responde a las preguntas de Crónica y lanza una advertencia, un aviso a navegantes que más vale tener en cuenta. "Doñana está en peligro, sigue en peligro", dice. No hay que confiarse, aconseja.

Lo único que ha mejorado en Doñana desde la firma del acuerdo entre el presidente andaluz, Juanma Moreno, y la vicepresidenta y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, es el "ecosistema social". Para que lo haga, igualmente, el sistema biológico "hay que trabajar mucho y rápido".

Las amenazas no han desaparecido, "hoy por hoy se sigue extrayendo la misma agua que antes, los acuíferos siguen amenazados y el parque en crisis", reflexiona el ya ex presidente del Consejo de Participación de parque nacional. A pesar de que haya llovido "un poquito más" en este último año, apostilla.

Un balance razonablemente optimista

Que haya que actuar con urgencia es una de las razones que le han motivado a dar el paso atrás, a retirarse de la primera línea. Una vez firmado el pacto político, "hay que seguir empujando fuerte y no me sentía capacitado para encabezar ese impulso", cuenta Delibes de Castro, que se va, que se ha ido, pero haciendo un balance razonablemente optimista de estos años de trabajo y de pelea.

"Soy mayor y estaba cansado", hace hincapié tras rememorar que más de una vez (y más de dos) estuvo tentado de dar el paso que finalmente dio este lunes, pero decidió aguantar "porque era poco responsable" cuando era consciente de que tenía "alguna pequeña posibilidad" de influir en que "las cosas se enderezaran".

Delibes de Castro y su mujer, en el Parque Nacional de Doñana en 1974.
Delibes de Castro y su mujer, en el Parque Nacional de Doñana en 1974.ÁLBUM FAMILIAR

En la mochila que le acompañaba en sus rutas por Doñana se lleva victorias que no son menores, entre las que señala el Plan de la Corona Forestal, que ordenó hace diez años la agricultura en la comarca, o el rechazo al dragado en el río Guadalquivir, además de, cómo no, el gran acuerdo por el que la presión humana que ha venido asfixiando al antiguo Coto de Doña Ana va a desaparecer, al menos, en parte con la retirada cultivos de fresas del entorno y la desaparición de las tomas de agua subterránea que estaban ahogando, de sed, al parque.

Miguel Delibes de Castro es un naturalista convencido. Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid, el mayor experto reconocido mundialmente en el lince ibérico (su tesis doctoral versó sobre la ecología trófica del Lynx pardinus), tuvo como maestro a Félix Rodríguez de la Fuente, que le enseñó a escribir tras participar en aquella magna obra que fue la Enciclopedia Salvat de la Fauna. Poco que ver con la política con la que, pese a todo, ha tenido que lidiar muy de cerca.

No es casualidad que su antecesor en el Consejo de Participación de Doñana fuese el ex presidente Felipe González. En los once años que ha ocupado el cargo que ahora deja ha visto sentarse a la mesa a políticos de todos los colores y, aunque discreto y cauto siempre en sus palabras, se lamenta de que en estos tiempos, en el "mundo del espectáculo en el que habitamos" predomine entre la clase política "la necesidad de ganar elecciones" por encima del "ánimo de servir a la ciudadanía".

"Parece que rectificar es ceder ante al adversario antes que regresar al camino correcto", sentencia y evoca a Alfredo Pérez Rubalcaba, de formación científica (era doctor en Químicas) cuando decía que "los políticos podían aprender de los científicos, entre otras cosas, la bondad de rectificar cuando te equivocas".

Como en la Argónida que retrató José Manuel Caballero Bonald en Ágata ojos de gato, la apropiación del tesoro de Doñana solo puede traer consecuencias funestas, un destino fatal del que Delibes de Castro no se cansa de advertir. Incluso tras dar un paso atrás, el último naturalista seguirá siendo esa voz de la conciencia ambiental que, sin elevar el tono lo más mínimo, ha callado a quienes amenazaban su más preciado legado, la supervivencia de Doñana.

Delibes se va, pero queda su aviso postrero. "Doñana está en peligro". Palabra de su último guardián.