CRÓNICA
Juve Stabia

Curva Sud: los ultras izquierdistas hermanados con el PSG que corean los goles de Mussolini en la ciudad de los astilleros partisanos

En Italia se investiga si los aficionados de la Juve Stabia celebraron con saludos fascistas el primer gol como profesional de Romano, bisnieto del dictador. Sus ultras, de tradición izquierdista, le defienden: "No puede pagar por su nombre"

Los ultras de la Juve Stabia animando al equipo en el estadio Romeo Menti (Castellammare di Stabia)
Los ultras de la Juve Stabia animando al equipo en el estadio Romeo Menti (Castellammare di Stabia)El Mundo
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A los 21 años Benito Mussolini era maestro y ya militaba en el Partido Socialista Italiano. Más de un siglo después —y a su misma edad— su bisnieto Romano Floriani Mussolini (Roma, 2003) aún no predica, pero corre. Lo hace por la banda derecha de los campos de fútbol cuando le conceden la oportunidad. Cedido por la Lazio a la Juve Stabia —equipo de la segunda división italiana, conocida como Serie B— esta semana ocupó titulares por su primer gol como profesional. «No puede ni debe pagar esta situación por el nombre que lleva en su camiseta», dice a Crónica M.R., muy cercano a la Curva Sud , el grupo ultra de izquierdas que corea los goles del descendiente del dictador fascista. Sobre la camiseta, Romano sí tuvo la última palabra: pese a que en todas las webs deportivas aparece como Romano Floriani, fue él mismo quien pidió que se le serigrafiase como Mussolini.

«Sería bueno separar la política del deporte y el pasado del presente», insiste. Habla él porque los tifossi de la Curva Sud han decidido oficialmente que «la indiferencia» es «el único arma que se debe usar contra la sórdida publicidad que se ha levantado contra uno de nuestros futbolistas, contra los aficionados y contra la ciudad». Unos aficionados a los que se les ha acusado de hacer el saludo romano a su nuevo goleador —como se le hacía al verdadero Duce— y, por tanto, de fascistas. Ellos niegan estas acusaciones que, en Castellammare di Stabia, pesan. Porque aún persiste el eco de la lucha frente a la invasión alemana de 1943.

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En esta ciudad, situada frente al Golfo de Nápoles aún saben de luchas y heroísmo desconocido. Apenas han trascendido los nombres de trabajadores, estudiantes, soldados y marineros que lucharon contra el fascismo nazi en septiembre de 1943. Pero están orgullosos del espíritu que recorrió sus calles, desde los astilleros a las guarniciones militares, para resistir a la estrategia alemana de tierra quemada. «Fuimos la primera ciudad en rebelarnos y, de hecho, aquí, comenzó su declive», señala M.R. Ante el intento de arrasarlo todo por las tropas alemanas, los stabiesi no dudaron y pagaron el precio. Deportaciones, muertos y desaparecidos, sin cifras oficiales. Poco de esa historia ha sobrevivido al tiempo, pero Castellammare lleva la Medalla al Mérito Civil, otorgada en 2005, como una cicatriz y un recordatorio «por haber iniciado la rebelión en Italia».

Para el fútbol también tienen su propia narrativa. Igual que la guerra se moldeó según los contextos y las culturas, el fútbol hizo lo propio al cruzar fronteras. Inglaterra lo exportó como un juego físico y directo; Italia lo transformó en algo más calculado y esquemático. De aquellos primeros hooligans ingleses quedó la violencia y lo casual. Delincuentes de fin de semana con gabardinas Burberry y polos Fred Perry para despistar a la policía e impulsados por el alcohol y el «patriotismo defensivo», según el sociólogo John Williams, que floreció bajo el gobierno de Margaret Thatcher.

Frente a ellos, algunos grupos ultras italianos también crecieron entre banderas políticas y pancartas con consignas. Con el tiempo y la entrada de las nuevas generaciones, la ideología de la mayoría de las organizaciones se erosionó. Lo que quedó, como dice el investigador Carles Viñas, fue una versión más comercial, más atenta al merchandising. Gabardinas frente a camisetas elásticas o complementos con los colores de su equipo.

«No nos importa el apellido que lleva ni sus raíces», incide el nexo de este suplemento con los aficionados de la Juve de Stabia, los vespas. «Uno no puede elegir cómo nacer ni en qué familia hacerlo». Para ellos, lo importante es que Romano responda en el campo. No les importa que su madre encabezase las listas del partido de extrema derecha Forza Nuova o que su tía abuela fuera la mismísima actriz Sophia Loren. «Es muy querido aquí por su compromiso con nuestra camiseta y la pasión que pone en defender nuestros colores», recalca.

En Italia todavía hay gradas que siguen siendo trincheras. La Curva Nord del Inter de Milán o las Brigate Gialloblù del Hellas Verona. En estos sectores, los ultras siguen levantando banderas, defendiendo ideologías, rescatando pasados. También la Curva Nord de la Lazio, donde se ubican los Irriducibili, grupo de corte neofascista al que el delantero Paolo Di Canio saludó, él sí, a la romana, en innumerables ocasiones en el Olímpico con la palabra Dux tatuada en su brazo derecho. En un proceso judicial, Di Canio confirmó haber frecuentado la grada, conocer a todos sus líderes y guardar buena relación con ellos.

Romano Floriani Mussolini durante el partido frente al Cesena en el que dió la victoria a su equipo el pasado 22 de diciembre
Romano Floriani Mussolini durante el partido frente al Cesena en el que dió la victoria a su equipo el pasado 22 de diciembreEl Mundo

En el lado opuesto, Cristiano Lucarelli mantuvo una militancia similar. Cuando logró fichar por su Livorno natal, escogió el dorsal 99 como un homenaje al año en se formaron las Brigate Autonome Livornesi, un grupo ultra con fuerte ideología de izquierda. La elección fue un reconocimiento hacia su postura anti-establishment que se oponía al capitalismo del fútbol, a la comercialización del deporte. En 2005, incluso, pagó para traer de vuelta a los hinchas detenidos después de peleas con la policía.

HERMANOS DE LOS PETRODÓLARES

Las mismas banderas y consignas que muchas veces corean en las gradas acaban convirtiéndose en estandartes de una batalla que toma el fútbol como pretexto. En el estadio Romeo Menti, el hogar de la Curva Sud y de Romano Mussolini, no les importa que la mayoría del mundo no sepa quienes son. Porque hay quien sí lo hace: en concreto, en París, donde a menudo han ondeado sus símbolos junto a los de los radicales del PSG. ¿Cómo puede un club modesto del sur de Italia cruzarse con un gigante millonario como el Paris Saint-Germain? ¿Qué hace que un grupo de ultras italianos, con un estadio que apenas supera el piso de altura, se hermane con un club que respira lujo y petrodólares? A simple vista nada, pero en el mundo de las gradas, las conexiones escapan de la lógica y acaban siendo también humanas.

En esta red infinita de colores cruzados, como ha podido saber este suplemento, el hermanamiento entre estas dos facciones ultras se remonta a 2016. A nadie parece importarle la distancia entre Castellamamare y París. Todo se reduce a saber que tu bandera no está sola, que en otro lugar hay otra que ondea contigo. En abril de 2024, apareció en el Parque de los Príncipes una pancarta que celebraba el ascenso de los vespas: «UJS benvenuti in serie B».

Antes de eso, ya se habían visto las caras. En 2017, el grupo K-Soce París estuvo en las gradas del Menti para animar al combinado italiano contra el Taranto. En 2023, los italianos viajaron a la capital francesa para devolverles el servicio en Champions y animar al PSG en el partido contra sus compatriotas del AC Milán.

La pasión de la parte más fiel de los vespas también les ha permitido congeniar con los Ultras Napoli 72, Ingrifati Perugia, Fracidi Messina, Red y Kaos Zwickau. Alianzas locales e internacionales. Ahora, quintos a 15 puntos del primer clasificado (Sassuolo) y en puestos de playoff, apiran a ascender por primera vez a la Serie A. Esa primera división en la que Romano — «un chico humilde que nunca se ha quejado, ni siquiera cuando no jugaba durante dos años», como lo definió Mauro Bianchessi, su entrenador en las categorías inferiores de la Lazio— no ha llegado a debutar todavía.