Tenía curiosidad por saber cómo reciben las alertas.
—¿Y cómo surgían los servicios? —pregunté.
Arranca el relato:
—En realidad, te pueden activar en cualquier momento, aunque ya no hacemos turnos de veinticuatro horas, que eran muy buenos y operativos al dar mucho de sí por el hecho de ocupar más demarcación o ir a lugares más lejanos; lo mismo estabas realizando un servicio de seguridad amarrado en un puerto o en horario de comida y el COS (Centro Operativo de Servicios) o el SIVE (Sistema Integrado de Vigilancia Exterior) te daban la voz de alarma.
En estos centros hay compañeros muy operativos que están muy pendientes de lo que pueda suceder, y cuando observan que alguna embarcación sale de una zona de Marruecos donde no hay puerto y avanza hacia nuestras aguas, te avisan para que intentes interceptarla, aportando enseguida detalles como que navega de manera errática a mucha velocidad o parece estar cargada. En una ocasión, por ejemplo, nos avisaron de que una embarcación estaba recogiendo fardos del mar; se veía que iba muy cargada y nos pusimos en marcha a toda velocidad, pero antes recogimos del agua un fardo para poder diligenciar el servicio en caso de que la pudiéramos interceptar; pues bien, al aminorar la velocidad para subir el fardo, ellos se fueron distanciando de nuevo, aunque al cabo de un rato pudimos acercarnos hasta alcanzar la embarcación.
Empezamos a avisar de que parasen, a gritos y con gestos, pero no nos hicieron el menor caso; nos aproximamos de nuevo e intentamos golpearlos levemente aprovechando que habían bajado la velocidad al haber en las inmediaciones varios mercantes que navegaban por la zona. Es muy complicado todo: o no llegas o te pasas y provocas un accidente mortal y, al final, los que vamos al juzgado somos nosotros.
En esta persecución pegábamos pantocazos y nos elevábamos bastante, mientras que ellos hacían ciaboga, en fin, lo de siempre. Más tarde, fueron capaces de acercarse a la costa marroquí, aunque en esos instantes no eres consciente de en qué aguas te encuentras; en todo caso, teníamos claro que no se iban a escapar cargados.
Llevábamos más de 45 minutos logrando que no se alejaran definitivamente, y eso que su gomón nos superaba en velocidad y caballaje; incluso llegaron a pasar muy cerca de la proa de mercantes enormes para que, en plena persecución, chocáramos con ellos. Decididos a impedir que se largaran, intentamos avisar al COS, pero hacerlo en esas circunstancias era muy difícil, y acabamos entrando en aguas de Marruecos hasta que vimos cómo ellos se acercaron a una playa, que contaba con una especie de muelle, y saltaban a tierra. Entonces, sin dudar de que teníamos que seguir adelante, pisamos suelo casi a la par que ellos y pudimos atrapar a dos individuos. Por supuesto, nos calamos de agua hasta el cuello en el forcejeo, pero la ventaja en este caso es que habíamos cogido uno de sus fardos. En aquel momento, ni ellos ni nosotros teníamos conocimiento de que esa playa formaba parte de las instalaciones de la Gendarmería marroquí, y en cuanto pudimos dimos novedades al COS.
Inmediatamente, los compañeros de nuestra central se pusieron en contacto con el oficial de la Gendarmería que estaba destinado en la comandancia como enlace entre los dos países. Este hombre fue fundamental porque medió para que los marroquíes se hicieran cargo de la situación. De este modo, no hubo mayor problema, aunque el jefe de la Comandancia se puso en contacto con nosotros para pedirnos explicaciones, lo que nos hizo temer que nuestra acción podía pasarnos factura.
Puso el grito en el cielo, diciéndonos: «¿Qué cojones hacéis en una base militar de Marruecos? ¡Como si no hubiera mar y gomas en España para hacer servicios!». Yo pensaba: «Nos van a meter una polla bien gorda (un correctivo)», pero al final, tras contarle lo sucedido con todo detalle, no hubo consecuencias. Y es que el peso de la intervención, tanto por los detenidos como por la cantidad de hachís, fue muy importante. Realmente, el hecho de haber cogido un fardo al principio seguramente evitó males mayores. Había antecedentes: tiempo atrás, los gibraltareños detuvieron a varios compañeros en sus aguas, les quitaron las armas y estuvieron horas en las dependencias policiales hasta que los jefes y los políticos se pusieron de acuerdo.
El caso tuvo mucha resonancia política y, al final, la embarcación, el armamento y el resto del material se quedó en Gibraltar, lo que no fue muy ético por su parte. En nuestro caso, toda la mercancía que llevaban los traficantes fue intervenida. Nosotros entregamos el fardo e hicimos las gestiones. A la vuelta, estuvimos hablando del futuro de los detenidos en Marruecos, que sufrirían unas cárceles que ni por asomo son tan cómodas como las que tenemos en España.
Por otra parte, me atrevo a decir que la cooperación con Marruecos es un mero trámite político; otra cuestión son los servicios puntuales que puedan surgir. Otro compañero, muy veterano, añadió: «Nosotros, hace años, teníamos que tener cuidado cuando realizábamos servicios con las gomas intervenidas. Con poca visibilidad, o de noche, en aguas territoriales marroquíes, los gendarmes no dudan en disparar a los contrabandistas o traficantes; alguno se ha presentado herido de bala en hospitales de aquí, o con impactos en las gomas; incluso a nosotros nos han llegado a disparar, ya que las embarcaciones intervenidas apenas se distinguían de las de los malos».
No creo que peguen tiros por falta de medios para alcanzar a los traficantes o contrabandistas; de hecho, tienen mejores embarcaciones que nosotros, de procedencia estadounidense. Lo que no tienen ni ellos ni los gibraltareños es la formación de la Guardia Civil. De eso, no hay duda.