Cuando los Schubin, Steve y Kathleen, llegaron a España a principios de 2010 aún no tenían claro si abrir una sucursal de su imperio de juguetes sexuales en la piel de toro o llevársela a Hungría. Se lo estaban pensando cuando conocieron a José Manuel Martín, un jinete y profesor de equitación en un club hípico madrileño que encandiló a Kathleen, una apasionada de la hípica y de los caballos. La conexión fue inmediata y el jinete le habló a ella y a su marido de su Sevilla natal, de la cálida Andalucía y de las oportunidades que ofrecía su tierra.
Tanto que los reyes de la vagina de goma -millonarios tras inventar él una réplica casi perfecta del miembro sexual femenino para la masturbación masculina- no dudaron en visitar el sur de España.
Fue el segundo flechazo. A los Schubin les encantó Andalucía, por su clima y porque aquí Kathleen podría criar a sus caballos, y las dudas desaparecieron. En un polígono de Dos Hermanas (Sevilla) montaron su segunda fábrica de vaginas (la primera estaba y está en Austin, Texas) y en todo el proceso no solo contaron con aquel jinete simpático, sino con la práctica totalidad de su familia.
Hasta el punto de que a José Manuel le nombraron administrador de la filial española de su imperio, Fleshlight Internacional y pusieron en nómina a su padre (director de Personal), a tres de sus hermanos (directores de Ventas al por mayor, Ventas al por Menor y de Producción) y hasta a una cuñada, como responsable del departamento contable.
Solo tardaron un par de años en darse cuenta de que aquellos sevillanos tan agradables les habían camelado y que, más que amistad, lo que había era un plan para aprovecharse y sacarles los dólares.
Aunque ya era tarde y habían sido víctimas de un engaño que los tribunales han confirmado, con condenas de tres de los miembros de la familia por diferentes actuaciones con un denominador común, enriquecerse a su costa.
De una manera o de otra, la familia sevillana pasó a depender casi en exclusiva de los buenos sueldos que les pagaban los Schubin y explotaron esa relación de confianza. Hasta el punto de que tenían incluso las llaves del lujoso ático que los millonarios americanos se habían comprado en la calle San Fernando de Sevilla, en pleno casco histórico.
Los caballos fueron siempre el gran nexo sentimental y el jinete siguió compatibilizando los tratos y el cuidado de los equinos de Kathleen con sus responsabilidades de alto directivo en la empresa familiar de juguetes eróticos que, al igual que en Estados Unidos, no tardó en ser un gran éxito, una auténtica mina de oro.
Dos de los hermanos, Alejandro y Ramón, acaban de ser condenados por apropiarse de casi 8.000 de los juguetes eróticos que fabricaban y el jinete, José Manuel, lo fue antes por sus trapicheos en la compra de caballos para Kathleen.
Juan Ziena, actual director general de Fleshlight, era amigo personal de José Manuel Martín. De su mano entró en la empresa y él fue uno de los engañados. Recuerda cómo sus jefes se enteraron del engaño , primero con sospechas de que algo no funcionaba bien, luego con detectives que lo confirmaron y cómo la familia acabó siendo despedida de una tacada. Aquel fue un golpe duro para la empresa y los dueños «podrían haber cerrado y haberse ido a otro sitio», pero se quedaron.
La sentencia de la Audiencia de Sevilla que ha condenado a dos de los hermanos -y que probablemente va a ser recurrida ante el Tribunal Supremo, porque toda la familia se sentó en el banquillo- relata que el primer síntoma de que aquello no funcionaba fue la propia evolución de la compañía. Los Shubin relevaron a José Manuel como administrador apenas un año después de nombrarle por lo que calificaron como una «gestión horrible».
Después cayó el resto de la familia. Tras una auditoría que terminó de certificar los desmanes, el 18 de diciembre de 2012, el padre del jinete, sus hermanos y su cuñada fueron puestos de patitas en la calle, aunque ya se lo venían oliendo.
Por eso, cuenta la sentencia, Ramón y Alejandro decidieron cobrarse por su cuenta el finiquito apropiándose de un cargamento de productos, las famosas vaginas que se venden como rosquillas en toda Europa made in Dos Hermanas.
Alejandro dio orden de enviar 22 palés de productos -7.200 vaginas más su empaquetado- a una nave de Seseña (Toledo) con la intención, se supone, de venderlas luego. Y Ramón hizo lo propio con 2.160 juguetes sexuales que almacenó en su casa. El valor del botín, 32.202,67 euros y 11.500,64 euros, respectivamente.
Ambos han sido condenados a cinco meses de cárcel por un delito de apropiación indebida, mientras que el jinete fue condenado anteriormente a 22 meses de prisión por engañar al matrimonio americano en las transacciones de caballos de las que estaba encargado. Compraba a un precio, lo inflaba y se quedaba con la diferencia.
El expolio a los Shubin llegó al extremo de que desaparecieron de su ático sevillano hasta las bicicletas que guardaban allí.
Pese a todo lo anterior, Fleshlight Internacional ha continuado creciendo año tras año hasta consolidar su dominio absoluto en el mercado de las vaginas artificiales para uso sexual.
El año pasado, según detalla el actual director general, salieron de la nave de Dos Hermanas más de 480.000 unidades que se vendieron en Europa -sobre todo en Alemania y Reino Unido-, en Turquía y en Israel a través de venta directa online o en tiendas.
El secreto, cuenta Ziena mientras muestra a Crónica la cadena de fabricación de las vaginas, es el material del que están hechas, a partir de un gel patentado que es lo más parecido a la «carne» humana que hay.
Lo inventó en 1997 Steve Schubin a partir de material usado para efectos especiales que tenía su hijo y, como los grandes inventos, el fleshlight nació en un garaje.