A Susana Maria Alfonso de Aguiar, conocida como Mísia, le gustaba decir que la palabra fado viene del latín, fatum, destino, y que por eso, la canción portuguesa no se baila, a diferencia de lo que ocurre con géneros familiares como el tango o el flamenco. El fado, sostenía Mísia, significaba "la aceptación del destino", y eso impone quietud. Misia (Oporto, 1955) acaba de morir en Lisboa después de ocho años de enfermedad y Portugal la despide como una cantante de época y, a la vez, como a una sabia capaz de expresar lo indecible.
Su padre era portugués y su madre, catalana, artista en un espectáculo de variedades en el Paralelo, y su carrera sólo despegó en 1990, cuando Amalia Rodrigues aún reinaba en su género. Mísia fue, seguramente junto a Dulce Pontes, la alternativa más seria para ocupar el lugar de Rodrigues aunque, al mismo tiempo, fuese una figura disruptiva. La cantante ahora fallecida se presentaba a sí misma como "una anarquista del fado", más atenta a la esencia de dolor del género que a sus cortesías, igual de dispuesta a buscar en las fronteras del género como a investigar en su historia. Mísia buscó en el bolero, en el flamenco y enla canción latinoamericana y grabó canciones de Nine Inch Nails y Joy Division. Dio conciertos en los que se atrevió con Brahns y la tradición barroca, llevó el acordeón y el violín a su género y cantó textos de Pessoa, Saramago y Lobo Antunes.
Mísia, de hecho, contaba su carrera como una tensión permanente entre dos extremos: el apego a la esencia del fado por un lado y el instinto de ruptura. "No soy la reina del fado, soy la punky el fado", dijo en EL MUNDO en una entrevista en 2005. Por esa época, la cantante había dejado de vivir permanentemente en su casa de Santa Catarina, en el Barrio Alto de Lisboa, y se había instalado en el Boulevard Voltaire de París. Mísia decía que estaba cansada de que en su país la cuestionaran por querer hacer algo nuevo con el fado. La paradoja es que la distancia francesa la llevó a grabar Lisboarium, su disco más ortodoxo.
Mìsia era también un personaje casi teatral, en el sentido en que lo fue Mina en Italia 15 años antes. Fría y cálida a la vez, sensual y misteriosa como sacada de una película de Hollywood de los años 30, un poco tabernaria y maldita... Contaba a menudo que uno de los grandes momentos epifánicos de su vida ocurrió cuando conoció a Caamrón de la Isla en una discoteca de Madrid. En un mundo ideal debieron de hablar del destino, del fatum latino.
Despedida de Estado
La noticia de la muerte de Mìsia fue comunicada por el Gobierno de la República Portugal y eso da una medida de su importancia. La ministra de Cultura lusa, Dalila Rodrigues, lamentó su fallecimiento en una nota remitida a los medios y destacó que "Mísia fue una voz fundamental en la renovación del fado, sin miedo de experimentar nuevas sonoridades y abordajes menos convencionales".
"Prueba de la forma como granjeó el reconocimiento de sus pares, nos deja una vasta lista de colaboraciones con músicos de todo el mundo, que demuestra su versatilidad y su talento", señaló.
Según medios locales, Mísia -que celebró hace dos años sus tres décadas de carrera musical- falleció en un hospital de Lisboa debido a una crisis relacionada con su enfermedad.