CINE
Entrevista Chimpún

C. Tangana: "No sé si quiero matar a C. Tangana, no lo descarto... Se me hace un personaje lejano"

Se vio en la cima y saltó al vacío para estrenarse como director. ¿Por qué? "Ni sé música ni sé cine ni sé nada, pero quiero hacerlo todo", explica

C. Tangana posa para la entrevista.
C. Tangana posa para la entrevista.
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C. Tangana es el cantante de Schrödinger y está metido en un cajón del que no sabremos si saldrá vivo o muerto. Quien habla aquí es, sencillamente, Antón Álvarez (Madrid, 1990) o, por matizar, el director Álvarez. Se estrena en la dirección con La guitarra flamenca de Yerai Cortés, ya en cines, un documental sobre un tocaor flamenco que, créanme, es mucho más que un documental sobre un tocaor flamenco. Es la enésima transformación de quien ha sido Crema, Pucho, El Madrileño y, sí, por encima de todos, C. Tangana. "Me gustaría pensar que cada vez que me entrevistas soy alguien distinto. Presentarme al mundo de una forma diferente cada poco tiempo me parece lo más honesto porque esa transformación es real", explica.

Quemas 'personajes' a mucha velocidad y sólo tienes 34 años. ¿No te preocupa quedarte sin registros?
No le tengo miedo a eso. La mayoría de la gente que tiene miedo al cambio en la faceta artística obtiene un peor resultado. Tratas de mantenerte en un lugar que ya no te corresponde, hacer cosas que no sientes de verdad, contar historias que no forman parte de tu vida real, vestirte de una forma que ya no te encaja y llegar a un público que no conecta contigo. No quiero verme en esa situación en el futuro. Me gustaría verme con menos público, con menos putas cosas, pero contento con lo que estoy haciendo en cada momento.
¿Cómo te planteas un cambio así? Eres un músico sin nada por demostrar, pero en el cine eres un novato y podrías no ser bueno.
Siempre tengo que pensar que lo que hago puede ser un desastre para que salga algo interesante. Si no hay riesgo de que la pueda liar, es que no estoy poniendo nada en juego y me he instalado en una zona de confort que probablemente no dé ningún resultado sorprendente o significativo. Poco a poco, con la productora (Little Spain) me he ido acercando a la parte audiovisual, ya he dirigido alguna cosa y cuando se me ocurrió que la vida de Yerai podía ser un largometraje, no pensaba que estuviera del todo preparado para dirigir. He aprendido a hacerlo durante el rodaje de esta peli. Claro que estaba acojonado a veces, pero está bien así. Si no siento un poco de pánico a lo que va a suceder, no tiene gracia, es como si estoy en la oficina de 9 a 12 esperando a que llegue la pausa para el bocadillo. Eso me horroriza.
¿Es tu gran miedo?
Sí. Tengo pánico a acomodarme. Por otro lado, también me gusta vaguear, no quiero estar toda la vida trabajando. Disfruto cuando puedo pensar: "Buah, no tengo nada que hacer hoy, voy a cocinarme algo rico, voy a ver cuatro pelis, me puedo dormir la siesta tranquilamente y cuando me despierte, me he despertado". Eso me encanta, pero perder la pasión es lo que más miedo me da en la vida.
Te has currado mucho la imagen de tío distante, casi sobrado a veces, aunque no lo seas en el trato. ¿Es un mecanismo de protección o disfrutas del juego de disfraces?
Hay una parte de esa distancia que no la he generado yo voluntariamente. La mayoría de las personas publican su vida constantemente en las redes sociales y que un artista no lo haga ya genera una distancia muy rara, pero no es algo que yo busque, simplemente es que a mí no se me ocurre enseñarte todos los días lo que he comido ni dónde estoy porque me parece una barbaridad. Esa sobreexposición en redes es una neurosis de nuestro tiempo que no es natural, no creo que sea buena y no me gusta. Luego hay otra parte que es la construcción artística, que a mí me merece un respeto, la quiero hacer lo mejor posible y tiene que tener magia, belleza y sorprenderte. Cuando veo a artistas que intentan hacer algo súper realista, como a pie de calle, siento que es gente que en realidad no ha estado ahí, en eso que está contando. Lo que están haciendo sigue siendo un anhelo artístico de crear algo súper grande igual que el mío, porque ni sé música ni sé cine ni sé de nada, pero quiero hacerlo todo y lo mejor posible.
Algo sabrás ya, ¿no?
Algo he terminado aprendiendo, pero cuando haces una peli, escribes un libro o compones una canción, siempre hay un ejercicio de intentar llegar a algo que, a priori, no puedes alcanzar.
Con 'El Madrileño' [su disco de 2021] lograste con 31 años el reconocimiento y el impacto cultural que muchos artistas persiguen toda su carrera. Y, entonces, decides dar este giro radical. ¿Huyes del éxito?
Yo sigo persiguiendo el éxito, pero ¿qué es ese éxito? Para levantar una película la mayoría de la gente necesita un montón de cosas que, por mi notoriedad, yo ya no, pero que sí necesitaba antes para sacar un disco y que la gente lo escuchase. Dependiendo de cada momento mi idea del éxito puede cambiar, pero para mí el éxito fue el día que dejé de currar y me dediqué sólo a la música. Ese fue el cambio realmente sustancial y material, como si me cortan una pierna y me ponen una nueva. Eso cambió mi vida. A partir de ahí hay distintos objetivos que te vas marcando. De pequeño no tienes nada y quieres poder comprarte un piso. Luego quieres desarrollarte, ves que te queda menos tiempo y quieres descubrir otras cosas en las que puedas funcionar que no sea sólo la música. Siento que tengo la misma ambición que antes, esa ambición desmedida sigue ahí, lo que pasa que es que hubo un momento en el que estaba totalmente colapsada y enfocada en convertirme en un artista cuyo directo tuviese la misma importancia que lo que hacía en el estudio. Eso me obsesionaba.
¿Sientes que lo lograste con la gira de 2022?
Sí, creo que lo logramos, pero eso también hace que tus prioridades vayan cambiando. Eso ya está hecho, a otra cosa. Nunca me ha gustado el escenario, mi prioridad no es hacer un cacho de bolo que flipas, es imposible. Hicimos la gira, funcionó, fantástico, pero en el fondo, para mí, esta cosa del éxito es, sencillamente, mantenerme ahí y poder seguir haciendo los proyectos que me apetezcan. Ha sido fundamental que en la música me vaya muy bien para poder hacer esta peli independiente.
Es también una manera de rebajar las expectativas tras un gran éxito. ¿Sentías esa presión?
Yo tengo las expectativas muy altas.
Me refería a las ajenas.
Eso ya es otra historia. Las ajenas es que... Has dicho antes que 'El Madrileño' tuvo el reconocimiento general, pero en realidad hay mucha gente a la que no le ha gustado. Muchísima. Hay muchos periodistas que han dicho que no es un buen disco. Existe esta idea de que hay una especie de check global que, si lo pasas, dice si lo que has hecho es bueno o malo, pero yo creo que eso no existe. Para mí es muy importante la opinión de ciertas personas en ciertos ámbitos. Por ejemplo, si Eliades Ochoa estaba en el estudio conmigo dos horas en 'El Madrileño' y decía "yo me voy porque este tío es un coñazo y no tiene ni puta idea", hubiera sido un desastre. Pero si Eliades Ochoa ve esta peli y dice que no le gusta, me da igual, no pasa nada, todo está bien y me iré con él a cantarme unos sones. Y al revés, si Isaki Lacuesta me dice que esta peli es un desastre, sabré que no me ha salido bien, pero si me comenta que esta es mi mejor canción y debe ser mi próximo single, lo valoraré bastante menos. Me importa mucho lo que piense la gente de mi trabajo, pero no toda ni en todo. ¿Quiero que esta peli la vea mucha gente? Por supuesto. Ahora, ¿necesito que los críticos de cine la elogien? Probablemente ahora mismo me dé igual. ¿Y que sea un éxito de taquilla? Pues tampoco, porque ya no necesito que el resto me dé todo el dinero como cuando saqué '10/15', en 2015, que necesitaba sacar una gira para dejar de currar. En cada momento tienes necesidades distintas.
Para saber más
El artista madrileño, en el hotel Urso de su ciudad.
El artista madrileño, en el hotel Urso de su ciudad.

Últimamente aseguras que te mueve la intuición, pero la primera vez que hablamos, en 2018, resultaba llamativo lo cerebral que eras y lo claro que tenías que el arte es también negocio. ¿Es real esa evolución de lo materialista a lo espiritual?
Ambas cosas son reales. Yo triunfé relativamente tarde para cómo triunfa ahora la gente, que con 18 o veintipocos ya tienen algo en redes y en internet. Yo hasta los 28 años no pude decir que estaba seguro de que era un profesional de la música. Ahí era un momento en el que estaba madurando mucho esa idea de poder vivir de esto, del negocio y el dinero, porque iba tarde y me había costado. Es normal. Ahora no me interesa tanto... o no me interesa tanto contarlo, siendo honesto, pero siento que todo aquello era verdad, en aquel momento sí que estaba muy enfocado en cómo vender el producto. Y también en otra cosa que me interesaba y me sigue interesando, aunque ya en un segundo plano, y es que el propio arte hable sobre el mercado. Me daba mucha rabia que en el mundo del hip-hop en Estados Unidos eso estaba logrado y en España, no.
Estaba hasta mal visto.
Exacto, aquí estaba mal visto. Me interesa el arte que habla sobre su propia mercantilización, hablar de todo aquello me parecía un ejercicio artístico. No era sólo decir que yo, como persona, tengo una supervida, sino, como artista, hablar sobre llegar a más gente, sobre el nivel de exposición, sobre ganar dinero... Todo eso me parece que es un gesto artístico como para otra gente puede serlo un color, utilizarlo constantemente en tu obra e ir vestido todo el rato de ese color. Está guay, pero se puede cambiar. Dejemos a Eduardo Casanova que se ponga de verde ahora, no tiene que estar de rosa todo el rato. Es un gesto artístico, no algo que vaya constantemente integrado en tu personalidad.
¿Qué lugar ocupa el no posicionamiento político en esa construcción artística?
El problema no es posicionarse políticamente, es la elección que te ofrecen a la hora de hacerlo. Lo que el mundo no te puede exigir es que elijas entre una mierda y otra mierda. Uno puede no querer ninguna de esas dos mierdas y pensar que hay más y mejor en el mundo. El posicionamiento político en este país normalmente siempre funciona igual: "Dame una respuesta sobre este tema en el que hay estas dos posturas, ¿cuál eliges?". Sin matices ni alternativas. Ese es el nivel al que llegamos. Soy una persona política y he tenido posicionamientos concretos que tenían que ver con las circunstancias políticas de mi país en un momento determinado, pero la idea de que posicionarse es elegir un bando me repele, porque, encima, vaya bandos.
Veo que ninguno te resulta especialmente atractivo.
No, así que, efectivamente, considero que el artista se debe a algo mayor que una circunstancia política determinada de ese momento o de ese año. Como personas, todos somos seres políticos y yo también he tenido momentos en los que me he posicionado y he dicho cosas fuertes, pero como artista hay algo que se pierde si tú estás haciendo algún tipo de publicidad, porque hacer propaganda política es hacer publicidad. Eso empobrece el mensaje, porque puedes decir las mismas cosas sin necesidad de ser obvio. Puedes hablar sobre clase social y sobre cosas que crees que se deben cambiar, pero puedes hacerlo de una forma mucho más sensible que la propaganda. La propaganda es decir explícitamente que tienes que votar aquí, ir por este camino y hacer esto. Eso no me gusta y hay otras formas más sutiles de decir lo mismo.
En una entrevista en este periódico hace unos meses, contabas que llevabas dos años sin entrar en un estudio. ¿Sigues sin hacer música?
Sí, sí, sigo igual.
¿Ni ganas?
Bueno, ganas tengo siempre, siempre tengo ganas de crear. Para mí el mejor plan del mundo es ir al estudio o a un rodaje, eso no se me ha pasado. Pero no me he puesto y tampoco lo tengo planeado.
¿Vas a matar a C. Tangana?
No lo sé, no lo descarto, aunque sé que va a ser jodido quitarme a Tangana. La verdad, tampoco sé si me lo quiero quitar definitivamente, lo que sí sé es que se me hace un personaje lejano. Veremos.