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Javier Cercas: "El papa Francisco es profundamente anticlerical"

El escritor y académico fue elegido por El Vaticano para escribir sobre los pasillos de la institución, con la licencia para acceder a todos los rincones. El resultado es El loco de Dios en el fin del mundo

Javier Cercas
El escritor Javier Cercas.Alberto Di LolliMUNDO
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Puede parecer otra novela sin ficción de Javier Cercas. Pero tiene más: crónica, ensayo, "novela policíaca" (lo dice el autor), también un desafío o una desobediencia. Después de una firma de libros en Turín, un enviado del Vaticano se acercó a Javier Cercas para proponerle algo imprevisto: acceso total al Vaticano para escribir el libro que quisiera. La excusa: un viaje del papa a Mongolia, país donde el catolicismo es marginal. Tiene 1.500 fieles. El escritor, después de confirmar que el emisario iba en serio aceptó. Gozó de meses de entrevistas, viajes vaticanos, confesiones, y jornadas de puertas abiertas hasta lograr el material necesario para armar El loco de Dios en el fin del mundo, publicado por Random House.

Este libro, en la senda de otros suyos -Anatomía de un instante y El impostor-, es una feliz bastardía de géneros. "Ceñir la literatura a la ficción me parece reduccionista. Este es un texto híbrido, mestizo, así como nos enseñó Cervantes", dice. La vara de zahorí que escogió Cercas para dar sentido a la investigación, a la experiencia, fue su madre (fallecida hace cuatro meses). Ella tenía, por robustez católica, una obsesión hasta el final: la esperanza de que exista la vida eterna para reunirse en el más allá con su marido. Y esa misión, preguntar si era posible aquello (asunto principal del catolicismo), impulsó al escritor y académico.

El libro es el relato de cómo se hace este relato. Una visión intestina del Vaticano. Una aportación surtida de luces y sombras. Una maquinaria de reflexión, de dudas, de certezas, de extrañezas. En El loco de Dios en el fin del mundo no habla con Francisco, pero no deja de hablar. Quien dice es Javier Cercas, pero también otro Javier Cercas. Los círculos concéntricos de este papado son las mejores señales de su misión, de su revelación, de su poder. Y es un ateo y anticlerical quien viene a alumbrarlo.

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El escritor Javier Cercas
El escritor Javier Cercas.Alberto Di LolliMUNDO

Antes de este libro, ¿sentía curiosidad por este papa?
Primero debo decir que mi familia es católica y mi educación es católica porque además estudié en un colegio de curas hasta llegar a la Universidad. Así que soy católico por los cuatro costados. Todos lo somos en España. Hay un ensayo importante de Benedetto Croce, ateo, donde dice: "No podemos no llamarnos cristianos". En Europa procedemos del cristianismo. De Jesucristo y de Sócrates, de Jerusalén y de Atenas. En la política, en la cultura, en todo. Nos guste o no.
¿Y usted?
Soy ateo y anticlerical. Y he acabado el libro igual de ateo y más anticlerical de lo que era. En esto último me reconozco en este papa.
Cómo es eso.
Porque Francisco es anticlerical. Esto es fundamental para entenderlo. Es un elemento crucial de su manera de ser católico y de ser papa.
¿Y cuánto le interesaba Francisco antes de tener acceso al Vaticano?
De siempre me ha interesado la Iglesia y el Vaticano. Las incógnitas, los secretos, los obstáculos... Pero desde un posicionamiento muy crítico. Al ponerme a escribir este libro era importante enseñar de inmediato todas las cartas. Advertirle al lector de que yo soy como soy: ateo y anticlerical. Y Francisco me atraía, pero como otros papas. Por ejemplo, Juan Pablo II, un personaje tremendo. Y Benedicto XVI también, aunque me parece algo menos interesante. Este libro, en parte, es una inmersión en el Vaticano.
Y entraba ya con prejuicios.
No creas. Mi primera intención fue llegar sin ellos, o con los menos posibles. Y eso que son aplastantes. Por eso quise entrar en ese mundo con una mirada limpia para escuchar mejor. Entiendo este libro como una investigación policial. Todas las novelas que me han importado, del Quijote hasta hoy, son novelas policiales: en todas hay un enigma y el escritor intenta descifrarlo. En este caso hay un enigma de dimensiones colosales con una cuestión de partida esencial: el asunto de la resurrección de la carne y de la vida eterna. Quien no cree en eso no puede ser cristiano. Lo dice San Pablo, no lo digo yo. Algo en lo que creyó mi madre hasta el final de sus días. Y yo quería llevarle al mensaje que me diera el papa respecto a esto. La obsesión de mi madre era saber si el día de su muerte se reuniría con mi padre en el más allá. Y este es el motor del libro. En algún momento digo algo que hizo reír a algún cardenal y alarmó a curas y monjas que estaban presentes. Y es que comparada con la fe de mi madre, la del papa Francisco me parecía algo dubitativa. Esta pregunta no está en mí por un interés teológico, sino por un interés puramente personal: mi madre creía en eso y quería preguntárselo a la única persona autorizada a contestarla.
Y así justifica que "un loco sin dios vaya en busca del loco de Dios".
La palabra loco viene de Francisco de Asís, se lo llamaba a sí mismo. "El loco de Dios". De él toma Bergoglio su nombre de Papa. Por primera vez la máxima figura del Vaticano recurre a Francisco de Asís. Por primera vez hay un papa jesuita. Y por primera vez hay un papa latinoamericano... En cualquier caso, este es un libro de locos. Otros locos de dios son los misioneros y, en el fondo, todo aquel que cree seriamente.
Cómo y cuánto.
En mi vida normal soy un loco razonable que guarda las formas. Es decir: un loco reprimido. Y los libros me sirven para mandar al carajo mi represión y ondear mi locura. Y en este libro lo he hecho más que en ninguna parte... Para creer lo que cree un católico hay que estar como una cabra. En el siglo XXI nos reímos, pero en esa locura de la resurrección de la carne y el más allá ha creído alguna de la gente más inteligente de la historia. De San Agustín a Cervantes. De Kant a Einstein (que creía en el Dios de Spinoza). Así que risas, las justas. Tomemos esto con prudencia.
Pero usted no cree.
No, claro que no. Pero entiendo en Francisco y en tantos otros un punto de locura quijotesca. Pero también está el loco sin Dios, que en este libro es el narrador. Y déjame que haga un apunte: este libro no contiene ficción y el yo de este libro me refleja a mí y a la vez no soy exactamente yo, sino una versión mía. Y de dónde viene el loco sin Dios. Pues obviamente del loco de Nietzsche. De ese fragmento suyo donde dibuja a un hombre loco que sale a la calle en pleno día con un farol anunciando a los gritos que Dios ha muerto y, ojo, ¡qué lo hemos matado nosotros, los humanos! La gente olvida que ese loco no está eufórico, sino desolado porque si Dios no existe nada tiene sentido porque la base de nuestra civilización se viene abajo. Ese loco sin dios es un perfil del yo que perdió la fe y cree que tenerla, de la manera en que la sentía mi madre, debe ser alucinante.
¿Por qué lo eligieron a usted?
Es la única pregunta que no he hecho en los dos años de trabajo. Algo sí nunca se lo habían ofrecido a un escritor, creyente o no creyente.
Y lo primero que les pidió, según cuenta, es hablar con el papa.
Lo primero que pedí, sí. Pero luego me di cuenta de que quizá no era el propósito central. Este Papa ha concedido muchas entrevistas, algo insólito. Los papas precedentes hicieron poquísimas o ninguna. Pero después de leer decenas de entrevistas con Francisco, nadie le había hecho la única pregunta que en verdad importa: ¿existe la resurrección de la carne y la vida eterna? Les digo que es lo que quiero saber, lo más elemental, la pregunta de un niño, y se sorprenden.
Así que no tuvo entrevista.
Quizá fue mejor así.
Hace este libro desde círculos concéntricos, sin llegar a la conversación larga con Francisco. Más o menos como en aquel relato mítico de Gay Talese, 'Sinatra está resfriado', donde el periodista no llega a entrevistarse con el cantante pero en el camino, con la observación y las confesiones de la gente de su entorno, hace un retrato formidable.
Es que si llego directamente a él quizá no tengo libro. Una entrevista más para escucharle hablar de lo de Ucrania o cualquier otro tema de actualidad, qué sentido tiene.
Porque a veces la novela, la literatura, es un no llegar llegando.
Exacto. Piensa en novelas como El corazón de las tinieblas, de Conrad; o en Moby Dick, de Melville; o en El Proceso, de Kafka. A veces, cuando prescindes de la ficción en la literatura, las cosas se complican mucho. Pero esa complicación es una ventaja, porque las dificultades abren sendas nuevas. Te obliga a buscar otro orden en la misma realidad. Y te obliga también a ser paciente. Que para mí fuera difícil acceder al papa ha sido infinitamente mejor para el libro. Este es un libro sobre el Vaticano y el papa que además es un libro sobre mi madre. Y nuestra última conversación tiene que ver con ella, que falleció hace cuatro meses.
Dice que la fe del papa se hace preguntas, ¿su ateísmo también se las hace en otra dirección?
El papa tiene una fe muy sólida. Y en mi caso, no tengo posibilidad de creer. Yo soy ateo, no agnóstico, pero hay una frase de Hannah Arendt que me ha hecho pensar: "Un ateo es un necio que cree saber aquello que no se puede saber". Está bien. El problema para mí es que sin la creencia de la vida eterna, en la que creen el papa Francisco y mi madre, no hay cristianismo posible.
¿Y después de escribir este libro?
Pues igual. Pero ahora siento un respeto más profundo por cierta gente vinculada a la Iglesia, como los misioneros. Esos son los otros locos de Dios, gentes que llegan las primeras y se van las últimos de infiernos inimaginables. Eso no tiene nada que ver con fisuras en mi ateísmo. Los envidio por el superpoder, por su energía suplementaria. Marchar a un sitio como Mongolia, donde casi no hay católicos, a soportar temperaturas de 50 grados bajo cero en invierno, para comunicar lo suyo y ayudar a quien quiera o pueda ser ayudado, es encomiable.
Y esa es también una de las preferencias de Francisco.
Porque su intención es misionera. Ir a buscar a los que no son como nosotros, dialogar con musulmanes, con budistas, con ateos.
Acumula también muchas críticas.
Muchas. Y, por cierto, la Iglesia española es (junto a la de EEUU) una de las más opositoras a Francisco. Es brutal contra él. Vienen a decir que este tío hace caso a los que no son católicos y a nosotros nos abandona. Y que además es rojo, o comunista, y argentino... Eso es falso. El papa habla para los católicos en el 80% de lo que dice, pero es verdad que él quería ser misionero. Su afán cristiano prefiere lo periférico.
Francisco, en este momento del mundo, parece tener poco encaje.
Por eso hay quien dice que para acompasarse al presente la Iglesia va a dar un bandazo y hay posibilidades de que escojan, cuando llegue el momento, a un papa anti Francisco. No soy experto en el Vaticano, aunque ahora lo conozco bien, pero me parece que no va a ser tan fácil rehacer algunos cambios de fondo importantes que ha hecho Bergoglio. De él me han sorprendido muchas cosas, empezando (insisto) por su anticlericalismo.
¿Es tan así?
Lo es. Y es un elemento capital para comprender su posición en el Vaticano. Él dice que el clericalismo es el cáncer de la Iglesia. ¿Y qué es el clericalismo? Pues la idea de que el sacerdote está por encima de los creyentes. Esto es algo que los españoles conocemos muy bien. El problema de la Iglesia española es el clericalismo. Los abusos sexuales vienen de ahí, del abuso de poder. Y algunos de los cambios impulsados en su papado son profundos para atacar eso. Por ejemplo reformando la banca vaticana, que casi era un paraíso fiscal donde estaba la mafia y todo lo peor.
¿Alguno más?
Los hay, aunque no ha hecho todos los cambios que habría querido. Lo que tengo claro es que ahora no va a ser fácil dar marcha atrás en algunas de sus reformas. Mira, un alto porcentaje de los cardenales que van a elegir al próximo papa, los ha escogido él desitalianizando la curia y descentralizando la Iglesia. El centro de la Iglesia no está en Europa, sino en Latinoamérica, en África, en Asia. Entonces, no va a ser fácil, que los cardenales que él ha puesto vayan a optar por un cambio de modelo radical, me parece a mí. Francisco es un hombre de poder.
Pues lo disimula bien.
Pero lo es. Tenía una idea de la Iglesia y ha hecho lo posible, hasta donde ha podido, por aplicarla. Y en ese camino no se ha dejado comer. Él está posicionado en algunas cosas principales de la Iglesia. Es contrario al aborto, a la eutanasia, al matrimonio homosexual, de otra manera no es posible ser papa. Pero cuidado con Francisco. A él lo escogieron porque tenía un plan. Y es un tipo duro, no un blandito. Siempre fue un hombre de poder, con sus muchas sombras. Por eso en mi libro hay un intento de interpretación de un personaje complejo que también tiene sus ramalazos autoritarios. El viejo dogmatismo le asoma. No es el abuelito de Heidi.
Así que se ha tenido que proteger del Vaticano.
Vamos a ver, el poder del papa en el Vaticano es absoluto y él puede tomar las decisiones que quiera. Esa idea del papa solo no es cierta. Había una parte del Vaticano que manifestó curiosidad cuando fue elegido porque en verdad muy pocos lo conocían. Acudía a las reuniones a Roma y regresaba a Buenos Aires. No se quedaba por allí intrigando. Así que lo que ha ido haciendo es propiciarse un Vaticano a su medida. Y hoy la gente de allí está completamente alineada con él. Al llegar lo que hizo fue quitarse a los enemigos, a los conspiradores y a los que no se alienaban con su proyecto. Hoy la curia es suya.