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Una aspirina por culpa de una otitis a los siete años la dejó sorda. Para entonces, como ella misma explica, ya sabía que los abrazos, los portazos, los arañazos y hasta los codazos suenan, y lo hacen fuerte. Y también sabía a qué suena el sol de las tardes de sol y los aromas de, por ejemplo, la primera primavera de marzo. Porque las vidas, todas ellas, como las palabras, suenan independientemente del sentido con que se perciban. Miriam Garlo, de 40 años, nació en Molina de Segura, en Murcia, y desde muy pequeña, supo que quería lo que quería, pese a todo o precisamente por ese todo que le acosa desde que un accidente descubrió que era alérgica al ácido acetilsalicílico. Y estudió Bellas Artes y luego teatro y así hasta que en el pasado festival de Berlín, Sorda, la película de Eva Libertad de la que ella es protagonista a lado de Álvaro Cervantes, sorprendió y ganó todo lo que puede ganar una película en la sección Panorama. Bombazo. Ahora la película llega al certamen de Málaga. De un plumazo, como un latigazo. Sin embarazo. Con una fuerza bien sonora, vamos.
- ¿Lo de ser actriz es una herencia familiar o un empeño personal?
- Es una cuestión familiar. En casa, el cine y el teatro siempre han sido muy importantes. De pequeña, mis padres nos llevaban a mi hermana y a mí a todos los eventos de teatro que había en el pueblo. Ahí descubrí que la dimensión poética, creativa e imaginativa me resultaba muy cómoda, mucho más que hablar. Recuerdo que, para mí, los momentos en los que me llevaban a ver teatro eran como un respiro: podía disfrutar y construir en mi cabeza lo que veía. Así fui creciendo siempre con un ojo puesto en la escena. En mi pueblo había un festival de teatro muy importante, el Festival de Teatro de Molina de Segura.
- ¿Y qué recuerda de entonces, de ese teatro?
- Recuerdo ver espectáculos de Illana y mucho teatro de calle, siempre con una dimensión que interpelaba al público. Aunque era pequeña, ver a mis padres conmovidos por grupos como La Fura dels Baus me hacía vibrar. Era algo que me llegaba profundamente, aunque no lo entendiera del todo en ese momento.
- Pero sus padres no tienen que ver profesionalmente con el teatro...
- Es solo afición. Aunque en mi familia siempre ha habido mucha. Mi padre montó un grupo de teatro con gente joven, un tío mío es director de teatro y otro es actor. Sin embargo, no me lo tomé en serio hasta los 17 años, cuando me fui a Madrid a estudiar Bellas Artes. Allí descubrí que necesitaba hacer teatro. Me uní a un grupo que luego se disolvió, pero yo monté otro y metí a mi hermana como directora. Presentamos un proyecto en la universidad, lo aceptaron, y así empezó una aventura que duró seis años, incluso después de terminar la carrera. Fue una experiencia maravillosa.
- ¿Cómo le condicionó el hecho de ser no oyente?
- Primero, con cariño, prefiero que no me llamen "no oyente". Soy sorda, y esa es una condición válida y auténtica. Ser sorda me ha hecho esforzarme mucho. Perdí la audición a los siete años, y eso tuvo un impacto en mi familia. Durante años, sentí mucha presión por demostrar que era válida. La parte positiva es que me ha hecho ser muy curiosa y trabajar duro. La parte negativa es que no supe disfrutar y sufrí un desgaste emocional hasta que aprendí a gestionarlo. En el grupo de teatro de Bellas Artes, trabajé terapéuticamente mi identidad, lo que me ayudó mucho. Allí podía explorar mis miedos y transformarlos en algo creativo.
"Las personas que abrazan las ideologías anti woke lo hacen por miedo, pero la apertura y la inclusividad da libertad"
- ¿Recuerda cuando perdió la audición?
- Tengo flashes. Fue traumático, porque veía lo que pasaba a mi alrededor. Pero en ese momento no era consciente. Estaba en modo supervivencia. Recuerdo imágenes, como a mi hermana y a mis padres hablando en la cocina, pero no entendía lo que pasaba.
- ¿Cómo cambió su vida diaria?
- Era muy pequeña. Pero siempre he tenido dificultades para vincularme. No soy de tener muchos amigos, pero he construido un mundito poco a poco. Mis amistades son muy selectivas, y busco personas que entiendan y respeten mis necesidades.
- ¿Cómo se experimenta la desconexión entre lo que la sociedad entiende por normal y la necesidad de inclusión?
- Es algo con lo que sigo lidiando. La sociedad necesita una mirada inclusiva, empática y solidaria, pero las estructuras políticas y culturales perpetúan lo que siempre ha funcionado para unos pocos. Ahora estamos incordiando para cambiar eso. La sociedad no puede seguir siendo tan hipócrita. Necesitamos políticas y acciones concretas que reflejen una verdadera inclusión, no solo discursos vacíos.
- ¿Y cómo vive la reacción contra los movimientos de inclusividad, tachados de woke insistentemente por la extrema derecha?
- Lo vivo con tristeza, pero creo que la naturaleza y la sociedad va hacia la inclusión. Las reacciones en contra son producto del miedo, pero no van a detener el avance. Las personas que abrazan esas ideologías tienen miedo, pero la apertura y la inclusividad da libertad. No podemos retroceder en los derechos que hemos ganado, aunque haya quienes intenten poner barreras.
- ¿Cree entonces que la flecha de la historia, pese a las dificultades, va siempre en un sentido?
- Sí, porque todo eso no es más que perder el tiempo. Por mucho que te opongas y te resistas no vas a conseguir que no que existan personas sordas en el mundo o que las mujeres no avancen en sus derechos... El ser humano es inteligente y hasta las personas que abrazan esas ideologías dentro de sí saben que no lo hacen porque creen de verdad en ellas, lo hacen por miedo. Si te empeñas en parcelarlo todo, en establecer barreras de propiedad privada por todos los lados, es muy triste. Así es imposible vivir bonito.
"Para mí, normalizar es que me dejen en paz. No quiero que me clasifiquen como anormal"
- La película habla de cómo se vive el amor en una relación entre un oyente y una persona sorda. Un pregunta muy básica: ¿El amor se vive de otra manera siendo sorda?
- No sé cómo es desde la parte oyente, pero en mi relación siempre estoy trabajando para explicar mis necesidades. Es difícil, pero es un esfuerzo mutuo. Mi compañero tiene que adaptarse a mí, y yo a él. Es un proceso constante de comunicación y comprensión.
- Entiendo que ésa es una bonita definición del amor en cualesquiera de las circunstancias...
- Sí, pero cuando media la sordera, más. Todo es mucho más evidente. Además, siempre es más complicado cuando es el hombre el que tiene que hacer el ejercicio de adaptación. Se ve en la película, ese viaje de entender, cuidar, proteger y devolver lo que te están dado les cuesta mucho más a los chicos. A los hombres os faltan referentes de hombres que empiecen a desarrollar ese cariño, esa ternura, esa escucha a la situación... No es fácil y no lo es porque siempre tienes que estar aprendiendo.
- ¿Es más difícil ser una mujer sorda que un hombre sordo?
- Sí, hay una doble discriminación. Muchos hombres sordos también son machistas por falta de acceso a información sobre feminismo. Es un problema que debemos abordar desde la educación y la concienciación.
- La película habla de la maternidad. En tu vida eres madre también...
- Sí, pero, aclaro, mi compañero tiene un hijo y ese niño pasa la mitad del tiempo con nosotros. Para mí, es una experiencia añadida. Yo había decidido no ser madre porque no me gusta cómo está el mundo y no me parece justo. Pero la vida me llevó a esta situación. Es un desafío, pero también una oportunidad para crecer.
"Es más difícil ser una mujer sorda que un hombre sordo porque sufres una doble discriminación"
- ¿Cómo vive el que se insista tanto en el valor digamos social de una película como Sorda y se deje de lado, por así decirlo, su intrínseco valor cinematográfico?
- Es un poco triste que el tema de la sordera lo eclipse todo y oculte los valores cinematográficos de la película. Confío en que la película primero atraiga por la curiosidad del tema y luego se aprecie su calidad. La película tiene una narrativa y una estética muy trabajadas, pero a veces el tema social opaca el resto. Sin embargo, entendemos que es importante que se hable de la sordera y que se normalice.
- ¿Cómo se relaciona con la palabra maldita: "normalizar"?
- Para mí, normalizar es que me dejen en paz. No quiero que me clasifiquen como anormal. Mi identidad es una mezcla de muchas cosas, y no encajo en etiquetas. La diversidad es algo natural, y deberíamos celebrarla en lugar de intentar encajar a todos en un mismo molde.
- ¿Recuerda cuando se dio el Oscar a la primera persona sorda, a Marlee Matlin, por Hijos de un Dios menor o, más recientemente, cuando ganó CODA?
- En el caso de Matlin, no lo viví personalmente, porque era muy pequeña, pero lo conozco. Para mí, ver a una persona sorda en una película es como encontrar un espejo. Te da amor propio. Ver que alguien como yo puede ser reconocida y valorada es muy importante.
- ¿Cuánto de agotador es estar explicando a un oyente como yo lo que significa ser sorda?
- Es agotador, pero también bonito. Lo que más me cansa es que me deja sin energía. Necesito tiempo para recuperarme después de estas conversaciones. A veces, me retiro a un lugar tranquilo para poder escuchar mis propios pensamientos.
- ¿Cómo se imagina lo que viene después de Sorda?
- Me gustaría seguir interpretando papeles que reflejen la diversidad dentro de la sordera. Hay muchos tipos de sordera, y quiero explorarlos en el cine, el teatro o la televisión. Quiero que se vea que las personas sordas somos tan diversas como cualquier otra persona.