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Carmen Martín Gaite, la escritora popular que supo dar voz a nuestro siglo XX: "Su secreto fue no escribir nunca desde un pedestal"

Escritora clave del siglo XX español, la autora salmantina destacó como pocos en hacer literatura de la vida y vida de la literatura. El filólogo José Teruel se zambulle en una biografía ganadora del Premio Comillas en las claves que configuraron su ecléctica obra y su irrepetible personalidad

Carmen Martín Gaite
Carmen Martín Gaite fotografiada en su casa de Madrid en 1992.JOSÉ AYMÁ
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Entre 2008 y 2019 José Teruel dirigió la edición anotada de siete tomos de las obras completas de Carmen Martín Gaite (1925-2000), además de editar desde hace años para la editorial Siruela volúmenes de conferencias, relatos, poemas y artículos. Una inmersión que no podía culminar sino con la biografía de una escritora que, como explica a EL MUNDO, "hizo literatura de la vida y vida de la literatura. Este conocimiento exhaustivo de su obra, desde los títulos conocidos a los dispersos e incluso inéditos, pasando por la lectura atenta de sus cuadernos personales, agendas y epistolario, fue lo que me impulsó a pasar a lo biológico de su obra, porque en Carmiña una y otra son indisolubles".

Filólogo de formación, profesor honorario de Literatura Española en la Universidad Autónoma de Madrid y experto también en la obra de Luis Cernuda, Gerardo Diego y Carmen Laforet, Teruel insiste en esta correspondencia bioliteraria. "En sus novelas es sencillo advertir cómo tras la superficie de las tramas, tras los ropajes de la ficción, circula siempre el río subterráneo de la escritura del yo, de lo biográfico. Pero siempre de forma sutil, nunca firmó una pieza estrictamente autobiográfica, le tuvo muchísimo recelo a ese género hoy tan moda", matiza el profesor. "Sin embargo, el marco de referencia de su mundo literario se nutrió de una categoría llamada experiencia".

Carmen Martín Gaite. Una biografía, obra ganadora del Premio Comillas 2025 que otorga la editorial Tusquets, es una reconstrucción minuciosa, amena y reveladora de la vida de la autora salmantina, que aborda cronológicamente: los antecedentes familiares; su formación en Salamanca; su amistad con Ignacio Aldecoa y su entrada ya en Madrid y en el grupo literario de la generación del 50; su noviazgo, matrimonio y posterior separación de Rafael Sánchez Ferlosio, su relación con su hija Marta y su trágica muerte y esa última década de éxitos y reconocimientos.

Para saber más

En esos orígenes, aliñados con crecer en una gris posguerra, encuentra Teruel muchas de las claves de la peculiar mirada de la escritora, en la que desempeña un papel clave la memoria y la necesidad de evocarla para entender y entendernos. "Martín Gaite mostró siempre un fuerte sentimiento de filiación: 'Mis padres estaban de fondo en todo lo que hacía, aunque no los viera', llegó a decir, y siempre se definió como una señorita de provincias, hija de un notario", explica.

En ese sentido, más allá de una educación elitista, la escritora disfrutó de un padre culto, gran lector y dueño de una biblioteca impresionante y de una madre muy imaginativa, muy intuitiva, a la que le gustaban las novelas de aventuras y la novela rosa. "Esas dos bibliotecas forman un buen guiso en el caso dela poliédrica Carmiña: Clarín, Galdós, Unamuno y Baroja por el lado del padre y Los tres mosqueteros y las novelas sentimentales de la época por el de la madre".

En cuanto a la moral y a la vida cotidiana de la posguerra, muy presente en obras como Entre visillos, El cuarto de atrás o Usos amorosos de la postguerra española, el biógrafo destaca que pese a que sus circunstancias familiares y económicas eran favorables, "el ambiente era hostil y las palabras más frecuentes eran miedo y frío. Como escribió, la restricción no sólo afectó a las cartillas de racionamiento, sino también a las conductas y a los afectos, especialmente a las relaciones entre hombres y mujeres", destaca Teruel. "No sólo al sexo en sí, palabra que casi no existía, lo que ella constata es que lo que estaba prohibido era la amistad y la sinceridad entre hombres y mujeres. Como decía siempre, la censura le afectó más en la vida que en la literatura".

"Fue una rebelde interior con una vida marcada por la tragedia"

Quizá por eso en sus libros, especialmente en los primeros, destaca una mirada compasiva hacia la mujer y también tintes de un feminismo pionero y basado en la acción. "Martín Gaite, que era una mujer muy inteligente, partió de la obediencia para desobedecer. En esto se parecía mucho a Santa Teresa. Su rebeldía fue siempre una rebeldía muy arraigada, pero también muy interior. Fue una rebelde interior con una vida trágica", reflexiona Teruel, que añade que sus ensayos sobre los usos amorosos en el XVIII y en la posguerra nacen "porque estaba preocupada por la suerte de las mujeres, educadas siempre en el tira y afloja del darse a valer y a gustar como mercancía encarrilada para el matrimonio".

Tras alcanzar el éxito en los 50 y 60, el Premio Nadal con Entre visillos, el Café Gijón con El balneario y ser finalista del Biblioteca Breve con Ritmo lento, varias desgracias se suceden en la vida de Martín Gaite. Ríos de tinta suscitaron su matrimonio y posterior separación del también escritor Rafael Sánchez Ferlosio, que Teruel niega que fuera, como se dice, fracasado y frustrado. "Nada es eterno y menos en el amor, pero yo diría que tenemos que ser justos. Los dos, cuando se casan en 1953, deciden dedicarse a la literatura, y lo cierto es que él le ayudó en su profesionalización como escritora", opina.

Sin embargo, Teruel recuerda que no todo era idílico, ni mucho menos. Más allá de la muerte de su hijo Miguel, que falleció de meningitis en 1954, con solo siete meses de edad, "ya a partir de 1960, la década más crítica en su vida, Martín Gaite comenzó a experimentar las rarezas de su marido, su inadaptación e incluso su sentido autodestructivo. Desde entonces no dejó que Rafael leyese nada de lo que escribía, porque sabía que le podía influir en contra, que sus críticas podían ser muy negativas. La admiración literaria pervivió, más por parte de ella, pero la relación estaba rota".

También en esa funesta década de los 60 sufrió la escritora la muerte de sus dos grandes amigos Ignacio Aldecoa y Luis Martín-Santos, "dos grandes escritores que sí la reconocían, quizás los más sensibles a su obra y los que mejor la entendían, como demuestra la dedicatoria que Martín-Santos le estampó en 1963 en su ejemplar de Tiempo de silencio", destaca el biógrafo, que recuerda que Martín Gaite escribió varios artículos, semblanzas y prólogos sobre su generación. "No sólo fue partícipe de este grupo de escritores de los 50, sino también fue legataria, nos legó a los que venimos después historias de esa generación. Escribió sobre todos, y salvo estos dos no fueron demasiado generosos con ella".

"La literatura fue para ella una defensa contra las ofensas de la vida"

En este sentido, Teruel desgrana la idea de literatura que fue madurando la escritora. "La literatura fue para ella una defensa contra las ofensas de la vida. La entendió como una salida de la incomunicación, como un refugio y también como un faro. Para ella era la posibilidad de conocernos mejor, de lanzar al aire preguntas sin respuesta, de poner las cosas en tela de juicio", resume el biógrafo. Otro aspecto que destaca, y que genera empatía con el lector, es la idea de que "el aprendizaje que nunca se cierra. Identificó la suerte del escritor con la del torero, pues decía que escribir es un oficio cuyo aprendizaje sólo se convalida al ejercitarse. De hecho, se quedaba medio seca siempre que terminaba una novela, con la terrible sensación de que no iba a poder escribir otra. Es decir, siempre prefería morir aprendiendo que morir sabiendo".

Entre los 70 y los 80, ya separada y viviendo con su hija Marta, la escritora alternaría novelas como Retahílas y la inclasificable El cuarto de atrás, Premio Nacional de Narrativa, con su pasión por la Historia, que fructificaría en unos innovadores y brillantes ensayos como El proceso de Macanaz, los citados Usos amorosos... o El cuento de nunca acabar, que la ameritan como una intelectual completa. Sin embargo, el destino le había reservado otro gran dolor: en 1985, con 28 años, fallecería a causa del sida su hija, figura, influencia y personaje en muchas de sus obras e inspiración para Caperucita en Manhattan, a la postre el gran best seller de la escritora. "Después de la muerte de Marta, la literatura le sirvió para sobrevivir. Su última etapa es una etapa de supervivencia", sentencia Teruel.

Paradójicamente, fue en esos años de finales de los 80 y los 90 cuando toma forma la Martín Gaite pública, la escritora sonriente, pertrechada con un cigarrillo humeante y una boina ladeada que comenzó a cosechar reconocimientos y a encontrarse con los lectores. "Su radical libertad se demuestra en esos cuentos de hadas como El pastel del diablo, El castillo de las tres murallas, Caperucitao La reina de las nieves. Fue una salida muy personal y fuera de tono, una cosa absolutamente imprevisible dentro de su generación. Fue como decir: hago lo que me da la gana y no le pido permiso a nadie, y si a mí me divierte escribir cuentos de hadas como soporte emocional, lo hago", remacha Teruel.

"Narró la vida de su público desde casa, ese lugar donde se cuece realmente la Historia"

En esos años crepusculares llegarían multitud de honores y premios, como el Príncipe de Asturias y el Nacional de las Letras, éxitos comerciales y de crítica como Lo raro es vivire Irse de casay, sobre todo, el reconocimiento masivo del público. "Su gran momento fue la Feria del Libro de 1991, cuando vendió casi 2.000 ejemplares de Nubosidad variabley tuvo una cola enorme. Para ella ese encontrarse con el lector era un renacimiento, una afirmación de que a lo que se había dedicado durante toda su vida tenía sentido", apunta el biógrafo, que opina que, en esencia, la obra de la escritora tiene una continuidad envidiable en sus más de 40 años de trayectoria. "Todas sus novelas, desde Entre visillosa la inconclusa Los parentescos, tienen en común narrar retazos de historias familiares, en definitiva, la vida de su público. Martín Gaite escribía historias íntimas, de casa, ese lugar donde se cuece realmente la Historia. Su éxito fue abordar durante 50 años la historia de la inestabilidad doméstica a través de la convivencia entre españoles".

Quizá por eso, concede Teruel, 25 años después de su muerte y 100 de su nacimiento, Martín Gaite sigue siendo una escritora plenamente vigente y popular, tal vez la única de esa generación de los 50, los Benet, Aldecoa, Ferlosio y Martín-Santos, que aún conecta con el lector actual. "Sigue leyéndose porque para ella hacer literatura presuponía siempre la presencia del otro. Siempre había un destinatario, un interlocutor, como decía", incide el profesor. "Entendió que la realidad artística era una representación compartida, y que la literatura era todo lo contrario al discurso de los locos o los vanidosos. No era una narradora olímpica, ni escribía desde un pedestal. Incluso a veces empleaba una expresión muy coloquial: 'Al lector hay que darle de vez en cuando una Coca-Cola'. Quizás sea la autora del siglo pasado más atenta y preocupada por conocer a qué tipo de público se dirigía, y eso la mantiene viva todavía hoy", concluye.