- Gala Premios Oscar 2025, la gala en directo
- Cine Nominaciones a los Premios Oscar 2025: lista completa de nominados
- Cine Premios Oscar 2025: toda la actualidad
- Crítica Dune: Parte dos: Pura aventura épica y poética de un intenso color ocre (****)
"¿Por qué Bob Dylan precisamente ahora?". James Mangold pone cara de no entender la pregunta al otro lado del zoom. Timothée Chalamet, a su lado, mira para otro lado. Él parece que sí la ha entendido. Pero calla. "¿Repito la pregunta?". "No, no hace falta. Pero me va a permitir que, en vez de responder, le haga yo a usted otras preguntas: ¿Por qué Picasso? O ¿Por qué Edward Hopper? O, de otra forma, ¿Por qué el arte?", dice el director de A Complete Unknown con la misma energía, imaginamos, con la que un matemático reduce al absurdo una argumentación cualquiera venga o no de un periodista. "¿Tengo que responder?". "No, no hace falta, pero me entiende lo que quiero decir, ¿verdad?", concluye se diría que orgulloso.
El que responde, para situarnos, es el director de una de las películas del momento. Y no lo decimos nosotros, sino la cartelera (llega a los cines el viernes) y los Premios Oscar (que lo hacen si nadie lo remedia el domingo), donde concurre con hasta ocho nominaciones incluidas las de mejor película, director y actor protagonista. La película, en efecto, trata de Bob Dylan. O mejor, de su mito. O, más precisamente, del momento exacto en el que renunció a fama y a todo lo a ella asociado para fundar un mundo nuevo y adquirir aún más fama. Ya saben, cuando el cantante de folk se electrificó y se transformó en leyenda. Lo del Premio Nobel de literatura vino después.
- Le voy a pedir entonces que desarrolle el argumento.
- Creo que hay cosas que son simplemente geniales y que trascienden la cultura, el tiempo, el estilo y la moda. Independientemente de todo y al margen de los estilos musicales. Sinceramente creo que eso es cierto y aplicable al hip hop, al folk y al rock and roll. Simplemente ves cómo hay muchas cosas que se desvanecen y otras que quedan para siempre. No creo que haya una nueva razón para escuchar, por ejemplo, a Bob Dylan. Creo que su música sigue siendo relevante y lo que empujó a la gente a escucharlo en los 60 es exactamente lo mismo ahora. Su música es exactamente igual de relevante y por las mismas razones. Porque, ¿de que trata la obra de Dylan?
- Esa es otra pregunta.
- Sí y la respondo yo. Trata del amor, de la vida, de la libertad, de la lucha frente a la sumisión... Es decir, ahora mismo nos enfrentamos a exactamente los mismos miedo a los que pudiera hacer frente alguien en 1963. Cualquier forma de arte pura, no contaminada, permanece y se mantiene.
Queda claro.
- ¿Comparte el razonamiento? (A Chalamet)
- Sí, me parece un razonamiento perfecto. Pero yo prefiero hablar de mi caso particular. Cuando emprendí este viaje a un periodo de la historia y a una música que desconocía, no sabía lo que me iba a encontrar. Y te das cuenta de que las luchas de entonces son las mismas de ahora. Luego Dylan nos dejó algo que permanece perfectamente vigente. Él hizo lo posible por no ser catalogado, por no dejarse definir nunca. Y ahí nos dejó la misma enseñanza que, curiosamente, Frank Herbert en Dune: hay que tener cuidado con cualquiera que diga tener una solución. Es curioso porque los dos, cada uno desde una costa de Estados Unidos, llegó a la misma conclusión a la vez y es aún más curioso que esa enseñanza siga siendo tan vigente ahora.
Y ahí lo deja.
Si algo distingue a A Complete Unknown es su voluntad de no dejarse definir por la fácil y recurrente fórmula del biopic. Y ahí discurre en paralelo, por así decirlo, a la propia vida del personaje protagonista, siempre empeñado en no dejarse atrapar ni por una definición ni por un estereotipo. Las canciones discurren por la pantalla muchas de ellas de forma completa y siempre integradas en la propia narración. Por momentos, se diría que la película se acerca más al género musical clásico que al drama convencional biográfico. Cada tema de sobra conocido se presenta cosido a la realidad en la que nace y se hace. Y eso vale para The Times They Are A-Changin ante el público en Newport que lo recibe por primera vez como si fuera la sintonía de su propia vida; que para Master of War en el momento en el que estalla la crisis de los misiles en Cuba, o para el primer ensayo en compañía de Joan Baez (Monica Barbero) de Blowin' in the Wind. Más adelante, otra vez con Baez y con su otra amante (Elle Fanning) como testigo, Chalamet/Dylan interpretará It Ain't Me Babe y en el desgarro de la letra que anuncia el abandono de todo que no sea él mismo ("No soy yo a quien estás buscando, babe") se expondrá la moraleja de todo este melodrama: Dylan es el que es (y el que fue) por su capacidad infinita de adaptación, de comprensión de los nuevos tiempos, de, en efecto, traición a los suyos. De eso va todo esto: de renuncias y egoísmos que crean mundos, nuestro mundo.
- Habla de nuevos tiempos, pero, como en su película En la cuerda floja sobre Johnny Cash, todo discurre en un pasado idílico. ¿Se ve como un tipo nostálgico? ¿Cree que todo tiempo pasado fue mejor?
- No diría tanto, pero sí es cierto que me encanta esa época. Me gusta el estilo de los 60. Y siento que ahora mismo hay la suficiente distancia para poder examinarla con veracidad. Por lo demás, qué narices, sería feliz si nunca más tuviera que hacer una escena de alguien con un móvil o tecleando una búsqueda en Google. La modernidad, nuestra modernidad tecnológica, ha reducido las películas. Antes si estabas enamorado de una mujer, tenías que correr para ir a verla o al menos marcar su número en un teléfono de disco. Había siempre un movimiento físico filmable. Ahora parecemos vegetales delante de pantallas. Ahora mismo si un hombre se queda solo en el desierto con una botella de agua y un dólar, la posibilidad de la aventura se acaba si además le das un teléfono móvil. Los riesgos, la emoción y el drama se han reducido de forma drástica. Ahora es mucho más difícil contar una historia romántica que antes.
- Definitivamente, es una persona nostálgica.
- Digamos que hay símbolos y metáforas del pasado que nos hablan de nuestro presente. Esa es la parte de la nostalgia que me interesa.
Otro de los asuntos que la película trata con desdén es el misterio que siempre ha rodeado a un artista huraño, celoso de su vida privada y muy poco dado a contentar a sus fans. En la cinta, Dylan se antoja tan humano que en un momento dado Joan Baez le manda la mierda. Y tiene razón. "Me llama la atención que siempre se hable de eso, del enigma, del secreto, para referirse a un artista que ha grabado más de 55 discos donde habla de todo lo que sucede. ¿Se puede ser más transparente?", dice Mangold y Chalamet le vuelve a dar la razón. "Me preguntan cuánto me ha costado imitar a Dylan y, en verdad, yo no pienso en esos términos", habla ahora el actor. Y sigue: "Bob Dylan está vivo en Malibú y solo hay uno. Nunca pensé en dar vida a un fantasma. Nosotros somos interpretes humildes. Ahora que juzgue el público".
Pues eso.