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¿Y por qué va a ser Xavi un buen entrenador?

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Xavi,  el sábado en el Barça B-Sevilla Atlético en el Johan Cruyff.
Xavi, el sábado en el Barça B-Sevilla Atlético en el Johan Cruyff.@FCBarcelonaB

Entregarte a tus ídolos es un enorme riesgo tan conocido como repetido en el deporte... y aquí estamos otra vez. Xavi. Para reconducir una nave tan a la deriva como el actual Barça, la solución de Laporta, en la que ni siquiera acababa de creer Laporta, ha sido Xavi. Cuando el incendio comienza a calentar sus pies, es un clásico que los dirigentes recurran al ídolo reciente de la grada para aplacarla y ganar tiempo. Así llegó Simeone al Atlético, sin ir más lejos. Cinco meses antes, su nombre estuvo sobre la mesa y no convenció: se prefirió a Manzano. En cuanto el Calderón empezó a abroncar al palco, el Cholo, que no había hecho nada reseñable en esos cinco meses, se transformó repentinamente en bueno. Con tanta fortuna para Gil Marín y Cerezo que de verdad lo era. El mejor que el Atleti podía soñar. Como lo fueron Guardiola para el Barça y Zidane para el Madrid. La santísima trinidad de entrenadores de urgencia y héroes recientes con experiencia limitada que puso de moda una idea que falla tanto como atina. Pregunten en el Chelsea por Lampard o en la Juventus por Pirlo.

Así llega ahora Xavi y pensar que tiene más posibilidades de ser Pep que de ser Koeman es creer que si deseas algo muy fuerte acaba por convertirse en realidad. Y eso, cumplidos los seis años, sabemos que es mentira. Ninguno de los avales de Xavi, que los tiene, garantizan nada. Es un tiro al aire. ¿Qué sabemos de él? Que la afición lo venera, que siente los colores, que fue un futbolista enorme (el mejor español de la Historia, en mi opinión), que es la esencia futbolística de lo mejor del estilo Barça (pese a que él mismo ha explicado que quien le transformó en eso fue Luis Aragonés) y que sus equipos juegan conforme a los mandamientos inviolables de la religión culé. Todo eso está muy bien, pero no es suficiente y no es culpa suya. Es más, él mismo ha intentado durante estos meses ganar un tiempo que sabía que necesitaba como técnico en formación y como amigo de mucho tótem del vestuario. Quizás sea todo lo que imagina el Barça, pero nada en su currículum ofrece un indicio sólido para apostar por ello y no por lo contrario. Seamos serios: nadie sabe si Xavi es un gran entrenador. Nadie.

Desde fuera y liberado del factor sentimental, que en el fútbol jamás debe desdeñarse, cuesta entender que un Barça con tan poco margen de error no haya encontrado, ni en verano ni ahora, una solución más firme y, aun así, afín a su estilo. Ves al Ajax de Ten Hag, en constante reinvención y explotación de chavales sin olvidar jamás el legado de Cruyff, y es inevitable pensar que sería idóneo para esta misión de reconstruir un Barça roto sin dejar de competir. Como, abro paraguas, lo sería un Luis Enrique que llegó antes de tiempo, cuando aún no se asumía que todo estilo necesita evolucionar para no morir. Eso es exactamente lo que hizo Guardiola con el legado de Johan, actualizarlo hasta resultar distinto (y superior) sin dejar de ser lo mismo. Fue la versión 2.0 de la obra de arte de un genio mejorada por otro genio. Pedirle a Xavi que sea Guardiola es injusto y, a la vez, su única forma de tener éxito.

No digo con esto que no pueda salir todo bien, sólo que si Xavi triunfa no será una genialidad de Laporta sino un descomunal golpe de suerte. El segundo. Aseguran que es imposible que te toque dos veces la lotería y esa es exactamente la apuesta que acaba de hacer el Barça. Suerte.

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