Neymar tiene 32 años y su padre anda subastándolo por Navidad, con su contrato con el Al Hilal saudí llegando a su fin. Neymar tiene 32 años y su último momento de trascendencia futbolística fue hace ya cuatro, aquella final de Champions de la pandemia que el PSG no logró amarrar contra el Bayern. Neymar tiene 32 años y podemos afirmar sin temor a equivocarnos que ya no va a reinar, que su renuncia voluntaria al trono que liberaron Messi y Cristiano (en ese orden) es irreversible. Neymar tiene 32 años y resulta increíble que no tenga 42.
En una irresponsabilidad que me inquieta publicar por si algún lector sensato me denuncia a los Servicios Sociales, llevé a mis hijos al Metropolitano para que vieran las exhibiciones del Atleti frente a los todopoderosos Alavés y Las Palmas. Me preocupaba si habrían superado el golpe de saber que Griezmann, su ídolo absoluto desde que el fútbol sustituyó a los Pokémon en su orden de prioridades, apura su tiempo en el equipo.
El curso pasado, cuando les expliqué que creía que Antoine se marcharía en un año, el drama fue tal que valoré decirles que era todo una broma, que en realidad lo que quería contarles era una chorrada, que nos mudábamos a Tombuctú o que sus padres se divorciaban. Les habría dolido menos. ¿Cómo reaccionarían en el estadio? Como cabía esperar, durante el trayecto hasta allí sólo hablaron de Julián Álvarez. A rey (ni siquiera) muerto, rey puesto.
Somos así con nuestros ídolos. Los queremos, los usamos, los exprimimos y los olvidamos. Que pase el siguiente. Sin embargo, tenemos las santas narices de exigir a los deportistas que nos lo den todo, que no escatimen un esfuerzo, que su carrera no sea la que ellos quieren sino la que nosotros soñamos. Pretendemos vivir la grandeza a través de ellos y no tenemos reparo en juzgarles aun sabiendo que en cinco o seis años nos darán igual. Si es que todavía les recordamos...
Habrá quien diga que Neymar fue una decepción, un juguete roto, una joya malgastada por su mala cabeza y un entorno confuso. No seré yo. Él decidió voluntariamente hacerlo a su manera. En cada Carnaval que disfrutó no perdió gloria y reconocimiento, ganó vida y recuerdos. Recuerdos para él, no para los demás. Nos jode que optara por el modelo de Ronaldinho y no el de Messi porque el potencial era tan grande que cargamos sobre sus hombros nuestras ansias de presenciar Historia. Y nos mandó a pastar.
Neymar tiene 32 años y, sin saberlo, ha actuado con el sentido común y la inteligencia de un sabio centenario.