EUROCOPA 2024
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¿Puede ganar España la Eurocopa? Con Lamine Yamal y Nico Williams puede soñarlo

Nico Williams y Lamine Yamal, en la sede de España en Alemania.
Nico Williams y Lamine Yamal, en la sede de España en Alemania.RFEF
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En esta Europa superada por los acontecimientos, aparece el fútbol para intentar poner orden: los extremos buenos son los que desbordan por la banda. Especialmente en España. Una vez jubilado definitivamente, y tarde, el tiqui-taca, que nos dio cinco años de gloria y 10 de sopor, la modernidad ha llegado a la selección y la única duda es si el espíritu conservador de Luis de la Fuente es capaz de entenderlo y deja fluir la alegría. La alegría, por supuesto, son Lamine Yamal y Nico Williams.

Hasta un entrenador tan inteligente como Luis Enrique cayó en el pasado Mundial en la trampa de la tradición: "Hemos sido mucho tiempo los mejores en esto, así que sigamos haciéndolo igual aunque el mundo avance en otra dirección". Es un razonamiento absurdo y abocado al fracaso, como si los borbones se siguieran casando entre primos. Hay que saber cuándo parar. Así nos estrellamos ante Marruecos con un 77% de posesión, 1.019 pases completados... y un tiro a puerta. Mientras el resto del fútbol corría, España andaba, preferiblemente en horizontal. Lenta pero segura hacia la nada.

La fabulosa explosión de un adolescente de Esplugues de Llobregat y un veinteañero de Pamplona (es justicia poética que en este momento, justo en este momento, las grandes esperanzas de la selección sean dos españoles negros e hijos de la inmigración) ponen a la selección ante un escenario nuevo. Su suelo sigue siendo el de un equipo sólido de clase media-alta, pero su techo potencial se dispara porque ya no necesita amasar el balón durante horas para intentar meter gol por aburrimiento. Ahora tiene la capacidad de crear arte de la nada y en un torneo corto con cruces a partido único el talento puro y ese animal en peligro de extinción llamado regate son aún más determinantes. Una acción lo cambia todo.

No está claro si De la Fuente hará sitio para ambos extremos en el once titular, pues siente la tentación de mantener un ancla al pasado entregando una de las bandas a cualquiera de su ejército de buenos, pero no excepcionales, mediapuntas de toque. Sería un error. Ya sabemos cómo acaba esa película. La emoción reside en abrazar el caos, liberar al kraken y ver qué pasa. Jugar a ganar, porque los complejos y traumas del perdedor murieron en 2008. Si tiene que ser un desastre, que al menos sea un desastre esplendoroso.

Esta Eurocopa presenta una superpotencia indiscutible (Francia); otra que debería serlo, pero no logra escapar de una naturaleza maldita y un seleccionador, Southgate, cuya única virtud conocida es lucir con clase los chalecos (Inglaterra), y una Alemania con viento de cola: en casa, con Musiala y Havertz iluminados y Kroos de vuelta. A partir de ahí, todo está abierto y siempre se cuela alguien. Portugal apura a Cristiano, pero en realidad confía en Bernardo Silva, en Bruno Fernandes y en que Leao estalle definitivamente. Italia defiende el título sin más argumentos que su himno y su camiseta. Croacia y Bélgica apuran las últimas gotas de sus generaciones doradas. A Países Bajos le entrena Koeman.

¿Puede ganar España la Eurocopa? Difícil, muy difícil. Pero, al menos, con Lamine y Nico puede soñarlo