Joe Biden lo ha vuelto hacer. Ha dado un nuevo golpe en el tablero de la guerra tecnológica con China, apretando otra vez los controles a las exportaciones para intentar frenar, o al menos debilitar, el desarrollo de su gran rival en industrias punteras como la inteligencia artificial.
El saliente presidente de Estados Unidos, antes de pasar el próximo 20 de enero el testigo al siempre imprevisible Donald Trump, se quiere despedir del continuo tira y afloja que ha mantenido con Pekín durante su mandato con más sacudidas proteccionistas.
El Gobierno estadounidense anunció esta semana nuevos controles sin precedentes a las exportaciones de chips y otras tecnologías cruciales para proyectos avanzados de IA. Una serie de restricciones dirigidas especialmente a los ansiosos compradores chinos. En el gigante asiático no se lo han tomado muy bien.
"Estados Unidos vuelve a utilizar los controles de exportación como arma para reprimir maliciosamente a China", soltó el martes en una rueda de prensa Guo Jiakun, portavoz del Ministerio de Exteriores chino.
"Para mantener su hegemonía, Whashington ha comenzado a establecer jerarquías en el campo de la IA con el objetivo fundamental de privar a los países en desarrollo, incluida China, de su derecho al avance y desarrollo tecnológico", continuó. "Esta estrategia obstruccionista va en contra de los intereses compartidos de los países en promover el desarrollo positivo de la IA y ha suscitado temores de que EEUU inicie una nueva guerra fría tecnológica".
La nueva política anunciada desde Washington impone cuotas a las ventas de chips avanzados conocidos como GPU. También limita a las empresas estadounidenses a compartir los detalles técnicos completos de los modelos de inteligencia artificial más avanzados, el software que sustenta herramientas como ChatGPT.
La restricción incluye a casi todos los países, a excepción de un puñado de naciones aliadas. Pero muchos analistas han interpretado la medida como un intento de bloquear los esfuerzos del régimen chino para eludir los controles de exportación anteriores impuestos en los últimos dos años.
El Washington Post informaba que todavía se esperan más nuevas restricciones ("con el fin de preservar el dominio tecnológico estadounidense", dicen las fuentes a este diario) antes de la toma de posesión del presidente electo Trump. Las últimas medidas podrían ser controles dirigidos a las fábricas de semiconductores que producen chips para clientes chinos.
La cruzada tecnológica de Biden contra Pekín cogió impulso en 2023, cuando su administración ordenó limitar las inversiones estadounidenses en las industrias de tecnología avanzada del país asiático.
El año pasado entró en vigor una normativa por la que las compañías estadounidenses de capital privado y capital de riesgo, así como empresas conjuntas con conglomerados chinos, no podían invertir en inteligencia artificial china, computación cuántica y semiconductores, este último sector ya golpeado anteriormente después de que Washington bloqueara el acceso de Pekín a los chips más avanzados y al equipo para fabricarlos.
Sobre los chips, el Gobierno de Biden ha ido lanzando controles de exportación con el objetivo obstaculizar la capacidad china para utilizar tecnología estadounidense para aplicaciones militares, así como impedir que las empresas de su país exporten tecnología a grupos chinos que se dedican a producir chips de alta gama en casi todos los dispositivos modernos. En la primera potencia mundial alegaban que el fin de todas estas medidas era proteger la seguridad nacional, tratando de evitar que la tecnología punta estadounidense pudiera acabar en manos del ejército chino.