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Guerra Comercial

La rebelión patriótica de los fabricantes chinos: "Si busca buena calidad y no le importa que no tenga el logo de la marca de lujo, puede comprar directamente a nuestra fábrica"

Varios propietarios de fábricas han revelado el funcionamiento de las cadenas de suministro de las marcas de lujo como Gucci, Prada o Louis Vuitton para promover la venta directa a los consumidores a precios más bajos

Fábricas chinas responden a Trump con patriotismo y venden bolsos de lujo a precios bajosEL MUNDO
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En la feria comercial más grande de China, la de Cantón, que se está celebrando esta semana en un centro de exposiciones del tamaño de 200 campos de fútbol en la ciudad sureña de Guangzhou, muchos exportadores chinos reconocen que están muy preocupados porque los pedidos de sus clientes estadounidenses se han congelado tras los elevados aranceles de Donald Trump (145%), con los contendores varados en los puertos.

Mientras los exportadores tratan estos días de aprovechar el escaparate de una mega feria con más de 30.000 expositores para buscar mercados alternativos a los que colocar los productos que antes se dirigían a Estados Unidos, la corriente patriótica se dispara de diferentes maneras en el gigante asiático frente a las sacudidas de la guerra comercial de Trump. Si durante el pasado fin de semana en las redes sociales chinas se volcaron con varias campañas de boicot a los productos estadounidenses, ahora la partida se ha trasladado también a las redes occidentales con la viralización de decenas de vídeos en los que se muestran los procesos de producción para contrarrestar viejos prejuicios de que el "Made in China" implica mala calidad.

Muchos propietarios de fábricas en China han empezado a desnudar en los vídeos cómo funciona la cadena de suministro de las marcas de moda de lujo, explicando que muchos productos de Gucci, Prada o Louis Vuitton salen de las mismas fábricas donde también producen otras marcas más baratas y menos conocidas. Dentro de China no es ningún secreto que una partida de esa producción de calidad se queda, sin la etiqueta correspondiente, en el mercado local, y que se puede encontrar fácilmente en la trastienda de grandes centros comerciales.

Ahora, algunos fabricantes, a través de las plataformas de comercio electrónico, han comenzado a promover la venta directa a los consumidores de artículos de lujo, sin el logotipo de las marcas, a precios significativamente más bajos. En uno de los vídeos, un proveedor de bolsos Birkin, de Hermes, que tiene un precio en el mercado de más de 30.000 euros, aseguraba que el coste de producción es de alrededor de 1.300 euros, y que el fabricante obtiene un margen de beneficio mínimo, mientras que la marca de lujo se queda con la mayor parte de las ganancias. "Más del 90% del precio corresponde al sello que le pone la marca. Pero si busca un bolso de la misma calidad, hecho con el mismo material, y no le importa que no tenga el logotipo, puede comprar directamente a nuestra fábrica", promocionaba.

Un fabricante de marcas de calzado de lujo se dirigía en otro vídeo en TikTok directamente a los compradores estadounidenses: "Incluso pagando el arancel de importación y el envío, comprarnos a los fabricantes sigue siendo mucho más barato que comprar los mismos productos a través de corporaciones estadounidenses o de compañías europeas asentadas en EEUU. La venta directa podría convertirse en la única opción asequible para los artículos de lujo si los aranceles siguen subiendo".

En Pekín, donde incentivan todas estas campañas, continúan centrados en lanzar un mensaje bien elaborado que está calando hondo dentro de la superpotencia asiática: mientras el resto del mundo se doblega ante Trump, haciendo cola para ir a Washington a negociar los aranceles, en China plantan cara y sacan a pasear unas cuantas de sus armas comerciales para apretar a Washington.

El ejemplo más reciente es cuando se ordenó el martes a las aerolíneas chinas que no aceptaran más entregas de Boeing y que detuvieran las compras a empresas estadounidenses de equipos y piezas de aviones; o cuando se restringieron las exportaciones de algunos minerales críticos, que son claves para que las compañías estadounidenses fabriquen muchos productos tecnológicos, o se anunció que se reducirá el número de películas de Hollywood que se proyectan en el segundo mercado cinematográfico más grande del mundo.

"Pero hay algo igual o incluso más importante que todo esto: el resto del mundo, empezando por muchos de los aliados tradicionales de EEUU, está abriendo por fin los ojos y se está dando cuenta de que China no es la potencia malvada que lleva años pintando Occidente", cuenta en una charla telefónica un alto funcionario del Ministerio de Exteriores chino. "Durante mucho tiempo, la economía de China y la de EEUU han mantenido una conexión y dependencia mutua muy fuerte. Las empresas estadounidenses vinieron aquí para levantar fábricas con mano de obra barata, producir barato para luego vender caro. Mientras que China, según se fue abriendo al mundo y convirtiéndose en la gran fábrica global, invirtió todo el dinero que entraba en construir infraestructura y sacar de la pobreza a millones de personas".

Mientras los medios estatales alimentan las campañas de boicot y de reivindicación de los productos patrios, los líderes de Pekín celebran los buenos datos económicos del primer trimestre, antes del impacto directo de la guerra arancelaria: el PIB creció un 5,4%, por encima de las previsiones, y las exportaciones también subieron un 6,4% interanual.

Desde Washington, que ven cómo su rival no baja la intensidad en el intercambio de golpes, han vuelto a decir que están abiertos a llegar a un acuerdo con China. Lo mismo afirmó el miércoles un portavoz del Gobierno chino. Pero, por ahora, ninguno de las dos superpotencias toma la iniciativa de descolgar el teléfono. Cuando esto ocurra, China ya tiene a un nuevo negociador, un economista llamado Li Chenggang (58 años), ex embajador ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), que acaba de ser nombrado representante de comercio internacional en el Ministerio de Comercio.