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La 'matahari' de los narcos que el 'Niño Skin' "usó como cebo" para enamorar (y hundir) al jefe de la Guardia Civil

¿Infiltraron los narcos una mujer en las pesquisas policiales sobre uno de los clanes, o se infiltró el principal investigador a través de ella en la banda? El juez Pedraz lo investiga

Imágenes de la mujer presuntamente utilizada como "cebo" por los narcos, tal y como constan en los archivos de la Guardia Civil.
Imágenes de la mujer presuntamente utilizada como "cebo" por los narcos, tal y como constan en los archivos de la Guardia Civil.
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El futuro judicial de uno de los presuntos clanes de la droga más importantes de España podría depender del supuesto amor (en realidad inexistente) entre un hombre y una mujer. Ella, la matahari de este relato, el «cebo» según la Guardia Civil, formaría parte, siquiera tangencialmente, de la banda. Él es el principal adversario del grupo criminal desde las filas de los buenos: el jefe de los investigadores.

*Este artículo fue publicado originalmente el 15 de noviembre de 2023 en EL MUNDO.

La historia, cinematográfica pero real, y asentada en unas grabaciones de ella a él que podrían dinamitar las causas judiciales en curso, es un juego de espejos que deja las ficciones de Netflix en partidas de parchís, y en el que nada es lo que parece. O casi.

Todo empieza, en la primavera de 2022, con un whatsapp tal que así: «Pablo, que te di mi teléfono pero nunca me has llamado».

El brigada Bravo, que no se llama Pablo, lo recibe en su teléfono del trabajo. Enfrascado en sus investigaciones desde la Comandancia de Madrid contra algunos de los narcos más peligrosos de España, contesta: «Perdón, se ha equivocado, aquí no hay nadie con ese nombre».

Pero desde el otro lado se insiste, con mensajes del tipo de «¿Seguro que no? ¿Y cómo te llamas, quién eres tú?». Los whatsapps, que comienzan a sucederse y que Bravo pasa a recibir desde su móvil personal y no desde el profesional -a mano de varios miembros de su equipo-, se envían desde el perfil de una mujer, en la foto, morena y bien parecida, de pómulos marcados y labios carnosos.

Para saber más

Bravo en principio casi ni contesta. Son semanas, meses, de seguimientos a decenas de personas. Su grupo de la Guardia Civil, el de Delitos Económicos en Policía Judicial, ha detenido un año antes a la banda del llamado Niño Skin por orden de la Audiencia Nacional: 33 engrilletados, 36 inmuebles bloqueados por valor de 11 millones de euros, 76 vehículos incautados, 239 kilos de coca aprehendidos...

Bravo y su grupo siguen en ese tiempo tirando del hilo, del que salen por ejemplo Borja Villacís, hermano de Begoña, hasta junio pasado vicealcaldesa de Madrid, y Juan Manuel Bajo, ambos hoy imputados judicialmente.

El brigada viene y va, reventando operaciones por toda la geografía española, mientras la mujer sigue de asedio, pico-pala, lanzándole fichas telefónicamente. De las frases ella pasa a las fotos de sí misma, parecidas a las que cuelga en Instagram. Bravo está en una operación en el sur cuando ella, tras un diálogo que comienza a tomar perfiles sentimentales, le envía por vez primera, hacia marzo de 2022, una foto desnuda: «Toma, para que te alegre el día», le dice.

Un año después, el 25 de julio pasado, la mujer, S.C., de 48 años, se sienta en el mismo juzgado en que se investiga a los narcos, el 5 de instrucción de la Audiencia Nacional, para declarar como testigo.

Le grabé porque he tenido relaciones con hombres que se están separando y luego sus mujeres me lo recriminan a mí, señoría

S.C., al juez Pedraz

No es la S.C. exuberante de Instagram, que pone labios de pato y luce sus curvas bajo un bañador blanco. La mujer hoy parece más un ama de casa cincuentona, con holgada blusa naranja, pantalón beige y peinado de peluquería.

Ante ella, el juez Santiago Pedraz. Que le espeta:

- Pero, y usted, ¿por qué hizo esas grabaciones?

- Señoría, porque él me decía que estaba en trámites de separación y en otras relaciones que he mantenido luego sus parejas, en vez de recriminárselo a ellos, me lo han recriminado a mí. Una vez una mujer me rajó las cuatro ruedas del coche. Yo tengo dos niños pequeños y estoy sola. Supongo que lo hice para protegerme.

En las grabaciones, Bravo parece un trasunto del Teniente corrupto de Abel Ferrara, encarnado por Harvey Keitel, o bien del Harry El Sucio de Clint Eastwood: «Soy el más ilegal de los ilegales», dice en un audio el brigada. «Pillábamos pasta, se ha hecho así toda la vida», proclama en otro, dando pábulo a prácticas como las investigadas en los casos Cuarteles y Mediador. «Esto lo solucionábamos con dos botellas de vino», canta en otro más, supuestamente acerca de sus métodos investigativos.

¿Cómo han llegado estas grabaciones y la testigo al juzgado? Han emergido públicamente dos semanas antes, cuando un digital jurídico especializado, Economist & Jurist, las publica, en una maniobra aparentemente inculpatoria hacia Bravo.

- Pues es que yo tengo un amigo -explica C. a Pedraz el decurso que siguen las grabaciones- con quien he mantenido relaciones, Borja, Borja...

- ¿Borja Villacís? -inquiere el juez.

- Eso, Villacís, que nunca me sale -dice -. Es que tengo muchos amigos de los que no me sé su apellido... Bueno, quedé con él, con Borja, y le comenté que me estaba enamorando de este hombre [en referencia a Bravo]. Me dice: 'Ah, pues enséñame la foto'. Se la enseño y me dice: 'No me jodas, pero si este hombre fue el que me detuvo a mí'...

Resumiendo: según C., amiga íntima de uno de los detenidos por Bravo, ella le cuenta por pura casualidad a este imputado que no sólo está «empezando una relación» con el guardia civil, sino que «bueno, le he grabado». ¿Y qué ha grabado? A Bravo, le cuenta todo tipo de irregularidades que, por la doctrina jurídica del fruto envenenado -si se han vulnerado normas para conseguir una prueba, se podrían haber vulnerado para lograr las demás-, podrían tirar abajo todas las investigaciones en torno a la banda del Niño Skin.

¿Y a cuento de qué Bravo le contaba todo aquello a una mujer que acababa de conocer?, cuestiona Pedraz a la testigo. «Pues sería para él un desahogo, no lo sé, lo que sé es que cuando nos veíamos me empezaba a hablar sin parar de su trabajo sin que yo le preguntara nada. Y me hablaba sobre todo del grupo este, que luego me he ido enterando de todo [se refiere a la banda del Niño Skin]. Yo quería que le fuera bien en su trabajo, porque me estaba enamorando de él, pero no sé por qué me contaba todo eso...».

Yo sabía que ella estaba vinculada a la banda, todo lo que le dije era mentira

El brigada Bravo, a Pedraz para explicar las irregularidades que confiesa en las grabaciones

La jugada está a punto de triunfar. Bravo, con mujer y dos hijos, declara casi un mes después ante Pedraz, y cuando esto se publica permanece imputado judicialmente.

Tal y como cuenta el brigada, con pleno apoyo de sus superiores jerárquicos y de la propia Fiscalía, S.C. se dedica durante meses a perseguirle telefónicamente, «intentando tener un encuentro conmigo de todas las formas posibles, pero me pasé casi un año dándole largas».

Las citas se producen, finalmente, «un año después de que empezara a escribirme». Tienen lugar, siempre en la localidad madrileña de Rivas Vaciamadrid y ya en este 2023, el 10 de marzo -«un café», dice Bravo-, el 14 de abril -«una comida»- y el viernes 21 de abril, cuando todo se desenlaza.

La cita de ese día se produce en el Sercotel AB Rivas, y en ella C. y Bravo cenan, y la mujer, según él, simula estar borracha mientras le pregunta insistentemente por sus actividades policiales. «Es que siempre lo hacía, señoría. Me preguntaba constantemente por eso». Tras la cena, en versión de Bravo, ambos suben a la habitación que él paga, y pasan allí la noche.

¿Ha caído el brigada Bravo, uno de los jefes del grupo de Delincuencia Económica de la Guardia Civil en Madrid, en la (presunta) telaraña tejida por el clan de narcotraficantes?

«Es que yo hice todo eso, le dije todas esas mentiras y le seguí la corriente porque sabía quién era ella y para conseguir información, señoría», le cuenta Bravo a Pedraz. Y prueba, con un registro de llamadas -al que ha tenido acceso este diario en exclusiva-, que desde que se produjeron los primeros mensajes de S.C. a su móvil el brigada había investigado de quién era aquel teléfono desde el que intentaban ligar con él.

Fruto de esas pesquisas, ding dong, Bravo había descubierto, desde los primeros contactos de C. con él, cómo el 23 de septiembre de 2021, apenas unos meses antes de ese primer anzuelo telefónico, la mujer había estado alojada en el Holiday Inn Express de Rivas Vaciamadrid a la vez que Juan Manuel Bajo, uno de los presuntos capos de la mafia del narcotráfico que Bravo, a día de hoy, sigue investigando.

Bajo es un viejo conocido de las fuerzas del orden, tras años de vinculación con los grupos ultra en torno al Real Madrid, donde habría conocido tanto a Borja Villacís como a Antonio Menéndez, el Niño Skin, quien pasó de integrar el Frente Atlético a dar un golpe de estado en Ultras Sur, echando de la cúpula al tradicional Ochaíta -antes de, según el Instituto Armado, comenzar a acercarse al narcotráfico-.

«A partir del momento en que sé que ella puede estar vinculada al grupo, señoría», le dice Bravo a Pedraz, «todo lo que yo le escribo o le digo a esta señora es mentira. Toda mi intención era hacerme pasar por malo para ganarme su confianza. Yo quería que me ofreciera algo, que intentara corromperme, y conseguir información a través de ella. Bueno, y teníamos otro objetivo mucho mayor...».

Él, explican Bravo y sus superiores a Pedraz, tenía que hacerse pasar por corrupto para conseguir que su grupo localizara a Juan Manuel Bajo, a quien los guardias civiles intentaban denodadamente localizar, sin éxito, durante meses.

«Por eso al final accedo a quedar con ella. Lo que yo hacía era decirle que buscábamos en un sitio o en otro para provocar un movimiento de Bajo y localizarle», ha explicado Bravo tanto en la investigación abierta por la propia Guardia Civil, como ante el juez Pedraz. C., explica Bravo, le insistía mucho, «como quien no quiere la cosa», acerca de sus seguimientos por la provincia de Cádiz, «y especialmente en torno a Puerto de Santa María, donde Bajo tiene una finca y donde pensábamos que podría estar escondido».

En realidad, Bajo desapareció para los agentes «justo cuando se iba a efectuar su detención, en octubre de 2022», y el presunto narco sólo vuelve a aparecer «ya en junio de 2023, cuando tienen toda la jugada urdida con esta chica». Es entonces cuando M. B. se presenta en la Comandancia de la Guardia Civil con su hermano, «y levantan todo el tinglado».

La Benemérita aparta inmediatamente al brigada y le dedica a labores administrativas, a la vez que abre una investigación que se detiene al deducir testimonio Pedraz y considerar investigado -contra el parecer de la Fiscalía- a Bravo.

El brigada, en todo caso, cuenta con el completo apoyo de la jerarquía, y de las pruebas: él mismo, antes de cualquiera de las citas con C., trackeó cómo desde una tarjeta de Juan Miguel Bajo se había pedido en otra ocasión comida para la vivienda de C. «¿Cómo iba yo a contarle nada de nada, si ya sabía que ella era de los malos?», explicó a sus superiores en cuanto se le abrió el expediente.

El guardia civil alega también en su defensa que «incluso el teléfono al que esta mujer empezó a enganchar conmigo es uno que usamos frecuentemente para citar a los malos, con lo que ellos lo conocían perfectamente».

Mientras, las defensas de los presuntos narcos no dejan de pivotar sobre las dudas en torno a la ejecutoria del brigada para intentar poner en jaque todas sus investigaciones sobre narcotráfico y blanqueo. Sobre el hecho de que Bravo no comunicara a sus superiores que se estaba exponiendo a S.C. -lo que el guardia civil admitió a Pedraz, justificándolo en que «el jefe del equipo soy yo»-, y también sobre el hecho de que pasara una noche con ella, contraviniendo las normas de infiltración.

También usan, para alegar que Bravo había comenzado una verdadera relación afectiva con S.C., el mensaje que él le mandó a ella tras la tercera vez que se vieron, la noche de hotel: «Hola, corazón [...]. Me encantas multiplicado por 1.000. Vamos, eres espectacular y nos tenemos que ver mucho más pronto y muchas más veces».

Enfrente, alega la Guardia Civil para que el episodio no tenga consecuencias para Bravo, la organización del Niño Skin, que según los agentes «controla a gran parte de los movimientos ultras del fútbol por medio de la organización Outlaw», y arrastra «decenas» de imputaciones por extorsiones, estafas, tráfico de drogas, vuelcos de estupefacientes e incluso homicidio.

Todo pendiente de una causa de enamoramiento e infiltración recíproca -o bien Bravo en la banda de narcos, o bien C. en el corazón de la Guardia Civil- que se instruye, tras enviarla allí Pedraz, en un juzgado de Plaza de Castilla, y donde unos y otros deberán defenderse. En el amor y en la guerra, ya se sabe...