ESPAÑA
Columna desviada

A las armas sin Presupuestos

"El espíritu netamente xenófobo de una norma que extranjeriza incluso a la población española de fuera de Cataluña también está firmado por el PSOE de Sánchez y aceptado por el PSC de Illa"

Pedro Sánchez, con Zelensky, en Bruselas.
Pedro Sánchez, con Zelensky, en Bruselas.S. FREDERICEU
PREMIUM
Actualizado

Las personas que quieran establecerse en Cataluña deberán asumir un «contrato social atractivo» en el que, a cambio de su permiso de residencia, tendrán que adquirir los rasgos étnicoculturales que el independentismo considera propios. Así lo pone en el preámbulo de la proposición de ley de cesión de las competencias de inmigración, que desvincula la ciudadanía del respeto a los derechos y libertades fundamentales para asociarla a la identidad.

Es algo natural para un nacionalista, ya sea de Junts o de Vox, pues el fin y al cabo convierte su lengua, su terruño, su boina o vaya a saber usted qué ramalazo étnico en el visado de entrada al país. Pero el espíritu netamente xenófobo de una norma que extranjeriza incluso a la población española de fuera de Cataluña también está firmado por el PSOE de Pedro Sánchez y aceptado por el PSC de Salvador Illa.

Por tanto, no hay que viajar a ningún reservorio ultraderechista de Alemania del Este para observar cómo se pretende discriminar a un ser humano en razón de su origen. Vale con atravesar el Ebro. La diferencia fundamental es que en unos casos se apela a un infranqueable cordón sanitario y en otros se entrega las llaves de la aduana a los racistas.

La socialdemocracia catalana se comporta una vez más como la enzima que permite digerir los bocados nauseabundos del nacionalismo excluyente (pleonasmo) a las conciencias progresistas más aseadas. El eructo resultante es el texto del otro día, pero queda convenientemente perfumado por la prensa oficialista.

Sánchez utiliza los cordones sanitarios como si fueran correas y va regulando la hebilla según le convenga para preservar el poder. Dejar fuera al trumpista de Abascal de una ronda de contactos para rearmar al Ejército español frente a la amenaza de Putin sería coherente si en ella no se incluyera al prorruso Podemos, a Bildu o a Puigdemont, que contactó con Moscú para imponer su República imaginaria.

Todo con este presidente del Gobierno obedece a la lógica de sostener el Muro y ocultar a la ciudadanía la gravedad extrema que supone hacer frente a una emergencia bélica desde un liderazgo polarizador y sin poder negociar desde la centralidad unos Presupuestos Generales.

La financiación del Estado mediante prórrogas puede ser una cuestión de quita y pon esos millones a través de transferencias hasta que pasa algo gordo. Y ya ha pasado. Donald Trump ha liquidado el orden geopolítico mundial y ha sustituido el respeto a la leyes internacionales por el imperio de una sola: la del más fuerte, que en su caso quiere decir la del más armado y el menos escrupuloso.

Los discursos televisados de Macron o Starmer han tenido como objetivo la concienciación de sus ciudadanos de la gravedad de una amenaza que les puede imponer sacrificios, por ejemplo, presupuestarios. Sánchez ha ido de photocall en photocall con Zelensky hasta que la situación no da más. Ya hemos visto casi de todo. Nos falta que siga subarrendando trozos de soberanía a sus socios mientras exige al PP un gran pacto para salvar a la patria. Nos vamos a hinchar de citar a Gila.