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La mano negra de Evo Morales que hace languidecer Bolivia

La guerra fratricida entre el ex mandatario y el presidente Arce condena al país andino

El ex presidente Evo Morales.
El ex presidente Evo Morales.Natacha PisarenkoAP
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Muy poco queda ya del famoso milagro económico boliviano al calor de la nacionalización de hidrocarburos decretada en 2006. Contra su economía, ahora la de mayor riesgo de la región, se suceden las malas noticias, unas tras otras: falta de dólares, colas en los bancos, la mitad de las reservas de oro vendidas, escasez de combustibles, colapso de la paridad monetaria...

Quién le iba a decir a los ciudadanos de Bolivia, durante años el país que más crecía de la región y golpeado hoy directamente por la caída de la exportación de gas natural, que la semana pasada ni siquiera encontrarían tomates en los mercados, afectados por una inflación cruel: en marzo un kilo de tomates costaba cinco bolivianos (0,68 euros) y hoy se pagan 18 bolivianos (2,43 euros) en el oriente del país.

"Los bolivianos necesitamos trabajar para sacar adelante al país", aseguró vehemente el presidente Luis Arce, pero los hechos políticos no le dan la razón. Bolivia sufre un proceso de decadencia económica y social en paralelo a la guerra fratricida montada por el presidente Evo Morales, decidido a pasar por encima de su propio delfín político para regresar al poder en las elecciones del año que viene, precisamente el año del Bicentenario de la Declaración de Independencia.

"¿Cómo podemos enfrentar la crisis económica e institucional con un Gobierno dividido y sin conducción política? El país y los movimientos sociales reclamamos unidad, conducción y planificación responsable para darle certidumbre a la gente", disparó el domingo Evo Morales desde su bastión en Cochabamba. Hasta el grupo parlamentario de la revolución indígena está fragmentado y en ocasiones votando con la oposición para fustigar al Gobierno.

Poco importa que Evo haya gobernado el país andino durante tres legislaturas, que perdiera un referéndum a favor de la reelección perpetua y que en 2019 tuviera que huir del país tras demostrar la Organización de Estados Americanos (OEA) el fraude electoral promovido por el oficialismo. A Morales, convertido en uno de los grandes dinosaurios políticos de las Américas, sólo le interesa recuperar el poder, "por las buenas o por las malas", como él mismo ha acuñado. No importa el precio que cueste. De hecho, el Tribunal Constitucional confirmó a finales de diciembre que no cabe la reelección después de dos legislaturas en el poder.

La lucha se centra hoy en hacerse con el poder en el interior del Movimiento al Socialismo (MAS), partido conformado de forma originaria por movimientos sociales que cambió la Historia del país y encumbró a los dos líderes políticos. En el pulso, incluso violento, entre arcistas y evistas, los primeros defenestraron en mayo a Morales tras 27 años al frente del MAS con mano de hierro, en un Congreso marcado por la tensión y las amenazas. Incluso la confederación campesina se partió en dos tras un congreso tan duro que 450 personas resultaron heridas.

El sector de Morales acusa al presidente y al vicepresidente, David Choquehuanca, de derechizar su partido y de querer continuar más allá de 2025, pese a que Evo esgrime un supuesto acuerdo para forzar su regreso al poder. En la supuesta conspiración, como casi siempre, ven la mano negra de Estados Unidos, pese a que Arce es un connotado crítico con Washington y aliado íntimo de los presidentes revolucionarios, los mismos que acogen a Evo como uno de los suyos.

Pero también desde el poder Arce ha advertido contra los "antipatria que se muestran con careta democrática, que procuran un golpe blando o un acortamiento de mandato".

Fieles a sus convicciones revolucionarias, ambos bandos se lanzan acusaciones golpistas de uno a otro lado. Nada queda de la relación fraternal, cuando Evo se decantó por quien fuera su gurú económico durante la época de bonanza. Todo un clásico latinoamericano, ya vivido entre el ecuatoriano Rafael Correa y su sucesor, Lenín Moreno; entre los argentinos Alberto Fernández y Cristina Kirchner y entre los colombianos Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos.

"El Gobierno está jugando con fuego para cubrir la debacle de su modelo económico", resume para EL MUNDO la historiadora Lupe Cajías. "En Bolivia, ningún indicador augura que pronto se pueda volver a exportar gas. Los expertos describen un triste futuro. Ni mencionar el litio o el hierro, ni siquiera la economía naranja", concluye Cajías.

La esperanza del litio, también bajo disputa de Arce y Evo, no parece suficiente pese a las previsiones para devolver el bienestar económico al país andino. Todo lo contrario, la corrupción también ha avanzado en los planes gubernamentales y los ha oscurecido.

De hecho, una broma se acuñó hace tiempo en los centros del poder de La Paz, sabedores de que Marcelo Arce, hijo del presidente, estaba al frente de los negocios del litio. Morales le acusó directamente de negociar con empresas extranjeras las concesiones del litio y gas del país. Desde entonces le llaman Marcelitio.