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Fue el asesinato de un hombre en una iglesia de Estambul en enero lo que despertó la alarma de las autoridades turcas. Dos enmascarados irrumpieron en el templo en plena misa, dispararon contra los asistentes y huyeron en moto al ver que una de sus armas se encasquilló. Lo que parecía un ajuste de cuentas, se convirtió en el primer atentado del Estado Islámico en suelo turco desde el año 2017. "Ambos sospechosos son ciudadanos extranjeros. Uno de ellos es de Tayikistán y el otro ruso, evaluamos que pertenecen al Estado Islámico", declaró el ministro del Interior, Ali Yerlikaya, poco después de que la organización reivindicara la autoría del ataque. La policía turca detuvo a 47 sospechosos de ser militantes, la mayoría ciudadanos de Asia Central. El incidente arrojó luz sobre la creciente presencia en Turquía de la rama de Asia Central del Estado Islámico, conocida como IS-K (en sus siglas en inglés) o del Jorasán, activa en Afganistán y Pakistán.
Con la retirada de Estados Unidos de Afganistán, el IS-K ha recobrado fuerzas en el país, llevando a cabo ataques contra el régimen talibán, al que conciben como poco ortodoxo. También han ampliado sus actividades contra países de la región, con ataques contra las embajadas de Pakistán y Rusia en Kabul o atentados en hoteles donde se alojaban empresarios chinos. "Mientras el Estado Islámico ha perdido su dominio en Siria e Irak, el IS-K ha pasado a un primer plano", señala el periodista y analista Fehim Tastekin, que estudia la actividad de estos grupos radicales en la región. "También se cree que algunos (de los yihadistas) escaparon de Siria e Irak y se dirigieron a Afganistán.
Según un informe del Consejo de Seguridad de la ONU, se cree que el volumen de militantes oscila entre los 4.000 y 6.000", añade. El analista apunta que estas organizaciones habrían aprovechado que la atención internacional se centra en las tensiones entre Israel y el llamado "Eje de resistencia" -Irán y grupos afiliados como Hizbulá, milicias pro-iraníes en Irak, Siria y Yemen- para reagruparse y llevar a cabo atentados en la región. "Sus objetivos también están cambiando", alerta el analista político Murat Yetkin, aludiendo al doble atentado de IS-K en Kermán, en Irán, en el que murieron un centenar de personas. A finales de marzo, cuatro combatientes de la organización mataron a 145 personas en una sala de conciertos en Rusia y un día antes, 21 personas murieron en un atentado suicida en un banco de Kandahar, Afganistán.
Dos de los atacantes del atentado en Moscú, de origen tayiko, habían pasado por Turquía antes de viajar a Rusia para cometer el atentado. El pasado 6 de abril, Ankara decidió revocar el acuerdo de exención de visados con Tayikistán, impidiendo a los ciudadanos tayikos viajar al país sin un permiso eximido por las autoridades turcas, en un intento de frenar el posible tránsito de militantes al país. "Turquía es el país de la región donde es más fácil entrar, refugiarse y esconderse. La ruta de yihadistas que fluyen desde el Cáucaso, Asia Central y Europa hasta Siria han convertido a Turquía en una plataforma para militantes y transferencias de dinero, refugio y escondite, para dirigirse de nuevo a otras geografías. Turquía es ahora el país de llegada de más militantes de la región", asegura Tastekin.
Desde el ataque a una iglesia de Estambul en enero, las autoridades turcas han incrementado las operaciones y redadas contra células de la organización en el país. Solo en el último mes, cerca de 200 sospechosos han sido detenidos en diferentes operaciones en una veintena de provincias de Turquía.
Según datos de Interior, en el último año se han detenido unos 3.000 sospechosos, de los cuáles 718 continúan en prisión preventiva. También se han deportado a otros 3.000 supuestos militantes y se ha denegado la entrada de 5.000 personas que podrían haber tenido algún contacto con la organización. El caso más llamativo es el destape de un centro de entrenamiento que captaba jóvenes en el barrio estambulí de Basaksehir. Las autoridades detuvieron a 12 sospechosos, que entrenaban a jóvenes -en su mayoría huérfanos- para ser enviados a luchar a Afganistán. En otras operaciones han destapado supuestos planes para atentar en el centro de la ciudad, en edificios gubernamentales e incluso el Parlamento turco. "La rama del IS en Jorasán está cambiando su área de operaciones desde Asia Central y del Sur, hacia Oriente Próximo y Europa del Este", alerta Yetkin. "Ahora está por ver si junto con el cambio de objetivo y tácticas, el Estado Islámico también ha cambiado de patrocinadores", advierte.