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Misa videovigilada en China mientras el Papa intenta acercarse a Pekín

El régimen del gigante asiático intenta controlar a los católicos y niega la autoridad de Vaticano sobre la Iglesia del país

El Papa Francisco participa en un encuentro con católicos de la diócesis de Vanimo, ayer en Papúa Nueva Guinea.
El Papa Francisco participa en un encuentro con católicos de la diócesis de Vanimo, ayer en Papúa Nueva Guinea.TIZIANA FABIAFP
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Las paredes son de ladrillo rojo, los pilares de piedra blanca y los techos de pizarra. El templo está orientado al Este y los jesuitas que lo construyeron en 1905 nombraron como patrón a San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Los católicos de Shanghai la conocen como la iglesia de Xujiahui, aunque su nombre oficial es catedral de San Ignacio, de estilo gótico medieval francés y con capacidad para 3.000 personas. Es la cuna del Catolicismo en la capital financiera de China y la primera iglesia del país construida siguiendo el canon de la arquitectura occidental.

Es una húmeda mañana de domingo en Shanghai. La catedral está abierta para los creyentes que quieren asistir a las liturgias. La primera es una misa solemne en mandarín. Hay muchas familias, ancianos y gente joven. La siguiente eucaristía es en inglés. La iglesia se vuelve a llenar. Asisten muchos trabajadores extranjeros que viven en Shanghai, sobre todo de países del sudeste asiático como Filipinas, donde la mayoría de la población es católica.

A la salida de la misa en mandarín, preguntamos a los presentes si es fácil ser católico en un país con un largo historial de represión hacia la libertad religiosa, empezando por las iglesias que se niegan a jurar lealtad por escrito al Estado chino, que no reconoce la autoridad del Papa en estos templos. La mayoría de los fieles, al identificarnos como periodistas, prefieren no hacer ninguna declaración. "No hay ninguna persecución contra los cristianos. Eso son mentiras que vienen desde Estados Unidos. Aquí todas las religiones tienen su espacio", asegura una feligresa. Tanto dentro como fuera abundan las cámaras de videovigilancia. No desentonan con el paisaje, porque Shanghai es una de las ciudades con más cámaras del mundo.

Al frente de la diócesis de Shanghai se encuentra Joseph Shen Bin (53 años). En 2023, el Papa Francisco terminó cediendo ante el nombramiento unilateral por parte de China de este obispo, quien hace unos meses participó en una conferencia en el Vaticano en la que aseguró que el Gobierno chino garantizaba la libertad religiosa. "El Gobierno no tiene ningún interés en cambiar la fe católica, sólo espera que el clero y los fieles católicos defiendan los intereses del pueblo chino y se liberen del control de las potencias extranjeras", afirmó.

La realidad es que en China, para abrazar la fe católica con libertad, se debe rendir pleitesía al Partido Comunista Chino (PCCh). La Oficina de Asuntos Religiosos estableció esta directriz en 1957. Para controlar las actividades de los católicos, así como los lugares de culto, se estableció la Asociación Patriótica Católica China.

Un año después, un franciscano chino, Dong Guangqing, fue el primer obispo nombrado por esta organización, algo que no hizo gracia al Papa Pío XII, quien escribió una dura carta contra estos nombramientos: "Esta Asociación Patriótica pretende que los católicos se adhieran a las falsedades del materialismo ateo, que niega a Dios y rechaza los principios sobrenaturales".

En China hay 138 diócesis dirigidas por 79 obispos oficiales. Algunas cifras internas señalan que la comunidad cristiana no supera los 12 millones. Otras organizaciones apuntan a más de 70 millones de fieles, la mitad de ellos afiliados a iglesias controladas por el PCCh. El resto practicarían su fe en la clandestinidad acudiendo a ceremonias en templos no oficiales que sí siguen la autoridad papal.

Visitamos la catedral de Shanghai mientras el Papa se encuentra en una gira por el sudeste asiático, el viaje más largo de su papado: 32.814 kilómetros en 12 días con paradas en Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur. Un largo viaje apostólico que recuerda los de Juan Pablo II, quien visitó estos cuatro países, aunque Timor Oriental era entonces una parte ocupada de Indonesia.

En esta última gira, el Papa Francisco busca reafirmar un mensaje sobre la suma importancia que tiene Asia para la Iglesia Católica porque es uno de los pocos lugares en el mundo donde está creciendo el número de fieles bautizados y los sacerdotes. Pero el guiño del Pontífice a la región, ahora viajando por el sudeste asiático y el año pasado visitando Mongolia, también va dirigido a uno de los grandes objetivos de su mandato: convertirse en el primer Papa que visita China.

En 2018, Pekín y el Vaticano firmaron un acuerdo histórico para que la Santa Sede reconociera a algunos obispos nombrados por el régimen comunista. A mediados del próximo octubre, ambas partes prorrogarán el acuerdo por dos años más. Esto fue confirmado recientemente por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano. "Esperamos que este camino conduzca a conclusiones positivas", aseguró Parolin, quien recordó el deseo del Papa de visitar algún día la potencia asiática. "De momento, se trata de un objetivo lejano, pero si hubiera una apertura por parte de los chinos, el Papa viajaría inmediatamente a China".

El acuerdo de 2018 se firmó para tratar de romper con la división en China entre la llamada Iglesia clandestina, respaldada por el Vaticano, y la Asociación Patriótica Católica. Pero los críticos dicen que Pekín ha violado repetidamente los términos del acuerdo, nombrando obispos sin el consentimiento del Papa y limitando básicamente el papel de Roma a ratificar sus elecciones unilaterales. Todo ello mientras el presidente, Xi Jinping, continúa insistiendo en la sinización del cristianismo, promulgando unas políticas contrarias a una libertad religiosa que está amparada por la propia Constitución china.

Hace unos días se hizo público que el Gobierno de Xi había reconocido oficialmente al obispo Melchior Shi Honghzen, de 95 años, como jefe de la diócesis de Tianjin. Esta aprobación llega varios años después de que el Papa lo nombrara para dirigir esa diócesis, lo que retrata que Pekín es quien maneja los tiempos y la decisión final en estos nombramientos. "Al obispo se le exigió defender la Constitución nacional, proteger la unidad y la armonía social de China, amar tanto al país como a la Iglesia y defender siempre la dirección de la sinización del Catolicismo en China", señalaba una noticia de la agencia estatal china Xinhua.

"Esta sinización de la religión exige que los grupos sigan la interpretación marxista de la religión del PCCh, lo que incluye alterar las escrituras y las doctrinas religiosas para ajustarse a esa interpretación", reza un informe de este año publicado por la Comisión de Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional (Uscirf), que asegura que Pekín está intensificando la persecución de los cristianos que se agrupan en las iglesias clandestinas. "Las autoridades chinas han detenido a varios sacerdotes, entre ellos al obispo Augustine Cui Tai y al obispo Joseph Yang Xiaoming, que se negaron a unirse a la Asociación Patriótica Católica".

El año pasado, durante un histórico viaje del Papa a Mongolia, Francisco envió una afectuosa nota de saludo al presidente de China, Xi Jinping, cuando su avión sobrevoló el espacio aéreo chino. Un gesto importante teniendo en cuenta que son inexistentes las relaciones diplomáticas entre Pekín y el Vaticano porque el segundo reconoce a Taiwan como estado soberano. Pekín exige que cualquier país que mantenga relaciones con ellos corte lazos diplomáticos con la isla autogobernada. Este es un gran obstáculo para que el Papa visite China, sumado a los muchos desacuerdos que están teniendo por la ordenación de obispos en base al acuerdo firmado en 2018.

En palabras que parecían dirigidas a China, Francisco dijo durante aquel viaje a Mongolia que los gobiernos no deberían temer a la Iglesia Católica: "Los gobiernos y las instituciones seculares no tienen nada que temer de la obra de evangelización de la Iglesia, porque ella no tiene una agenda política que promover, sino que está sostenida por el poder silencioso de la gracia de Dios y un mensaje de misericordia y verdad, que está destinado a promover el bien de todos".