Cuando la noticia de la captura de Alepo se conoció en Trípoli, decenas de jóvenes montados en motocicletas comenzaron a recorrer las calles de la ciudad norteña. Habían recuperado las banderas que usaron los opositores a partir del 2011. La enseña verde, blanca y negra que caracterizó al alzamiento que después fue secuestrado por los extremistas del Estado Islámico. Otros libaneses repartían dulces a los viandantes.
Muchos de ellos se reunieron en torno a la mezquita de Al Taqwa, uno de los dos templos que fueron sacudidos en 2013 por un doble atentado que causó una devastadora masacre y abrió una profunda brecha sectaria entre la comunidad suní que apoyaba a los oponentes de Bashar Asad y los militantes chiíes de Hizbulá, que decidieron combatir a su lado.
El clérigo Salem Rifai sobrevivió a aquel atentado. Se encontraba rezando en el recinto en el momento de la explosión. Rifai era uno de los religiosos de la segunda localidad libanesa que arengaba a los jóvenes locales a luchar en la guerra de Siria junto a los rebeldes.
Eran años en los que la contienda en el país vecino encontraba su réplica en Trípoli, donde los salafistas suníes combatían no lejos de Al Taqwa, en el barrio de Bab al-Tabbaneh, contra los alauíes de Jabal al Mohsen, devotos seguidores del régimen sirio.
Pese a reconocer que se alegró por la "liberación" de Alepo, Rifai no quiere regresar a esos turbulentos instantes de la reciente historia libanesa. Su discurso dista mucho del que tenía en aquella era. "La religión no se puede oponer", indica, sentado en su residencia de Trípoli.
El mensaje conciliatorio es el mismo que se escucha incluso en las calles del citado Bab al-Tabbaneh, antaño un bastión de los milicianos más extremistas. Hassan Abdallah todavía mantiene la placa de metal que le tuvieron que colocar cuando fue herido por un francotirador alauí en 2019.
"La guerra entre Bab el-Tabbaneh y Jabal al Mohsen es cosa del pasado", precisa en el pequeño puesto de café que regenta. El también compartió el alborozo que ha generado el progreso de los rebeldes sirios, pero aclara que si antes este tipo de episodios provocaban de inmediato un tiroteo entre las dos comunidades, esta vez el rifirrafe se limitó a las redes sociales. "Mejor insultarse en TikTok que usar las armas", agrega.
El espíritu de compromiso que mantenían todos los interlocutores en Trípoli no oculta que la sorprendente ofensiva rebelde en Siria ha reabierto cicatrices psicológicas en el Líbano que seguían sin cauterizar, añadiendo más inestabilidad a un estado que apenas se recupera de la última guerra entre Hizbulá e Israel.
El choque sectario, aunque sea a nivel virtual hasta ahora, incrementa la fragilidad del precario alto el fuego que rige en Líbano, que Israel ha violado en decenas de ocasiones en las últimas jornadas, según la nación árabe.
Estabilizar el avance
La posible confluencia de los conflictos en ambos territorios -Siria y Líbano- dependen en gran medida del desarrollo de la última escalada de violencia en el primero. Los opositores sirios parecen haber ralentizado su avance en el sur de Alepo, hacia Hama, Homs y Damasco, centrándose en estabilizar el enorme espacio que han capturado en pocas jornadas.
"No es cierto que controlemos toda la ciudad de Alepo. El régimen mantiene posiciones como el aeropuerto del norte. Y los kurdos siguen en sus barrios. Los kurdos han enviado muchos refuerzos y tienen un armamento estadounidense muy moderno. Tenemos que cavar trincheras y preparar la defensa", relató por teléfono Hussein Al Shami, un combatiente opositor, cuya unidad había alcanzado la población de Khanaser, al sureste de Alepo.
El insurgente de 36 años aclaró que parte del sorprendente colapso de los militares bajo la autoridad de Damasco se debió a la "eficacia" de los nuevos drones usados por los alzados, una "copia" de los famosos Bayraktar turcos, que provocaron el pánico en las filas de sus adversarios. "Los llamamos Shahin (Halcón peregrino) y son drones suicidas", precisó.
Los rebeldes siguen moviéndose hacia el este de la provincia de Alepo y las planicies de Hama. En estos días han llegado a capturar hasta cuatro aeropuertos y una cantidad ingente de armamento, incluido vehículos rusos, viejos aeroplanos y al menos un moderno sistema de misiles antiaéreos.
A diferencia de los primeros años de la guerra civil, Asad ha conseguido en estos días el apoyo explícito de la mayoría de naciones árabes de la región. Al mismo tiempo, Damasco y sus aliados rusos han intensificado los bombardeos aéreos en las últimas horas acentuando la presión sobre los alzados.
Para columnistas libaneses como Munir Al Rabieh, de la publicación online Al Modon, "la batalla de Alepo y el alto el fuego en Líbano" se inscriben dentro de la misma directriz: "socavar la influencia de Irán" en la región.
Los medios afines a los rebeldes prefieren recuperar -como sus seguidores en Trípoli- el espíritu inicial de la "revolución", que después quedó anegada en sangre.
"Para los partidarios de la revolución siria, la Operación Disuasión de la Agresión (así se llama la ofensiva), representa una esperanza renovada y reafirma los principios de desencadenaron el levantamiento hace más de una década", escribió el periódico El Observador Sirio.
La presencia entre el liderazgo de los rebeldes de personajes como Abu Mohammad al-Joulani, el mismo que luchó en Irak en Al Qaeda bajo las órdenes de Abu Musa Al Zarqawi y después estableció la "franquicia" de ese movimiento extremista en Siria con el nombre de Jabhat al Nusra, sigue suscitando suspicacias incluso entre los partidarios de la oposición, que recuerdan las trágicas consecuencias que tuvo para su causa asociarse con los yihadistas.
"Los rebeldes han aprendido de los errores del pasado", opina el experto sirio en extremismo, Majd Oyoun, director al mismo tiempo del colegio Nuba de Trípoli.
"Desconfío de algunos miembros de esa coalición y de su extremismo, pero creo que el objetivo principal es poner fin a la injusticia que sufren los sirios desde hace años", le secunda el religioso sirio, Yasser Airoud.
Nativo de Homs, Majd Oyoun tuvo que huir de Siria al inicio de la revuelta, que sigue dominando su vida. La televisión de su despacho sigue conectada a los noticias en vivo que cubren la arremetida opositora.
"No me ha sorprendido el colapso del ejército de Asad. Los soldados cobran 20 dólares al mes. ¿Quién se va a jugar la vida por 20 dólares? Rusia está ocupada con Ucrania e Irán con Israel", comenta.
Rifai, el clérigo libanés, comparte su análisis. "Esta vez el régimen si está realmente en peligro", apostilla.