Cámaras de reconocimiento facial en cada esquina. Drones sobrevolando a todas las horas sobre nuestras cabezas. Inteligencia artificial al servicio del control social. Compañías privadas recolectando y vendiendo nuestros datos al mejor postor... Y líderes autocráticos dispuestos a usar todas esas herramientas para proyectar una sensación de falsa seguridad en un mundo cada vez más caótico, azotado por guerras, protestas callejeras y episodios de clima extremo...
"No es ciencia ficción, es el momento presente", recalca Asif Kapadia, el director de 2073, con guiño incluido al 1984 de George Orwell en el título. La película alterna la visión distópica del futuro con un somero repaso al pasado aún reciente y con una inquietante pregunta lanzada hacia dentro por su protagonista, interpretada por Samantha Morton: "¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí?".
Kapadia, hijo de inmigrantes de indios musulmanes del estado de Guyarat, tuvo el primer chispazo cuando fue retenido por "comportamiento sospechoso" a su paso por un aeropuerto de Nueva York meses después del 11-S. Desde entonces no dejó de hacerse preguntas y de hacérselas también a periodistas en lugares tan dispares como el Reino Unido, Estados Unidos, Brasil o Filipinas, hasta llegar a una severa conclusión: "Algo muy grave está pasando y ha llegado el momento de unir los puntos".
2073 ha sido definida por algunos críticos como "la película más deprimente del 2025". Ficción y realidad se mezclan en un futuro no muy lejano con Ivanka Trump como presidenta y un mundo profundamente alterado por "el evento", que puede haber sido un desastre climático, una explosión nuclear o la implosión de las democracias. Para el director de la oscarizada Amy, el "evento" es en realidad una metáfora del momento convulso en el que estamos, la tormenta perfecta para el ascenso de líderes "salvadores", prestos a hacer uso y abuso de las nuevas tecnologías.
"Los grandes dictadores de nuestro tiempo son Mark Zuckenberg y Elon Musk", sostiene la periodista filipina Maria Ressa, galardonada con el Premio Nobel de la Paz por su lucha por la libertad de expresión. Ressa libró hasta el 2022 un pulso personal contra el presidente Rodrigo Duterte, que llevó su "guerra contra las drogas" hasta extremos sangrantes e inimaginables: más de 30.000 civiles muertos (supuestamente traficantes o drogadictos) en otros tantos ajusticiamientos extrajudiciales en plena calle.
"Duterte fue al fin y al cabo un pequeño dictador", sostiene Ressa, que lanza su dedo acusador contra los gigantes tecnológicos y sus multimillonarios amos, "con la incitación constante a la polarización, el miedo, el odio y la ira, y con el objetivo de crear el caos".
Douglas Rushkoff, autor de La supervivencia de los más ricos, es otra de las voces que más resuena en 2073. El profesor de Cultura Virtual de la NYU previene contra "las fantansías escapistas" de Musk, Bezos, Zuckenberg y compañía, con sus planes para colonizar la Luna y Marte, de espaldas a los problemas reales y a las "externalidades" causadas por sus imperios en tierra firme y construyéndose por si acaso búnkeres fortificados en por si ocurre realmente el "evento".
Rushkoff advierte de cómo la mentalidad "ultralibertaria" ha calado hondo en Silicon Valley y apunta a la figura cada vez más influyente de Peter Thiel, cofundador de PayPal y uno de los primeros inversores en Facebook, para explicar las tendencias autoritarias cada vez más patentes en los hombres más ricos del planeta. Admirador de Nietzsche y de la "supremacía del individuo", Thiel ha llegado a asegurar sin pelos en la lengua: "Creo que la libertad y la democracia ya no son compatibles".
El régimen "Mump"
"Un mundo nuevo requiere palabras nuevas", advierte Timothy Snyder, autor de Sobre la libertad y Sobre la tiranía, que no ha dudado a la hora de calificar a Donald Trump como "fascista" y que ha acuñado un término para describir su alianza con Elon Musk: "el régimen Mump".
"El régimen Mump nos va ayudar a enfrentarnos al mundo real", advierte Snyder en Substack. "Vamos de cabeza a una situación en la que la fractura del Gobierno es deliberada y las debilidades de la sociedad son deseadas. Hay que gente que dice que este es el cambio que quieren ver en el mundo: los mumpers son la catástrofe que su ideología nos dice que es inevitable".
"Hemos sobreestimado a Trump y hemos subestimado a Musk", agrega el historiador estadounidense, que traza así la esencial diferencia entre el presidente electo y el ya conocido como su first buddy.. "La gente piensa que Trump tiene dinero, cuando la realidad es que nunca lo ha tenido y no ha sido capaz de pagar sus deudas. Musk es el que tiene el dinero (el primer humano en superar el listón de los 400.000 millones de dólares) y esa es una relación de total dependencia, similar a la de Rusia en los años 90, con Boris Yeltsin rodeado de jóvenes y ambiciosos oligarcas".
Mucho se ha escrito sobre la relación Trump-Musk y sobre el viraje del patrono de X, Space X y Tesla a la ultraderecha, rubricado con su reciente apoyo a Alternativa para Alemania (AfD) y su apoyo desmedido al nacionalista Nigel Farage, también conocido como Mr. Brexit. Las tendencias autoritarias de Musk quedaron a la vista tras las acusaciones de estar detrás del golpe de Estado en Bolivia en el 2020 para asegurar el suministro de litio. "Daremos un golpe de Estado a quien queramos ¡Lidiad con eso!", fue su respuesta.
Aunque hay si acaso una relación más inquietante en las altas esferas del nuevo poder republicano: la del vicepresidente electo JD Vance y el ya citado Peter Thiel (ojo con él). La relación entre ambos se remonta a hace algo más de una década: los dos fueron socios en Mithril Capital y Thiel fue de hecho el artífice de su encuentro con Trump en Mar-a-Lago en el 2021 que sirvió para limar asperezas e impulsar su candidatura a vicepresidente.
Thiel y Vance están además unidos por una férrea fe cristiana y por su tirón en las bases MAGA (Make America Great Again). Thiel aspira de hecho a ser el vaso comunicante entre Washington y Silicon Valley, con ramificaciones tecnoautoritarias con el movimiento neorreaccionario NRx. Peter Thiel, omnipresente en el documental 2073, está considerado como uno de los profetas de la así llamada Ilustración Oscura (Dark Elinghtment), con destacados discípulos como Nick Land, que coincide con él en que la libertad es incompatible con la democracia.
Max Chafkin, autor de la biografía The Contrarian, sostiene que las ideas de Thiel bordean el fascismo: "En sus charlas suele decir que las empresas funcionan mejor que los gobiernos porque tienen a una sola persona tomando decisiones, básicamente un dictador". Su defensa del "todo vale en el nombre de la innovación y del progreso" le han valido también comparaciones con Filippo Tommaso Marinetti, el autor del manifiesto futurista que sentó las bases del fascismo de Mussolini.
Peter Thiel, que fantasea con la creación de islas flotantes libertarias en medio del océano, ha puesto también su grano de arena en la sociedad de la hipervigilancia con Palantir, una compañía de software que ha trabajado con agencias federales para el rastreo y supervisión de inmigrantes usando una combinación de datos biométricos y bases de datos.
Ingenieria social 'made in China'
China se adelantó a la tendencia y lleva más de una década marcando el camino hacia el estado tecnoautoritario. Bajo el mando del ingeniero químico Xi Jingpin, el que fuera el país más poblado del mundo ha perfeccionado las técnicas de "ingeniería social" con un inmenso aparato de vigilancia y censura: del "gran cortafuegos" en internet al despliegue de 200 millones de cámaras que permiten identificar y "calificar" sobre la marcha a más de seis millones de ciudadanos en un día cualquiera.
La inteligencia artificial y las tecnologías de reconocimiento facial han sido vitales para perfeccionar el sistema de "crédito social" que ayuda mejorar la "confiabilidad" de los ciudadanos (o a regular estrictamente su comportamiento, según se mire). Arrastrar una deuda, fumar en un lugar prohibido o saltarse un semáforo rojo son razones suficientes para perder "crédito" y no poder viajar en tren, o ver tu rostro expuesto en una pantalla, al estilo Gran Hermano, y sufrir la humillación pública.
El sistema ha sido condenado por asociaciones de libertades civiles como una intromisión en el derecho a la privacidad y a la dignidad personal, y como una herramienta más de vigilancia gubernamental para suprimir la disidencia (de una manera más sutil que las brutales escenas de represión en Hong Kong en los últimos años).
El documental pone sobre todo el dedo en la llaga de Xinjiang, la región usada como laboratorio de pruebas de las nuevas tecnologías para el control de la etnia musulmana uigur. Se estima que un millón de uigures han pasado por campos de "reeducación" en lo que está considerado ya como "gulag digital", con la población sometida a un régimen hipervigilancia y los ciudadanos divididos en tres categorías: "normales", "sospechosos" e "indignos de confianza".
La asociación Human Rights Watch denunció el uso de una aplicación (conocida en inglés como Integrated Joint Operation Platform) que agrega datos sobre las actividades diarias de los uigures y alerta a la policía cuando alguien asciende a la categoría de "sospechoso". Aparte del ubicuo reconocimiento facial y con la complicidad de las compañías de telecomunicaciones, se han puesto también en marcha sistemas de "reconocimientos de voz" para espiar las conversaciones telefónicas en los móviles.
"Con el despliegue de técnicas de vigilancia e ingeniería social a gran escala, las autoridades quieren crear un tipo de sociedad que sea fácil de manejar", advierte Maya Wang, ex investigadora de Human Rights Watch. "En China, la iniciativa parte del Estado, mientras que en Estados Unidos tiene una vertiente comercial. Las dinámicas son diferentes, pero las similitudes son asombrosas".
Un estudio de Freedom House, que rastrea el estado de las democracias en el mundo, alerta sobre cómo Pekín está exportando su tecnología de hipervigilancia made in China en paralelo a sus inversiones en infraestructura bajo Asia, África y Latinoamérica bajo la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Al menos 18 países están dando pasos para replicar el sistema chino, entre ellos Zimbabue, que ha creado una base de datos nacional de reconocimiento facial.
Freedom House alerta también sobre la "mirada intrusiva" del Kremlin y los pasos dados por Putin para incrementar el "autoritarismo digital" en Rusia (en paralelo a los ciberataques, a la difusión de fake news y a la interferencia en las redes sociales con sus "fábricas de trolls"). Bajo los auspicios de Narendra Modi, India ha optado por armas menos sofisticadas pero igualmente efectivas, como 116 "apagones" de internet registrados en el último año que dejaron a oscuras la mayor democracia del planeta.