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Historia

La secreta conexión nazi de la 'Novena Sinfonía' de Beethoven que ahora avergüenza a la UE

Hoy hace 200 años del estreno en Viena de una sinfonía colosal y revolucionaria que acabó adoptándose como himno oficial de la UE. El arreglista de la partitura fue Herbert von Karajan, afamado director y ex afiliado al partido de Hitler. Nadie, desde 1972, ha conseguido arrebatarle los derechos

El director austriaco Herbert von Karajan, durante un concierto en 1945.
El director austriaco Herbert von Karajan, durante un concierto en 1945.GETTY IMAGES
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Beethoven no pudo escuchar los aplausos, pero sí vio los gestos de euforia del público que ocupó hasta la última butaca del Teatro de la Corte de Viena aquel 7 de mayo de 1824. La catarsis colectiva en que devino el estreno de la Sinfonía nº 9 obligó a los músicos a repetir varios pasajes mientras la policía imperial pedía silencio. Algunos cronistas aseguraron que el compositor, ya completamente sordo, dirigió el concierto con los ojos cerrados, sintiendo la vibración de la música en su cuerpo. Nadie hasta ese momento se había atrevido a incluir un coro al final de una sinfonía, el género instrumental por excelencia. Tras el estallido orquestal del último movimiento, Beethoven giró sobre sus talones y fijó la mirada en el palco vacío del emperador, el único ausente aquella tarde llamada a hacer historia. Entonces lo supo: el mensaje de unidad de la Novena («los hombres volverán a ser hermanos», repetía una y otra vez el poema de Schiller) se había impuesto al poder de los tiranos.

Con el tiempo, el eslogan de la Oda a la alegría serviría a diferentes causas, desde las proclamas del movimiento obrero durante la Revolución Industrial hasta las protestas callejeras lideradas por Malcolm X al grito de «Beethoven is black» después de que algunos intelectuales negros, como W.E.B. Du Bois, hallaran en su música una forma de liberación. Su melodía y su letra se acuñaron como caballo de batalla de importantes cambios sociales. Cautivó por igual a Marx, Stalin y Hitler. Incluso Bakunin, que soñaba con destruir cualquier símbolo burgués que estuviera a su alcance, la rescató del panteón nacionalista alemán. El opus 125 inspiró a hippies, activistas de los derechos civiles y otros agitadores de la contracultura que aspiraban a cambiar el mundo bajo los efectos estimulantes de unas notas que invitaban al amor fraternal, pero también a la violencia, como demostrarían las cacerías nocturnas de los drugos de Kubrick/Burgess al ritmo de los sintetizadores de Wendy Carlos.

Sólo así se explica que, dos años después de que Leonard Bernstein dirigiera en Berlín una monumental Novena para celebrar la reunificación alemana tras la caída del Muro (con un coro que cantaba «libertad», freiheit, en lugar de «alegría», freude) la musicóloga Susan McClary encontrara, en estas mismas páginas, trazas de la «rabia acumulada de un violador impotente». En 2005 los ayatolás de Irán hicieron lo que los censores de la China popular: incluirla en su lista negra. Nada, por lo demás, para lo que el compositor no se hubiera preparado en vida, pues sabía que la buena acogida de su música dependía en gran medida del momento y el lugar en que se escuchara. De ahí que la Novena acabara convirtiéndose, al mismo tiempo, en modelo de la supremacía cultural de Occidente y ejemplo de la más insobornable defensa de los valores universales.

Cubierta de la partitura de la 'Sinfonía nº 9' de Beethoven.
Cubierta de la partitura de la 'Sinfonía nº 9' de Beethoven.DEA / A. DAGLI ORTI / GETTY IMAGES

Lo que el genio de Bonn no sospechaba es que el más alto honor que le tenía reservado la posteridad quedaría, en parte, malogrado. En 1970, coincidiendo con el bicentenario del nacimiento de Beethoven, el Comité Permanente de la Asamblea Consultiva del Consejo de Europa aprobó la adopción de la Oda a la alegría como símbolo oficial de las instituciones comunitarias. En la Resolución 492 se argumentó la idoneidad de una obra «representativa del genio europeo» en referencia, no al compositor, sino a una identidad cultural en vías de construcción. A fin de resolver el problema de la traducción a las lenguas de los países miembros, se optó finalmente por un himno sin letra en el «lenguaje universal» de los instrumentos. «Fue un acierto por la voluntad de diferenciarse de los himnos nacionales que se eligiera una obra del patrimonio clásico», explica a La LecturaEsteban Buch, autor de La novena de Beethoven. Historia política del himno europeo (Acantilado). «Por otro lado, aquella iniciativa supuso también un empobrecimiento del contenido estético de la obra original en su adaptación a la mecánica ritual de las músicas de Estado».

Por entonces, el director austriaco Herbert von Karajan acababa de grabar la integral de las sinfonías de Beethoven a los mandos de la Filarmónica de Berlín. A nadie le sorprendió que el todopoderoso generalmusikdirektor entrara en las quinielas para adaptar la Novena. «Su fama mundial garantizaba no sólo una gran calidad técnica sino una máxima difusión», continúa el también profesor de la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. «Cuando le escribió Lujo Toncic-Sorinj [secretario general del Consejo de Europa] para hacerle la propuesta, los antecedentes nazis de Karajan eran de sobra conocidos». En 1933, el joven director había rellenado en Salzburgo una solicitud de afiliación al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán que no fue aceptada hasta dos años después debido a la interrupción del reclutamiento tras la toma de poder de Hitler. «Aparentemente, este pormenor no supuso ningún problema, pues no se menciona en los documentos relacionados con el himno».

"Es el momento de que Europa reafirme su compromiso con los valores democráticos y denuncie la marca de su pasado nazi", reclama el experto Esteban Buch

De lo que sí se dejó constancia en los archivos es de las condiciones que Karajan impuso a los funcionarios del Consejo de Europa. «Insistió en la necesidad de un arreglo específico de la música de Beethoven, lo cual no estaba previsto en el proyecto inicial», sostiene Buch. «En realidad, no hizo más que cortar y pegar tres fragmentos de la Novena y retocar algunos detalles, como el tempo, sin ningún aporte creativo». Una vez concluido el trabajo, se negó en rotundo a ceder los derechos de la partitura, tal y como le reclamaron varios diplomáticos, incluido su colega y compatriota Toncic-Sorinj. Durante los meses siguientes, se produjeron intensas discusiones sobre los derechos de autor que, según un memorando interno, constituían una preocupación para las altas instancias del Consejo de Europa. Al final, Karajan se salió con la suya: aprovechó sus contactos para publicar la partitura con la editorial Schott y grabó esa misma versión para el sello Deutsche Grammophon, que aún hoy la sigue comercializando.

En estas condiciones, el 5 de mayo de 1972, Día de Europa, el Festival de Eurovisión presentó el flamante himno con las imágenes de Karajan y su orquesta mezcladas con las de la bandera azul de 12 estrellas. «Nadie en la institución de Estrasburgo se atrevió a llevarle la contraria al músico más poderoso del continente», asegura el que probablemente sea el mayor experto mundial en la Novena. ¿Significa esto que, tras la muerte de Karajan en 1989, sus herederos reciben un porcentaje de los royalties que genera la interpretación del himno? «Aunque su uso no está definido por ninguna norma escrita en la Unión Europea, hasta donde tengo entendido los actos oficiales no dan lugar a derechos, que en este caso sólo se aplican a la venta de la partitura y del disco». Y añade: «Mi crítica se sustenta en el principio mismo de que el himno beneficie económica y simbólicamente a un particular, más que en la cantidad efectiva de dinero que eso haya podido representar en los últimos 52 años».

BEETHOVEN EN ESPAÑA

Fue, curiosamente, en 1985, el año en que España firmó su ingreso en la UE, cuando el arreglo (de apenas dos minutos) patentado por Karajan se aprobó oficialmente como himno supranacional. «La relación de nuestro país con la Novena tiene bastante interés», afirma la musicóloga Teresa Cascudo. «Su estreno, en el Teatro del Príncipe Alfonso de Madrid, se produjo con más de medio siglo de retraso, pero, en 1969, Miguel Ríos grabó en los estudios de Hispavox un arreglo que acabó teniendo un inusitado impacto global». En lo que concierne al estreno madrileño de 1882, se enfrentó a importantes limitaciones logísticas: «La institución de la orquesta sinfónica profesional estaba en pañales y los orfeones no empezaron a aceptar mujeres en sus filas hasta finales del siglo». Sólo una minoría estaba preparada para admirar y asimilar una obra «solemne, colosal, majestuosa», según la describió la prensa internacional, que había anticipado muchas de las «concepciones modernas» que fueron transformando la música a lo largo del siglo XIX.

España no fue, sin embargo, ajena a la trayectoria política que dibujan las obras de Beethoven. «El compositor, muy permeable a las ideas de la Revolución Francesa, apoyó la instauración del Trienio Liberal, ferozmente reprimido por Fernando VII después de volver a instaurar el absolutismo en 1823», prosigue la profesora de la Universidad de La Rioja y coordinadora del volumen Un Beethoven ibérico (Comares), dedicado a la recepción y transferencia cultural de su legado en la península. «Ese origen de la Sinfonía nº 9, cuya matriz es la cultura política del liberalismo progresista de corte más radical, puede explicar que su música despierte emociones exaltadas y que, según los contextos, se adhieren a imaginarios políticos muy distintos entre sí, hasta el punto de que pueden ser incluso antagónicos». Así, por ejemplo, durante el verano de 1936, la Novena sonó en la ceremonia inaugural de los ominosos Juegos Olímpicos de Berlín y, unos días antes, en un recital que ofreció el violonchelista Paul Casals como protesta tras el alzamiento contra la República.

"La 'Novena' despierta emociones exaltadas que se adhieren a imaginarios políticos muy distintos", asegura la musicólogo Teresa Cascudo

«En su viaje por las salas de toda Europa, la Oda a la alegría fue asimilada como ideal de hermanamiento por todo tipo de ideologías, pero lo que mucha gente no sabe es que, hasta el mismo momento en que le entregó la partitura a su copista, el compositor se había planteado eliminar la cantata final», revela Norman Lebrecht, autor de Why Beethoven, que en España publicará Alianza el próximo otoño. «Hace poco leí que el día del estreno de la Novenase pasó la mañana cortándose el pelo, lo que me parece extrañísimo. Esos pequeños detalles, a los que no se suele prestar atención, nos permiten comprender el fenómeno en toda su magnitud». Según el periodista británico y fundador del portal de música clásica Slipped Disc, la vida de Beethoven no fue en absoluto interesante. «Salió muy pocas veces de Viena, no llegó a tener relaciones sexuales, nunca vio el mar. Entonces, ¿por qué sigue ejerciendo esta asombrosa influencia? Ésa es la pregunta que trata de responder mi libro».

Entre la amplia oferta de conciertos con que se conmemorará el bicentenario del estreno de la partitura, el de mayor repercusión mediática tendrá lugar en la Sala Dorada del Musikverein el 7 de mayo, cuando Riccardo Muti empuñe la batuta, con la Novena en los atriles, al frente de la Filarmónica de Viena. «Beethoven te pide ir siempre un paso más allá», contaba el maestro italiano en una entrevista con EL MUNDO. «No basta con leer la partitura y mover los brazos. Lo que él exige se parece mucho a un viaje espiritual que te cambia por dentro». Es lo que Roland Barthes llamó «quimera musical», una experiencia estética ineludible a los sentidos. «La apoteosis instrumental y vocal del movimiento final supuso un gesto expresivo completamente novedoso», reflexiona Buch. «Por eso, frente al inquietante avance de la ultraderecha, sería muy conveniente que, a las puertas de unas nuevas elecciones, la Unión Europea reafirmara su compromiso con los valores democráticos y denunciara la marca persistente de su pasado nazi en algunos de sus símbolos».