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La ironía cautivadora del fotógrafo Elliott Erwitt: "Los perros son personas con más pelo"

Enmarcada en el Festival PhotoEspaña, Fundación Canal presenta 'La comedia humana', una exposición con 135 piezas del fotógrafo franco-norteamericano Elliott Erwitt, figura imprescindible para comprender el octavo arte en el siglo XX

Un grupo de visitantes  contemplando cuadros en el Palacio de Versalles, 1975.
Un grupo de visitantes contemplando cuadros en el Palacio de Versalles, 1975.MAGNUM PHOTOS
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La foto de unas damas sobre altos tacones anuncia la exposición. Hasta aquí todo normal. El encuadre es lo que cambia todo y da nuevo sentido a la imagen. Sólo se ven los torturados pies, encaramados a los hoy tan denostados zapatos. Elliott Erwitt la tomó en Saint Tropez en 1979. Con ella muestra que es posible hacer magia sin varita ni chistera. Para que aparezca un conejo, le basta el disparador de su cámara. "La fotografía no es otra cosa que estar en el lugar correcto en el momento adecuado" se justificaba el autor. Lo que no contaba es que también se necesita un don que sólo tienen los elegidos.

Esta es la historia que a uno le hubiera gustado escribir después de entrevistar al imprescindible fotógrafo franco-norteamericano. Hablar con él era pasar un rato tan divertido como contemplar sus fotografías. No ha sido posible, pues Erwitt nos dejó el pasado noviembre. Quedan sus centenares de imágenes. Un océano de negativos con un oleaje de seres humanos y criaturas perrunas acunados con la brisa de su amable ironía.

Para saber más

Las fotografías de este autor nacido en Francia en 1928, en el seno de una familia inmigrante ruso-judía y nacionalizado estadounidense, construyen el riguroso y prolongado relato -vivió 95 años en los que mantuvo una actividad incansable durante siete décadas- del hacer de una figura clave del octavo arte. Una selección de 135 de ellas conforma Elliott Erwitt. La comedia humana, exposición de la Fundación Canal enmarcada en elfestival PHOtoEspaña.

Un televisor retratado en una casa de Texas, 1962.
Un televisor retratado en una casa de Texas, 1962.MAGNUM PHOTOS

"Son impresiones vintage de grabados de pequeño formato, que Erwitt positivó para el desarrollo de libros y revistas", señala Andréa Holzherr, comisaria de la muestra y compañera del fotógrafo en la agencia Magnum, que Erwitt dirigió. "Proponemos una amplia visión de su obra, excepto su trabajo comercial, que en general era en color. El blanco y negro es su seña de identidad".

Después de estudiar fotografía y cine en Los Ángeles, donde emigró con su familia a los 10 años, Erwitt empezó a trabajar muy joven en las más diversas especialidades: fotógrafo de empresa, foto-fija en producciones de cine, reportero callejero, enviado especial, fotorreportero de turismo, retratista de celebridades, fotógrafo de moda...

Familia en su salón en Shreveport, Louisiana, Estados Unidos, 1962.
Familia en su salón en Shreveport, Louisiana, Estados Unidos, 1962.MAGNUM PHOTOS

En tan excelsa ensalada de clics, Erwitt añade un condimento irresistible: su desenfadado humor. Cándida sorna con la que regala una visión positiva del mundo y nos deja buen sabor de boca. La fórmula, todo sea dicho, le acarreó críticas y ser calificado de superficial e intrascendente. Lo contradicen sus imágenes convertidas en iconos universales y en las que, con solo levantar una esquina de su buen rollo, afloran las pelusas de la sociedad que vivimos.

Acostumbrados a la hoy tan generalizada autocomplacencia de abundantes artistas de poco pelaje, destaca el escaso mérito que Erwitt reconocía a su quehacer. "La fotografía es bastante sencilla. Se trata de reaccionar a lo que ves, con suerte y sin ideas preconcebidas. Puedes encontrar imágenes en todas partes".

Aquí van unos ejemplos acompañados por las reflexiones del autor. El delicioso retrato de Marilyn Monroe, que descansa en un set del rodaje: "Sería difícil tomar una mala fotografía de Marilyn Monroe". Nixon golpeando con el índice la solapa de Jruschev: "Fue casualidad. Estaba en Moscú para algo que no tenía nada que ver con esta fotografía, tuve suerte". La imagen de una desolada Jackie Kennedy en el funeral de su marido asesinado en 1963: "Estaba allí como corresponsal y pude tomar la foto". La boda en una comuna nudista, donde la única prenda que se ve es el cuello blanco del oficiante: "Ha sido la situación más divertida que he tenido. Esto fue todo". Y añade: "Siempre seré un fotógrafo aficionado".

Mujeres fotografiadas en Pasadena, California, 1963.
Mujeres fotografiadas en Pasadena, California, 1963.MAGNUM PHOTOS

Henri Cartier-Bresson, colega de Erwitt en la Magnum, le corrige: "En mi opinión, Elliot logra un milagro. Ofrece un ramillete de fotos robadas con sabor, con una sonrisa de su ser más profundo". Holzherr, que también ha convivido con el autor en la agencia, coincide: "Erwitt era un gran trabajador, pero lo ocultaba bien. Cuando habla de su oficio todo suena divertido y fácil, lo que no dice es lo duro que era, cuántos aviones tuvo que tomar, cuántos días lejos de su familia y cuántos kilos de material acarreó. Sus imágenes parecen espontáneas, pero como todo buen arte, tienen un precio. Por esto es tan genial su fotografía: no ves el esfuerzo, sólo ves lo que él quiere que veas".

Erwitt destila situaciones casuales con su sarcasmo bonachón y las transforma en dardos que van directos a la diana. Son tantas las imágenes donde esto se comprueba, que es difícil escoger una. La elegimos. Por su cercanía, pero también por su significado. Es una de las mejores fotografías tomadas del Museo del Prado. Y del tiempo y la sociedad en la que la hizo. Fue en 1995. En una de las salas Goya, al fondo los dos retratos de la duquesa de Alba. Ante la Maja vestida, solo una mujer la contempla; a su lado, ocho hombres miran embelesados a la Maja desnuda. Sobran las palabras.

Perro fotografiado en las calles de Nueva York, 1946.
Perro fotografiado en las calles de Nueva York, 1946.MAGNUM PHOTOS

Pasemos a los perros, el tema preferido del fotógrafo. El mismo Erwitt lo relata a su manera: "Creo que los perros son personas con más pelo. Son universales no tienen distinciones de clases. Pura sangre y callejeros, están en todas partes. Suelen ser comprensivos y no me piden ninguna copia de las fotos que les hago". Desde el ras del suelo donde los retrataba, sus imágenes caninas son cohetes que se elevan al olimpo de la fotografía.

El caniche que parece más mínimo aún, al estar junto a un gran danés del que sólo se ve la parte inferior de las patas. El bulldog sentado en las piernas de su ama, cuya cabeza queda oculta detrás de la de su mascota, componiendo una extraña criatura de cuerpo, brazos y piernas humanos con cabeza perruna. "Sólo tienes que preocuparte por lo que te rodea y tener interés por la humanidad y la comedia humana". Así de fácil.

Elliot Erwitt invita a levantar el pie del acelere de nuestro mundo azaroso. Saca el absurdo que se esconde detrás de lo cotidiano y nos regala instantes envueltos en una ironía que es inevitable subrayar con una sonrisa.

Aforismos fotográficos

o se trata de mirar sino de cómo mirar. Baudelaire cuestionó la fotografía por su naturalidad, decía que era demasiado servil con la realidad. Pero realmente al fotógrafo no le importa la apariencia, lo fundamental está en las conjeturas interiores, donde la verdad en sí no existe. Mirar, ser rápido, muy rápido, situarse en la posición aventajada, reduciendo lo esencial con un giro riguroso a la dificultad del motivo.

De Elliott Erwitt podría ser la apreciación en la que Cartier-Bresson afirmaba que la fotografía no quiere decir nada, no prueba nada, ni más ni menos que un cuadro, es totalmente subjetiva. La única objetividad del fotógrafo radica en ser honesto con uno mismo y con el tema escogido. Debemos limitarnos a establecer relaciones, relaciones sumamente complicadas, complejas. Eugène Atget y su intuición de objeto encontrado, aislado y descontextualizado, que elimina sentido y función ordinaria. La composición perfecta, el ambiente, la despreocupación que emanaba de las fotografías de Cartier- Bresson, los dibujos de Modigliani. Un cúmulo de chasquidos emocionales que fueron una autentica revelación para el fotógrafo, que empezó a moverse por un país que se rellenaba de carnes groseras, modeladas en claroscuros cada vez más extremos.

La nueva generación de mujeres y hombres americanos, ya no encontraba consuelo en los neones que aún se afanaban por iluminar las sombras del viejo sueño americano. Cada nuevo disparo era un golpe en el ojo del hombre tímido que se refugiaba tras la cámara, un trazo de esperanza sin concesión a la indolencia de lo cotidiano. Con esos mimbres, Edward Steichen incluyó varias de sus fotos en la exposición The Family of Man que organizó en el MoMa. Entró de la mano de Robert Capa en la recién nacida agencia Magnum. Luego vinieron las idas y venidas a La Habana revolucionaria de Fidel Castro y Che Guevara, el Gran Salón del Hotel Plaza de Nueva York, el parque Sokolniki de Moscú frente a Nixon y Jruschev. Políticos, directores de cine, celebridades de Hollywood, editores, periodistas. Truman Capote y su mítica fiesta en Blanco y Negro, sugerencia de Cecil Beaton. Siempre, la obsesión por los perros, su tema favorito, metáforas optimistas de situaciones cómicas que vive el hombre. Elliott Erwitt estaba allí, afinando ironías, cogidas a esbozo, con una mirada rápida que descartaba con tajante rigor las apariencias y con la obsesión de la belleza que guarda la inconsistencia.

Cuando la foto ocurre, en la clave precisa, no debe cuestionarse ni analizarse. El resultado explica la parte más compleja e inaccesible de la dimensión humana. En ese caldo virulento, tristeza y alegría se hacen indisolubles, resultando fotografías de una gran humanidad. No es sólo el ojo, también es el corazón lo que mueve la intención del fotógrafo. La distinción entre recordar y olvidar, se transforma en un juicio, en una interpretación de la justicia, según la cual la aprobación se aproxima a ser recordado; y el castigo, a ser olvidado.

La cámara define la realidad, a veces como espectáculo y otras con el objeto de vigilancia, escribió John Berger. Baudelaire asistió al nacimiento de la fotografía, y no fue ajeno al deseo decimonónico de exhibir y ubicar en el centro de la civilización moderna el ojo. El yo poético en forma de cámara para captar la realidad parisina. Elliott Erwitt invirtió el concepto, al embadurnar de poesía sus fotografías. Aforismos indelebles que replican una mirada no siempre optimista pero llena de humor.