Fechado el 1 de marzo de 1977, en el cable diplomático enviado por el embajador estadounidense en Madrid Wells Stabler a la Casa Blanca están resumidos los principales avances hacia la democracia experimentados en España desde la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975. Pero hay algo más que eso en este documento que Jorge Urdánoz Ganuza, escritor y profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Pública de Navarra, incluye en La Transición según los espías, un breve pero sustancioso ensayo entre la historia y el análisis político que acaba de publicar la editorial Akal. Transcurridos 40 años desde que fueron enviados, los miles de cables diplomáticos que el embajador Stabler transmitió durante su estancia en España entre 1975 y 1980 son ya de libre acceso para investigadores y curiosos. Urdánoz ha sido el primero hasta la fecha en hacer uso de ellos para aportar una visión distinta (aunque no antagónica) del proceso de Transición vivido en nuestro país para pasar, de manera más o menos ordenada, de una dictadura militar a una democracia estable gracias a la cual España ha vivido uno de los desarrollos culturales, sociológicos, económicos y políticos más importantes de su historia reciente.
"Este libro", sintetiza Josep M. Colomer en el prólogo, "obliga a revisar algunas interpretaciones de importantes episodios de la Transición española a la democracia". Ni "el embajador ni sus interlocutores tenían por qué mentir", añade Urdánoz en conversación con La Lectura. "Más bien somos nosotros los que nos hemos autoengañado con el tiempo. Al final, todo salió bien, aunque yo no mitifico la Transición, porque realmente hubo más violencia de la que se nos ha dicho y porque la clase política no fue ni remotamente tan idealista como se nos hace creer. Stabler en sus conversaciones demuestra cómo funciona la política de verdad, con todas sus miserias y todas sus grandezas. Y es en esa política confidencial que se hace en el mantel de los poderosos, por así decir, donde en muchas ocasiones se refleja lo que sucedió. Stabler es un personaje fascinante, como los son todas las personas que hablan con él: Suárez, el Rey, Osorio, Felipe González... En realidad todos los protagonistas de la Transición trataron directamente con él (salvo Torcuato Fernández-Miranda y los representantes de la Iglesia) y otros muchos aparecen en las confidencias".
"El rey, el presidente del Gobierno, los ministros... todos le suministraban información. pero el espionaje de Stabler no se reducía a eso"
Y ese es el gran valor que aportan estos cables: La posición que ocupó el embajador y la relevancia de sus funciones, ya que, no lo olvidemos, en plena Guerra Fría, desde EEUU se seguían muy de cerca los procesos políticos que se desarrollaban en Portugal, Grecia, Italia y España, que suponían de facto las piezas fundamentales en el tablero occidental de Europa frente a la URSS, razón por la cual se examinaba con lupa la actuación de los satélites soviéticos que eran los partidos comunistas de esos países. Urdánoz lo resume de esta manera en el libro: "Las fuentes de Stabler, en efecto, acudían a él para agradarle, para recabar su beneplácito, para que constataran hasta qué punto estaban de su lado. Y no eran cualesquiera fuentes. Stabler almorzaba con el Rey, con el presidente del Gobierno, con los ministros. Todos ellos le suministraban información, le relataban sus encuentros con otros, le adelantaban sus planes, su estrategia, sus objetivos. Pero el espionaje de Stabler no se reducía a eso. El personal de la embajada y los altos funcionarios de EEUU destinados en España conformaban además toda una red de terminales cuyas conversaciones acababan yendo a parar a sus manos para que él las analizara y enviara a Kissinger [secretario de Estado de los presidentes Nixon y Ford] el informe correspondiente. Una red eficacísima y de ámbito nacional, puesto que la embajada recibía también información de los oficiales de los consulados estadounidenses en Barcelona, Bilbao y otras ciudades [...] Si afirmo que Stabler supo más que Suárez es porque voy a dar una importancia crucial al año 1976 -el año casi exacto, la semilla de la Transición, los cimientos de todo- y, en ese año, la mitad del tiempo Adolfo Suárez estuvo a oscuras, mientras que el embajador Stabler veía".
Pero volvamos a aquel cable del que hablamos al principio, titulado El proceso político español. Perspectivas a corto y medio plazo. Además del exacto y minucioso resumen de lo acontecido hasta entonces, se incluía también, en palabras de Urdánoz, "una acertadísima predicción de las líneas maestras de lo que sería la Constitución del 78. Hay que tener en cuenta que en esa fecha, 1 de marzo de 1977, el PCE, los demás partidos y los sindicatos todavía eran ilegales. La ley electoral todavía no se había aprobado. El Movimiento Nacional seguía en pie. Todo estaba por hacer, y a la vez y sorprendentemente, todo estaba hecho. En líneas generales, Stabler describe la Transición de manera muy parecida a como se describe prácticamente siempre el proceso entero, incluyendo la aprobación de la Constitución en 1978. El embajador se anticipa a lo que será el nuevo diseño institucional básico, y esto da la razón a los que dicen que de alguna manera la Transición, o al menos la constitución institucional de lo que es nuestra democracia, estuvo muy dirigida por las élites del tardofranquismo. Y ese cable lo refleja muy bien".
El cable, sin embargo -y ese es un elemento clave-, no estaba dirigido ya a Kissinger. El poderosísimo secretario de Estado nombrado por Nixon en septiembre de 1973, y que continuó con Gerald Ford cuando aquel tuvo que dimitir por el escándaloWatergate, dejó su cargo en enero de 1977, tras la victoria y el acceso a la presidencia de EEUU del demócrata Jimmy Carter, que nombró para su puesto a Cyrus Vance, que mantuvo a Stabler en su puesto. Según cuenta Charles Powell en el ya clásico e ineludible El amigo americano. España y EEUU de la dictadura a la democracia (Galaxia Gutenberg), la elección de Stabler, diplomático de larga experiencia formado en Harvard, había sido del propio Kissinger tras la dimisión de Nixon, decisión que fue "muy acertada", dice Powell. "Aunque apenas conocía España, entre 1969 y 1973, Stabler había estado destinado en la embajada norteamericana en Roma, experiencia que le resultó muy útil como preparación para su trabajo en Madrid". Había pasado también por algunos países de América Latina, por lo cual conocía perfectamente el idioma y, ante todo, "Stabler había descubierto que Kissinger solía respetar a quienes se atrevían a llevarle la contraria si demostraban que además sabían de lo que estaban hablando". Y esto último fue crucial, porque en ese corto espacio de tiempo, entre enero del 77 y junio del mismo año, cuando se desarrollen las primeras elecciones democráticas, se van a producir algunos de los principales cambios en la política española. Urdánoz se centra principalmente en dos: la elección de un sistema electoral proporcional, frente a uno mayoritario, y la legalización del PCE, cuando la postura hasta entonces de EEUU, sostenida por Kissinger, era la de que los comunistas debían ser legalizados sólo después de esas primeras elecciones.
"Si Stabler supo más que Suárez es porque en 1976 el segundo estuvo casi a oscuras, mientras que el primero veía"
Decisiones de táctica política
No hubo, explica Urdánoz, tanto idealismo en algunas decisiones políticas como pueda creerse en un primer momento. Por ejemplo, la predilección de un modelo u otro para el sistema electoral (mayoritario o proporcional) no fue fruto del consenso y del pacto con la oposición democrática, explica Urdánoz, sino resultado de una decisión de táctica política coyuntural. "El objetivo era evitar que Fraga llegara al poder. Esta es una tesis novedosa, pero que encaja muy bien con todos los datos, porque en agosto del 76, Torcuato, que es la materia gris y el que diseña el camino a seguir, se había dado cuenta de que si se iba a un modelo de los denominados mayoritarios o de distritos uninominales, evidentemente iba a ganar Fraga, que había salido del Gobierno molesto por la elección de Suárez y había montado Alianza Popular, y en aquel momento es el número uno en las encuestas. Ningún gobierno aprueba un sistema que sabe que les va a perjudicar. Torcuato y Suárez deciden un sistema de representación proporcional, que yo creo que es una bendición, porque los sistemas mayoritarios provocan un bipartidismo brutal y dos bloques enfrentados. Pero lo hacen por desavenencias personales, por propias ambiciones de alcanzar el poder, no porque piensen, por razones teóricas, que es el que mejor podría servir al país, sino por motivos muy prosaicos. La política es así. Sin embargo, a la vez, este sistema es el más desigual del planeta (no por la proporcionalidad, sino por otras razones) y si se ha mantenido es sólo por intereses de partido, del PP y del PSOE, aunque hay que decir que a la vez nos permite cada cuatro años un nivel de libertad de elección bastante considerable. Por cierto yo creo que la democracia española le debe un reconocimiento a Óscar Alzaga y a ese equipo de personas que elaboraron el procedimiento electoral (no el sistema), porque es muy garantista y ha evitado muchos problemas que podrían haber surgido y sin embargo no ha sido así".
"Por influencia de Kissinger y de Alemania, el Rey, Suárez y Felipe González no querían legalizar el PCE antes de las primeras elecciones"
El otro episodio al que hace referencia Urdánoz es la legalización del PCE en el llamado Sábado Santo Rojo de 1977, como lo bautizó Joaquín Bardavío. Y en su opinión, para la que se apoya en los cables de Stabler y en el informe que para éste hace Georg von Lilienfeld, embajador extraordinario y plenipotenciario de la República Federal de Alemania -"es decir, otro espía", matiza Urdánoz-, sobre la reunión del 6 de diciembre del 76 entre Suárez, el líder de la socialdemocracia europea Willy Brandt y Hans Matthöffer, entonces ministro alemán de Investigación y Tecnología. La conclusión de Urdánoz es que la legalización de los comunistas españoles no se tomó por una cuestión política, sino "desde un prisma lógico racional de corte eminentemente práctico, por completo ajeno al marco puramente emotivo, mitificado y mitificante que dibujan la anécdota de Atocha [el asesinato de los abogados laboralistas y su posterior funeral masivo por las calles de Madrid en absoluto silencio y sin altercados], o la legendaria reunión entre Carrillo y Suárez". Hasta entonces tanto el Rey como Suárez y Felipe González, por influencia de Kissinger y de la socialdemocracia alemana, estaban de acuerdo en esperar al desarrollo de las primeras elecciones democráticas antes de legalizar al PCE. Lo que reflejan los cables, sin embargo, es que una serie de análisis, sobre todo económicos, hicieron cambiar de postura, incluso al embajador Stabler (quizá porque Kissinger no estaba ya en el poder). En plena crisis económica y ante la posibilidad de fuertes recortes laborales (e incluso con la vista puesta en los Pactos de la Moncloa), las potencias concluyen que es mejor que tanto los comunistas como su sindicato, CCOO, estén integrados en el sistema, ya que su representatividad, según las encuestas era escasa. Y a la vez, se decide inyectar dinero a UGT, para que pueda frenar la influencia de CCOO. Es mejor ver el iceberg completo, decían, que no tenerlo sumergido. Lo demás es mitología, concluye Urdánoz.