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Ernesto Cardenal, prosas para mirar hacia la eternidad y llegar a la revolución por el Evangelio

La colección Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander reúnen en un único volumen el extenso corpus de prosas sueltas del poeta y sacerdote, que siempre buscó unir el cristianismo heterodoxo con el materialismo marxista

Ernesto Cardenal leyendo en su casa de las islas Solentiname.
Ernesto Cardenal leyendo en su casa de las islas Solentiname.FBS
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"¿Y qué vemos cuando miramos el cielo nocturno?/ En la noche vemos simplemente la expansión del universo./ Galaxias y galaxias y más allá galaxias y más allá cuásares". Recuerdan algunos poemas del Cántico cósmico que escribió Ernesto Cardenal (1925-2020) a finales de los 80 del siglo pasado para intentar entender la religión a través de la ciencia, a aquel «espanto» que confesaba sentir Pascal en uno de sus Pensamientos.

"Cuando considero la pequeña duración de mi vida, absorbida en la eternidad que le precede y que le sigue", escribía el matemático y filósofo francés a mediados del XVII, "el pequeño espacio que lleno y aun el que veo, abismado en la infinita inmensidad de los espacios que ignoro y me ignoran, me espanto y me asombro de verme aquí y no ahí, ahora y no entonces. ¿Quién me ha puesto? ¿Por orden y conducta de quién este lugar y este tiempo han sido destinados para mí? (...) El silencio eterno de estos espacios me espanta".

Prosas dispersas

Prólogo de Luce López-Baralt. Fundación Banco Santander. 456 páginas. 20 ¤
Puedes comprarlo aquí.

Algunos intelectuales herederos del 68 parisino quisieron ver en esa angustia pascaliana un hilo de continuidad entre el heterodoxo cristianismo jansenista y el materialismo marxista. Y esa fue la pulsión que guió durante toda su vida al sacerdote, poeta y revolucionario nicaragüense Ernesto Cardenal, que en uno de sus textos confesaba: "La mística es la que me ha dado a mí la radicalización política. Yo he llegado a la revolución por el Evangelio. No fue la lectura de Marx sino por Cristo".

Eran los años de la llamada Teología de los pobres o de la liberación, una puerta abierta por el Concilio Vaticano II que muchos transitaron pero pocos de manera tan coherente como Cardenal, monje trapense en su primera juventud, ministro de Cultura del Gobierno sandinista en su madurez (razón por la cual fue humillado públicamente en 1983 por Juan Pablo II, que le retiró a divinisla potestad para ejercer el sacerdocio) y, ya de mayor, poeta y memoralista volcado en el consuelo de la literatura, tras el desencanto con los camaradas con los que protagonizó la revolución sandinista, especialmente con Daniel Ortega, para quien empezó a ser una "figura incómoda", como dice la catedrática de Literatura puertoriqueña Luce López-Baralt, amiga y confidente de Cardenal, en el prólogo de Prosas dispersas, que la Fundación Banco Santander acaba publicar en su colección Obra Fundamental.

"La mística es la que me ha dado a mí la radicalización política. Yo he llegado a la revolución por el Evangelio"

Porque aunque Cardenal es conocido ante todo gracias a sus poemarios (por los que recibió, entre otros, los Premios Pablo Neruda y Reina Sofía), no dejó nunca de escribir en prosa, desde antes de su entrada en el monasterio trapense de Getsemaní en Kentucky en 1957 (donde tuvo como guía espiritual al también teólogo y activista Thomas Merton) hasta poco antes de su muerte. Como explica en la Introducción Juan Carlos Moreno-Arrones Delgado, "Luz Marina Acosta -su asistente y hoy heredera de su obra- se encargó de compilar los textos y el mismo Ernesto los seleccionaría. El legajo que con ellos el autor dejó reunidos sin un orden aparentemente lógico, aparecen cerrados por un papel mayor en el que manuscribió Prosas dispersas". Para una mayor comprensión, los textos se han ordenado temáticamente.

Y ha sido esa una decisión acertada, porque el lector puede moverse por el libro en función de sus intereses, y aterrizar, por ejemplo, en este fragmento, que sintetiza la búsqueda de un equilibrio entre materia y espíritu: "En medio de las estrellas y galaxias y de esos cuáseres que dicen que, siendo como el tamaño de nuestro sistema solar, son más brillantes que un trillón de soles, y más brillantes a veces que cien mil galaxias. La luz es un libro con la historia del Universo creado por el Amor. Los ojos humanos son para mirar la luz y leer el libro hasta el comienzo del tiempo, y mirar aún más allá, mirar la eternidad".