Cyrus Shams, la creación del poeta Kaveh Akbar (Teherán, 1989), protagoniza la novela de inspiración autobiográfica ¡Mártir!, cuya fuerza vital y honestidad sobrepasan las pequeñas imperfecciones -más por exceso que por defecto- de una ópera prima. Se trata de un joven del Medio Oeste estadounidense que se siente en tierra de nadie: "ni iraní ni estadounidense, ni musulmán ni no musulmán, ni borracho ni en proceso de rehabilitación, ni homosexual ni heterosexual". A punto de cumplir los treinta, es un poeta que apenas compone.
Cuando lo conocemos, acaba de perder a su padre, con quien emigró a muy temprana edad, el mismo que se deslomó trabajando en granjas avícolas para darle una educación. Sin embargo, el origen de su trauma es la pérdida prematura de su madre, asesinada cuando un buque estadounidense derribó el vuelo 655 de Iran Air en 1988, en el que ella viajaba (la razón por la que estaba en ese avión es una revelación final sorprendente y orgánica).
¡Mártir!
Traducción de Carles Andreu. Blackie Books. 408 páginas. 23 €
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Cyrus está obsesionado con el sinsentido de su muerte, que de algún modo juzga la suya propia: "una vida sin sentido tenía como consecuencia una muerte sin sentido". También piensa en su tío, soldado por obligación en la guerra Irán-Irak, que "lo dejó hecho mierda". Ni uno ni otro pudieron desarrollar sus posibilidades (emkanat) como individuos.
Una cuestión de supervivencia
De ahí que proyecte escribir una novela sobre «mártires terrenales» en un sentido amplio: "gente que murió por lo que creía" como Juana de Arco, Bobby Sands o Qu Yuan. Su viaje interior lo lleva a Nueva York para conversar con Orkideh, una artista iraní en fase terminal de cáncer que dialoga con desconocidos en una galería de arte a modo de performance, titulada Death-Speak. Ese encuentro arrojará luz sobre la espiral autodestructiva de Shams.
Divertida, imaginativa, contenidamente poética, catártica, ambiciosa sin caer en solipsismo, universal, ¡Mártir! se nutre de la mirada extrañada de quienes fueron desarraigados en su infancia. A caballo entre dos culturas, la novela explora el espacio intermedio, el amor como redención y la validez de la máxima de Orkideh: "el arte es donde sobrevive aquello a lo que sobrevivimos".
Más allá de la historia personal de Cyrus Shams, en el desasosiego que lo atraviesa hay algo que trasciende su experiencia concreta y crea un interesante retrato del presente. Pienso en una malaise contemporánea en la que la angustia existencial no proviene tanto de la dificultad para encontrar un sentido trascendental -ya sea porque todo hilo de pensamiento se dispersa en mil direcciones bajo el peso de la sobreestimulación informativa, o por el descrédito de los grandes relatos y las instituciones tradicionales-, sino de la certeza de que ese sentido es inaprensible.
Un enorme vacío
En su conversación con Orkideh, Cyrus siente que no hay nada en su vida que no esté contaminado por lo que, casi sin pensar, llama "capitalismo tardío": su "ancho de banda mental" está saturado de pensamientos contradictorios sobre cuestiones tan "trascendentales" como "las implicaciones del consumo de leche de almendra" o la "ética del yoga". Estas ideas le llenan la cabeza (y el alma), pero, paradójicamente, también lo vacían.
Akbar refuerza este contraste recurriendo a la forma de los relatos y a los hadices de la tradición islámica. Cyrus recuerda uno en particular, en que Satanás inspecciona a Adán "como si fuera un coche usado": entra por su boca, recorre su interior y sale por el otro orificio. "¿Esta es su creación? ¡Pero si está vacío!", exclama, concluyendo que "los humanos no son más que un enorme vacío esperando a que alguien lo llene".
Cyrus ha intentado llenarlo con drogas, alcohol, poesía y religión. Hoy, la lista de posibilidades es infinita, como lo es el catálogo de experiencias y productos diseñados para mitigar el vacío sin nunca llegar a colmarlo del todo.