Sólo en las últimas líneas del Epílogo descubre el inadvertido lector que el «motor» del último ensayo de Marina Garcés son las historias de un programa de radio que al parecer dirige, L'amic imaginari, que tiene mucho de consultorio en el que los oyentes van desgranando sus experiencias vitales, de encuentros y desencuentros, con sus amigos, para ir creando redes de sororidad, fraternidad y camaradería.
Y entiende entonces por qué Garcés ha escrito el que quizá sea con diferencia su peor texto hasta el momento. Un escrito fallido que navega entre la autoayuda y la filosofía de quiosco (Todo lo que necesita saber de Nietzsche y cosas así), aderezado con lo que esperan de ella sus lectores: unas pinceladas de su vida en primera persona que acaba siempre en una exaltada experiencia de lo común.
La pasión de los extraños
Galaxia Gutenberg. 184 páginas. 18,90 ¤ Ebook: 11,99 ¤
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Garcés, profesora de la Universitat Oberta de Catalunya, es autora de algunos libros (todos en Galaxia Gutenberg) en los que incitaba a sus alumnos a abandonar las aulas y "hacer filosofía en la calle" (Fuera de clase), como defendieron tantos colegas suyos de la Complutense, que fueron el germen de grupos de extrema izquierda como Podemos.
Pero ante todo, de un magnífico relato épico, Ciudad Princesa, una biografía política de su generación (ella nació en Barcelona en 1973), en la que establece un hilo de continuidad entre las experiencias okupas, los movimientos antiglobalización, el No a la guerra, el 15-M, la campaña antidesahucios, etc., hasta desembocar en el independentismo como culminación de una vida entregada a la revolución y la liberación social.
En este de ahora, Una filosofía de la amistad, lo subtitula, parte de uno de los temas recurrentes y más esenciales del pensamiento, desde la Antigüedad clásica pasando por Montaigne hasta llegar a su admirado Foucault, de donde rescata la definición de la amistad como "forma de vida". Pero se atasca en un callejón del que no sabe salir y termina refugiándose en su particular concepto de soledad.
En este tono: "Si es una forma de vida", escribe, "es porque, en la manera como se traba y destraba, se elabora lo más radical, más íntimo y más inquietante: la conciencia de la soledad (...) La soledad no es el aislamiento. La soledad es la conciencia de que no basta con ser uno. Puede ser una carencia, pero sobre todo es una potencia: es la pregunta abierta por algo o alguien más. Por eso la soledad es una forma del deseo y una potencia de la imaginación". Poético, sin duda, pero poco filosófico.