CASA REAL
Polémica
Más de 6.000 diamantes y 2.000 perlas...

Se reabre la guerra dinástica en Italia con un nuevo episodio en la pugna por el formidable joyero real de los Saboya

Filiberto de Saboya, en una imagen reciente.
Filiberto de Saboya, en una imagen reciente.GTRES
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Una interesantísima entrevista del Corriere della Sera al príncipe Aimón de Saboya Aosta ha reabierto la guerra entre los dos pretendientes al Trono de Italia, él mismo y su primo Filiberto de Saboya. En declaraciones al diario del país transalpino, el primero ha dado donde más duele al segundo, al afirmar que el gran joyero real que enfrenta en los tribunales a parte de la dinastía con la República italiana debería ser expuesto en un museo para el disfrute del conjunto de la ciudadanía. Aimón, duque de Aosta, asegura que la reclamación de Filiberto no tiene sentido porque, dice, "esas joyas pertenecieron a la Corona y, en consecuencia, fueron confiscadas [por el nuevo régimen tras la caída de la Monarquía]. El mismo hecho de que Humberto II las dejara a disposición del Banco de Italia demuestra que no las consideraba propiedad privada. Deberían estar expuestas".

No han tardado en responderle el mencionado Filiberto y sus tres tías maternas -hermanas del difunto Víctor Manuel de Saboya-, las princesas María Pía, María Gabriela y María Beatriz, a través de un contundente comunicado difundido por sus abogados en el que sostienen que el joyero en cuestión nunca formó parte del patrimonio de la Corona y que, por el contrario, era parte de los bienes personales del rey Humberto II, por lo que hoy les correspondería a ellos como legítimos herederos del último soberano de Italia.

Para saber más

No puede haberle dolido más al príncipe Filiberto esta entrevista, dado que la cruzada de los suyos por el fabuloso joyero real en disputa es una de las luchas en las que más esfuerzo y energía están invirtiendo. Estamos hablando de un cofre requeteforrado custodiado en el Banco de Italia que podría contener un total de más de 6.000 diamantes y 2.000 perlas montadas en broches, tiaras y otras joyas que, según algunos especialistas podrían tener un valor de hasta 300 millones de euros, aunque otros creen que apenas alcanzarían los 17. La discrepancia en este extremo se debe a que no se ha podido hacer un inventario en condiciones. Humberto II, conocido como el rey de mayo o de los 33 días, dejó el joyero de marras en la institución bancaria en 1946, antes de partir al exilio que le conduciría a Portugal, donde tanta relación tuvo con miembros de otras familias reales que habían corrido la misma suerte, como Don Juan, heredero de Alfonso XIII.

En un intento por salvar la Monarquía, Víctor Manuel III -que hirió de muerte la institución por su apoyo a Mussolini- abdicó en favor de su hijo Humberto II, quien sin embargo duró apenas un mes en el trono, ya que un referéndum dio paso al régimen republicano. Y, antes de partir precipitadamente de Roma, entregó las alhajas reales en cuestión al entonces gobernador del Banco de Italia, Luigi Einaudi, encomendándole que se custodiaran allí, en una cámara acorazada junto a una nota del monarca en la que instaba a que las joyas sean "mantenidas a disposición de quien tenga derecho a ellas".

El príncipe Aimón de Saboya.
El príncipe Aimón de Saboya.

Y ahí está la madre del cordero. En la interpretación que la Justicia dé a ese "quien tenga derecho a ellas". En 2022, el entonces jefe de los Saboya, el siempre polémico Víctor Manuel, y sus tres hermanas interpusieron una demanda para tratar de hacerse con el valioso joyero. El proceso sigue en los tribunales. Y no concluyó ni siquiera con la muerte a principios de 2024 de Víctor Manuel -único hijo varón de Humberto II-, ya que su sucesor, Filiberto, ha tomado desde entonces el testigo en esta causa contra la República italiana que se ha convertido en un verdadero galimatías histórico.

Con motivo del mencionado fallecimiento de Víctor Manuel de Saboya, se produjo un hecho destacadísimo que fue interpretado como el de la reconciliación entre las dos ramas dinásticas después de décadas de fuerte pugna por el inexistente Trono romano. Y es que Aimon, hijo del también difunto Amadeo de Saboya Aosta -el gran rival en vida de su primo Víctor Manuel-, acudió al funeral por su tío, en la catedral de Turín, junto a su esposa, la princesa Olga de Grecia. Aimon y Olga son dos sobrinos queridísimos para nuestra Reina Sofía, con la que coincidieron en aquellas exequias, junto a otros muchos miembros del Götha. Filiberto y Aimón se intercambiaron el signo de la paz en el interior del templo ante la mirada atenta y complacida de las 400 personas que se estaban despidiendo del más escandaloso príncipe de Venecia.

EL origen del conflicto

La disputa dinástica arranca en 1971. Aquel año, el príncipe Víctor Manuel, todo un playboy, se casó en Teherán con Marina Doria. La pareja ya había contraído matrimonio civil un año antes en Las Vegas. Marina Ricolfi-Doria era una esquiadora marina suiza, de origen italiano. Se conocieron en la Sociedad Náutica de Ginebra, donde ambos practicaban esquí acuático. Y se enamoraron, casi a modo de flechazo. Pero el rey Humberto prohibió a su hijo que se casara con una plebeya. Después de un largo noviazgo, el príncipe acabó haciendo de su capa un sayo, sin importarle contravenir las Regias Patentes. Humberto II no reconoció el matrimonio y despojó de derechos sucesorios a su primogénito, llegando a afirmar que estos recaían en su sobrino Amadeo de Aosta, que es el origen de la disputa viva entre las dos ramas familiares. Aunque Víctor Manuel siempre defendió que tal cosa nunca tuvo carácter oficial y, por lo tanto, válido. Y, además, aseguraba que la asistencia del rey Humberto al bautizo de su nieto Filiberto había sido el acto de reconciliación paternofilial por el que todas las aguas dinásticas volvían a su cauce.

El episodio más conocido y poco edificante en la larguísima batalla entre Víctor Manuel y su primo Amadeo de Aosta se produjo en España. Ambos acudieron, en 2004, como invitados a la boda de los entonces Príncipes de Asturias, Felipe y Letizia. En la cena privada que los Reyes Juan Carlos y Sofía ofrecieron en el Palacio de La Zarzuela a los representantes de la realeza desplazados a Madrid, Víctor Manuel de Saboya propinó un fortísimo puñetazo en la cara a su primo Amadeo. Enemigos irreconciliables, ambos se decían legítimos herederos del extinto trono de Roma. Don Juan Carlos, según declararían algunos presentes, casi fuera de sí, le espetó al agresor "¡nunca más!". Y lo cierto es que desde entonces la relación entre el hoy Emérito y los Saboya, que había sido tan estrecha, se deterioró casi por completo.

Aimón de Saboya-Aosta asumió la jefatura de esta Casa ducal en 2021, a la muerte de su padre, Amadeo. Aimón está casado con la princesa Olga, una de las dos hijas del príncipe Miguel de Grecia -fallecido el pasado agosto- y su esposa, la pintora Marina Karella. Todos forman parte del núcleo más entrañable para la Reina Sofía, quien siente por Olga y su hermana Alejandra un cariño inconmensurable.

Aimón, a diferencia de Filiberto, nunca ha coqueteado con la idea de que Italia restaure alguna vez la Monarquía. En todo caso, su entrevista al Corriere ha reabierto viejísimas heridas que nunca han cicatrizado del todo.