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Especial San Valentín
Carta al alcalde de Madrid

Alcalde Almeida, usted procura el bienestar de todos los madrileños

Jose Luiz Martínez-Almeida
Jose Luiz Martínez-Almeida
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Cuando un grupo de escolares le preguntó qué salvaría de un incendio, si la catedral de Notre Dame o el Amazonas, usted optó por Nuestra Señora de París, por aquello de la iconografía ilustrada europea. Usted recién desembarcaba en la alcaldía de Madrid tras la gestión entremesil de Manuela Carmena, apeada de Cibeles gracias a una coalición de las fuerzas conservadoras tras las elecciones de 2019.

Por aquellos días, Almeida, usted era percibido como una figura ceniza, alguien borroso, un aguirrista con aspecto de monaguillo. El tiempo lo asentó en el cargo, pero fue la explosión de la pandemia la que lo situó en el centro de lo que hasta entonces había sido un territorio baldío: la gestión pública. Travestida en albañal, la política había perdido su condición de tierra fértil para el bienestar común. Usted lo recuperó.

Cuando el coronavirus se esparció sobre Madrid como un tumor de polvo y muerte, aparcó los debates estériles, buscó el consenso y recorrió calle por calle y hospital por hospital de una ciudad en la que sólo circulaban las ambulancias y los coches funerarios. En los meses de marzo y abril a usted se le estrellaban cuatro aviones por día y al menos varios 11-M sacudieron los cimientos de la capital.

No hubo día en que el no apareciera a pie de obra. Fue usted quien abrió la pista de patinaje del Palacio de Hielo como morgue improvisada. Fue usted quien se acercó a vecinos, médicos y conductores de ambulancias. Yo misma lo vi, alguna que otra vez, afanado en resolver problemas, o al menos intentándolo. Algo de su actitud cercana y resolutiva, conciliadora pero no indulgente, propulsó su liderazgo en un tiempo en el que nadie quería dar un paso al frente.

Desde Felipe González hasta Belén Esteban coincidieron al momento de juzgarlo: decían que cuando usted hablaba, ambos se sentían más tranquilos. La verdad es que suele usted incurrir en una extravagancia: procura el bienestar de quienes lo han elegido y el de los que no. Cansados del uso de la política municipal como trampolín nacional, los ciudadanos asumieron que los regidores son versiones contemporáneas del Humillos y el bachiller Pesuña del entremés cervantino. Mientras no meta la pata, parece que les ha demostrado lo contrario.

Para reclamarse como hincha del Atlético de Madrid, usted se muestra poco plañidero. Tiene talento y carisma suficientes para sobrevivir como portavoz de un PP desgastado y a cuyas siglas ya sólo le quedan las gaviotas sobrevolando un vertedero o un descalabro. Puede que usted, especialista en zonas devastadas, consiga lo que ningún miembro de su generación: que el trabajo rinda sus frutos, que la política vuelva a ser necesaria.

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