FAMOSOS
ESPECIAL LGTBIQ+

Paquita Marsan, la mujer que levantó dos imperios inmobiliarios y estuvo en la cárcel: "No me gustan las mujeres, me gustan las mujeres masculinas"

En sus mansiones de Ibiza ha alojado a Justin Bieber, Leonardo Di Caprio o Cristiano Ronaldo. Amasó una fortuna en el mercado inmobiliario y ahora, además, también tiene hoteles

Francisca Sánchez Ordóñez en su casa de Ibiza, que está llena de girasoles
Francisca Sánchez Ordóñez en su casa de Ibiza, que está llena de girasolesGERMÁN LAMA
Actualizado

Paquita Marsan, como el oráculo de Matrix, despacha en la cocina. Al final de una isla de piedra negra, del tamaño de un apartamento y cargada de verduras gigantes, la empresaria malagueña va liquidando asuntos con gente que se sienta y se levanta como si estuvieran ante un notario, una pitonisa o el mismísimo Mago de Oz.

Aunque dice que no le gusta que la llamen la casera de los famosos, en sus mansiones en Ibiza ha alojado a los Aznar (71), a Leonardo di Caprio (49), a Justin Bieber (30), a Paris Hilton (43), a Cristiano Ronaldo (39)... Unos gratis y otros pagando, pero tantos que reconoce que a veces no sabe que tiene a un famoso en alguna de sus casas.

En la última, en San Lorenzo, al norte de la isla, se aloja ella, entre jarrones de girasoles y saquitos de clavo que se aparecen por cada esquina. "Es que acabamos de estar en Bali y le encanta el olor", cuenta Nieves, su pareja.

La historia de Paquita Marsan empieza como Francisca Sánchez Ordoñez en Torre del Mar, Málaga, hace 75 años. Ya de niña iba para millonaria. Su primer recuerdo es jugando a hacer billetes recortando revistas. Y eso que no vio cómo su padre hacía los de verdad, comprando y vendiendo terrenos, porque lo acabaron asesinando entre varios vecinos cuando ella sólo tenía un año.

La cosa se torció todavía más cuando su madre se volvió a casar y su segundo marido dinamitó el capital: "Era un hombre muy bohemio, de cartas, de juego, de vicios...". Como a la niña no le gustaba estudiar, a los 14 años la pusieron a vender cosméticos puerta a puerta y acabó dirigiendo su propio ejército de niñas vendedoras.

GERMÁN LARA

En un baile conoció a Pepe, un abogado de Granada que trabajaba con las fresas y, en ese momento, a Francisca, le iban mucho las fresas. Se casó a los 20 años, casi al tiempo que nacía su única hija, Rocío. "No teníamos nada", recuerda, justo antes de empezar a recordar cómo empezó a tenerlo todo.

Pepe entró a trabajar de abogado en una constructora e invitó a Paquita a cambiar las comisiones de la venta de perfumes por comisiones por la venta de pisos, y los números les empezaron a salir, pero a lo bestia. Los nuevos compradores tenían sus pisos de segunda mano para vender y Paquita se alió con todos los porteros de Málaga, y luego con los de Algeciras, y luego con los de Jerez, y luego con los de Granada. La administración le acabó dando una placa por llegar a vender cien pisos en un mes.

De comisionista empezó a hacer ella pequeñas inversiones hasta que con el apellido de su ex marido, Martín, y el de ella, crearon la inmobiliaria Marsan, y como Darth Vader, Francisca Sánchez se convirtió en Paquita Marsan para conquistar la galaxia inmobiliaria de los 80.

¿Quería ser millonaria?
Yo no he tenido tiempo ni para pensar. Cuando quiero y me dejan que haga, soy una mina haciendo dinero, lo que le cuesta a todo el mundo a mí no me cuesta, pero se aprovechan de mí.

Tenía tanto dinero que a los 45 decidió jubilarse. -"lo peor que pude hacer en mi vida, porque el dinero hay que moverlo"- y se enamoró de una mujer por la que perdió la cabeza.

¿Pero a usted ya le gustaban las mujeres?
A mí no me gustan las mujeres, a mí me gustan las mujeres masculinas.

Aterrizaje en Ibiza

Paquita volvió al mercado sentimental e inmobiliario y acabó aterrizando en Ibiza, donde empezó a comprar y remodelar mansiones para vips, pero sin querer. La primera, Casa Rocío, en honor a su hija, una villa de inspiración balinesa con 13 suites. La segunda, Casa Lola, que acabó demolida por irregularidades urbanísticas, casi al tiempo que protagonizaba la detención más glamurosa de la historia policial, en plena Flower Power VIP de Pachá, delante de decenas de celebridades. La acusaban de haber defraudado a Hacienda 867.469 euros.

Se pasó un año en prisión entre Alhaurín de la Torre e Ibiza, y otro en tercer grado con una pulsera en el tobillo. En el trullo paseaba por el patio "con una que mató al novio en Estepona y lloraba mucho". Cuenta que para mejorar el ambiente, limpiaba las paredes de su celda con Chanel. Y que un mes que la dejaron sin salir al patio se inventó una piscina: "Me tiraba en el suelo y movía los brazos y las piernas como nadando, durante tres horas, que hay que tener una fuerza de voluntad tremenda".

Ahora sigue en la isla. Intenta trabajar menos y cuidarse más: "Una pastilla no te cura, te cura una buena alimentación, caminar, estar con la naturaleza y tener una vida sana", asegura. Pero además de mansión, como si no pudiera evitarlo, estrena otro imperio, esta vez de hoteles, y ya lleva cinco: "Soy millonaria mental, pero soy millonaria también porque no amo el dinero, el dinero me viene, no lo olvides".