No me han invitado nunca a una gender reveal party. Y no será porque no nacen bebés a mi alrededor últimamente. Tengo esa suerte. Nada más hortera que esos shows del rosa y el azul. ¡Es niño! ¡Es niña! ¡Somos memos! ¡BEBAMOS!
Ahora que en España celebramos sin pudor Halloween y Acción de gracias, añadimos una nueva tradición foránea. No sabe la gente lo que significa Acción de gracias y va a saber ni siquiera pronunciar bien "gender reveal". Imagino que aquí ya estamos haciendo baby showers también. Basta con que cuatro famosas se apunten y tras ellas irán millones de personas. Ser influencer también es eso. Tenía razón Noemí Argüelles con aquello de que los followers son personitas que si tú les dices que se tiren de un puente, se tiran. O si les dices que inviten a su gente a un vino español y ver ecografías.
De Anabel Pantoja no me sorprende. Ella es las dos cosas a la vez: crea tendencias y las sigue como una borrega. Todavía vive de las rentas de sus vídeos pandémicos, en los que se convirtió en la embajadora instantánea de la España harta del encierro cuando no imaginábamos que la cosa duraría tanto. "Me he maquillado un poco", dijo en un directo desde su casa, en abril de 2020, para contar que estaba saliendo de lo que parecía un proceso de covid. Como Jennifer Aniston en The Morning Show, el de Anabel fue uno de los primeros "covid reveal" televisivos de España. Anabel se había maquillado bastante más de "un poco" para contarle su enfermedad a Jorge Javier Vázquez. Poco después la celebraríamos en LOC como "reina del confinamiento". En sus publicaciones en redes del gender reveal de su embarazo (salió niña, por cierto), Anabel etiqueta hasta a la empresa de globos que le decoró el evento. Noemí Argüelles decía que "si eres lista, Tinder da dinero". A Anabel Pantoja le da dinero hasta una ecografía. Su hija va a nacer maquillada. Pero solo un poco.