- Obituario Muere la escritora y periodista Oriana Fallaci
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Tuvo a lo largo de su vida muchos amantes pero sólo dos grandes amores apasionados, muy distintos el uno del otro, cuya pérdida la dejarían marcada el resto de su vida. El primero, el corresponsal de France PresseFrançois Pélou, un hombre casado, con hijos y de firmes convicciones religiosas, al que conoció en Saigón mientras cubría la guerra de Vietnam y que murió a los 94 años hace apenas ocho meses. Durante largo tiempo, Oriana Fallaci (1929-2006) se esforzó infructuosamente para que él abandonase a su esposa e iniciara con ella una nueva vida familiar. Nunca le perdonó su indecisión y resolvió dar por cerrada esa etapa de su vida no sin antes enviar a su mujer todas las románticas cartas que éste le había escrito.
Unos meses después, en 1973, conocería a Aleksos, que en muy poco tiempo "se convirtió en el compañero de mi vida", según confesaría en su obra Entrevista con la historia, "ya que un gran amor nos unió hasta el día de su muerte".
Se trataba del activista político y poeta griego Alexandros Panagoulis, diez años menor que ella y al que conoció en la primera entrevista que este concedió tras salir de la cárcel gracias a un indulto, donde había pasado más de cuatro años sometido a salvajes torturas por haber intentado asesinar al golpista Geórgios Papadópoulos, presidente dictatorial del régimen de los coroneles (1967-1973). "Apenas me vio", relató Fallaci años después sobre aquella entrevista, "se levantó con la agilidad de un gato y corrió a abrazarme como si me conociese de siempre (...) En la temporada en que le dejaban leer algún periódico me había dicho que yo le había hecho compañía con mis artículos (...) Me llevó a una habitación donde había muchos ejemplares de un librito mío en griego. Además había un ramo de rosas rojas que me había enviado al aeropuerto y que luego habían devuelto porque el amigo encargado de recibirme no logró encontrarme. Conmovida, le di las gracias bruscamente". Tras su extraña muerte nunca aclarada en un accidente de tráfico en 1976, Fallaci se prometió escribir un libro "que venga a esclarecer exclusivamente los hitos más importantes de su vida tras la entrevista. Una entrevista que va harto más allá del autorretrato del hombre a quien amé, a quien amo y que me amó".
Aquella novela la tituló Un hombre y la editorial Alianza acaba de rescatarla del olvido. Como también una recopilación de sus primeras entrevistas, Tan adorables. Miss Fallaci a la conquista de América, en cuya gestación se centra parte de la miniserie de ocho capítulos que Movistar+ acaba de estrenar. El libro es fruto del primer viaje a EEUU de Fallaci, que trabajaba a finales de los 50 en un periódico milanés, con el firme propósito de entrevistar a Marilyn Monroe, entonces la estrella más inaccesible de Hollywood. Aunque no lo logró, sus crónicas y entrevistas en la meca del cine le proporcionaron el primer gran éxito de su carrera. El segundo fueron sus reportajes enviados desde Vietnam, que le permitieron la tranquilidad económica y profesional para dedicarse a las grandes entrevistas con los principales personajes del momento.
Hija de un partisano
Pero quién era aquella mujer dura y hermética que llegó a convertirse en el icono del periodismo en el último tercio del siglo XX, y en la conciencia de Occidente con La rabia y el orgullo, sus escritos sobre los atentados yihadistas de 11-S en Nueva York.
Fallaci había nacido en Florencia el 29 de junio de 1929 en el seno de una familia de clase obrera (su padre era albañil) y con clara conciencia de serlo en una Italia fascinada entonces por Mussolini. Tras el estallido de la II Guerra Mundial, la joven Emilia (tal era su nombre de guerra) pasó a ayudar (y sería condecorada por ello) al grupo de partisanos en el que participaba su padre, que había sido detenido por las SS.
Poco después de finalizar la Guerra comenzó a trabajar en prensa, primero en su Florencia natal, luego en Milán y muy pronto desde Nueva York, donde se instaló definitivamente tras su primer viaje a EEUU. Allí escribió El sexo inútil. Viaje en torno a la mujer, un texto de militancia feminista, ya que el periodismo para Fallaci fue siempre una actividad paralela a su activismo político. Algo que se vio enseguida, cuando comenzó a publicar en medios con Life, The New York Times, The Whasington Post, Corriere della Sera o The New Republic, sus grandes entrevistas a personajes, entonces tan determinantes como Henry Kissinger, que confesó que aquella fue la "conversación más desastrosa que jamás he mantenido con un miembro de la prensa".
Ante su grabadora se expusieron líderes mundiales como Lech Walesa, Giulio Andreoti, Willy Brandt, Indira Gandhi, Golda Meier, Gadafi (hacia el que dijo sentir "un odio físico"), el sha de Persia, Deng Xiaoping (que le pareció "muy agradable") o Yasir Arafat, al que llamó "arrogante y altivo" y le espetó: "Ustedes no desean en absoluto la paz". Y este respondió: "¡No, no queremos la paz, queremos la guerra".
Sobre su estilo periodístico dijo que durante las entrevista le gustaba "montar escenas, gritar y dar berridos". Cuando entrevistó a Jomeini, al que reprochó el trato vejatorio que se daba a las mujeres en Irán, se arrancó el pañuelo que cubría su cabeza, provocando un terrible enfado en el líder islamista, que se levantó furioso y se marchó de la entrevista. Se convirtió en la entrevistadora más temida, hasta el punto de que Fidel Castro se negó a recibirla por no ser "socialista". Su respuesta fue contundente: "No soy socialista. Lo he sido. Si usted realmente hubiera leído mis artículos y mi último libro conocería mi desconfianza en los dogmas y mi poca esperanza en que ni tan siquiera el socialismo pueda cambiar a los hombres.".
En sus notas privadas dejó escrito: "Sí, almorzar con Juan Carlos y Sofía es lo peor. Conozco a esos dos idiotas. Los entrevisté en Atenas antes de su estúpido matrimonio, y están hechos del mismo molde que Franco".