Con la llegada de la primavera, ya lo dicen, la sangre se altera. Kike Sarasola (61) y Carlos Marrero (56) han decidido darse una segunda oportunidad tras divorciarse en mayo de 2024. Donde hubo fuego aún quedan rescoldos, nada más cierto en esta emblemática pareja que a pesar de la separación seguían profesándose un profundo amor, cariño y respeto. Ha sido Paloma Barrientos quien ha adelantado la exclusiva en Vanitatis.
"Muy bien, estoy contento y feliz. Después de habernos divorciado Carlos y yo, hemos vuelto. No lo hemos hecho público. Tras dos años separados hemos decidido darnos una segunda oportunidad. Estamos recuperando el tiempo afectivo y los niños están también muy contentos. Somos felices", comenta Kike, empresario de éxito con la cadena de hoteles Room Mate, que cerró el 2024 con 128,5 millones de euros, un 23% más que el año anterior. En julio de 2022 dejó de ser el dueño al vender la cadena a Angelo Gordon y Westmont Hospitality, que le nombraron presidente.
Fue una noche en Madrid de hace más de treinta años cuando Kike vio a la salida de un bar a un atractivo morenazo. "Le vi y le pedí a un amigo que me lo presentara. Sabía que era el hombre de mi vida", dijo hace un tiempo a LOC. Y así fue. La pareja se casó el 26 de octubre de 2006 en Madrid con la asistencia de ilustres invitados como Felipe González -íntimo amigo del empresario Enrique Sarasola, padre del novio-, y su esposa Carmen Romero, Eugenia Martínez de Irujo y el matrimonio formado por Begoña García Vaquero y Pedro Trapote.
Varios años después ambos manifestaron su deseo de convertirse en padres. El sueño se cumplió a través de dos vientres subrogados ya que Aitana tiene 13 años y Enrique, 9. Sobre su papel como padre, Kike ha confesado a Vanitatis que él es mucho más estricto que Carlos porque "tengo la vena de la alta competición de cuando era jinete olímpico y soy muy disciplinado, muy exigente". Dejó la competición en 2004.
El divorcio de la pareja no estuvo exento de tristeza, pero tanto Kike como Carlos pusieron todo de su parte para que su nuevo estado no afectara a sus hijos. Desde hace un año, el empresario madrileño reside en Italia, por lo que para que la familia marchara viento en popa hacía malabarismo para ver a sus descendientes cada fin de semana. Para el matrimonio el tiempo de calidad siempre ha sido una prioridad. Los amigos de ambos aseguran que son unos padrazos.