MADRID
Salud

40 años de Proyecto Hombre, del yonqui al directivo de empresa: "Los adictos somos la élite de la mentira y de la manipulación"

Esta asociación celebra su 40 aniversario ofreciendo servicios a las personas con problemas de alcohol y de drogas. Alerta del cambio de paradigma: "Ahora cualquiera puede ser un adicto"

El equipo de Proyecto Hombre en su sede de Argüelles.
El equipo de Proyecto Hombre en su sede de Argüelles.ÁNGEL NAVARRETE
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Pongamos que se llama Alberto, pero podría ser Pedro o Juan o David. Su historia es la de muchos otros hombres corrientes que han sufrido el calvario de las adicciones y el descenso a los infiernos que suponen.

Es difícil que un adicto quiera confesar su experiencia en los medios de comunicación y, por eso, Alberto pone como condición utilizar un nombre ficticio y no aparecer en ninguna fotografía, ni siquiera de espaldas. El estigma persigue al adicto a lo largo de toda su existencia, aunque lleve muchos años alejado del mundo de las drogas.

Su infancia no tuvo nada de extraordinario. Alberto nació en una familia normal de padres trabajadores y vivió con todas las facilidades del mundo. A los 15 años empezó hacer lo que hacían todos los chicos de su edad: salir a beber y a fumar al parque del barrio. De los cigarrillos pasó a los porros y, peldaño a peldaño, fue subiendo la escalada hacia otras sustancias, una progresión típica entre los adictos.

«La droga comenzó a naturalizarse como algo social. Empecé a salir por discotecas y allí probé las drogas de diseño y pastillas como el éxtasis. Más tarde pasé a la cocaína y al alcohol», relata Alberto, en la sede de Proyecto Hombre en el barrio de Argüelles.

Consumo de fines de semana

Durante mucho tiempo, el consumo desenfrenado se limitaba a los fines de semana. «Ése es el problema. No te crees que sea una adicción porque es sólo durante el fin de semana. Pero, a medida que van pasando los años, cae un viernes, luego, un lunes o un jueves... Y te das cuenta de que ya no hay un día de la semana en que no consumas. Aprovechas un evento para consumir y, cuando no lo hay, te lo inventas», declara este ex alto directivo de una empresa.

A partir de los 30 años, Alberto empezó a consumir a diario y entró en un círculo vicioso: bebía alcohol para meterse coca o se metía coca para beber alcohol. «Bebes para consumir y consumes para beber», apunta.

Casado y con dos hijos, Alberto se enredó en una espiral en la que nunca estaba en su hogar porque jamás quiso beber delante de su familia. «Cuando llegas a casa, miras a tu familia y a tus amigos y piensas que estás haciendo algo mal, que tienes un amor, unos hijos y un trabajo que no te mereces. Todo empieza a ser muy negativo y, cuánto más negativo es, más consumes», afirma.

Es entonces cuando apareció ese sentimiento de culpa inevitable por hacer sufrir a su familia, una emoción que sólo brotaba antes y después del consumo, pero nunca durante. Hasta que un miércoles por la noche se pasó de la raya y se excedió en la ingesta de cocaína y alcohol. «No llegó a ser una sobredosis. Me pasé de vueltas y me vi muerto. Automáticamente pensé: '¿Qué va a ser de mi mujer y de mis hijos sin mí?'».

Sentimiento de culpa

Y llegó ese terrible momento de tener que contárselo todo a su mujer, que desconocía la gravedad de problema por el que atravesaba su marido. «Los adictos somos la élite de la mentira y de la manipulación. Tenemos mucha habilidad para esconderlo y siempre buscamos una excusa. La familia sabe un 20% de lo que pasa. Yo para mi mujer era disfrutón y salía demasiado», manifiesta.

Como a muchos otros adictos, el hecho de tocar fondo le salvó la vida y le hizo reaccionar y acudir a Proyecto Hombre, la organización que celebra este año su 40 aniversario ofreciendo servicios a las personas con problemas de drogas y alcohol.

Mercedes Rodríguez, directora de Proyecto Hombre Madrid, atiende a una mujer.
Mercedes Rodríguez, directora de Proyecto Hombre Madrid, atiende a una mujer.A. N.

Alberto es el prototipo del adicto del siglo XXI: un perfil normalizado de entre 35 y 45 años, adaptado socialmente, con estudios superiores y un trabajo. Porque los rasgos del drogadicto han dado un cambio radical en estos últimos tiempos: si en los años 80 el perfil era el típico yonqui de la jeringuilla que generaba problemas de delincuencia, ahora el abanico se ha ampliado mucho.

«En la actualidad, cualquiera puede ser un adicto. Estas conductas se están diversificando porque estamos más expuestos a las drogas, a la ludopatía, a las redes sociales, a los videojuegos, a la pornografía...», comenta Pablo Llama, psicólogo del Proyecto Hombre.

Lo primero que tiene que hacer un adicto que quiere dejarlo es ser consciente del problema y pedir ayuda. Realmente, ése es el paso más difícil de todos y debe ser al afectado quien lo lleve a cabo, porque por mucho que le insistan su familia o sus amigos, si él no está realmente convencido, la rehabilitación no va a funcionar.

Una vez que esté decidido debe pedir cita por teléfono o por Internet en Proyecto Hombre, donde se valora su caso y se plantea la clase de intervención que es necesaria. Actualmente, hay varios tipos de programas, que han ido cambiando para atender a las distintas demandas: algunos son ambulatorios para las adicciones clásicas, mientras que hay otros destinados a los adolescentes.

Proyecto Hombre también cuenta con centros específicos de patología dual, una enfermedad donde se suma la adicción a las sustancias con trastornos mentales relacionados con el consumo.

De hecho, el 60% de los jóvenes atendidos en Proyecto Hombre de Madrid durante 2023 presenta esta patología dual, que conlleva el trastorno adictivo y el mental. Además, el porcentaje de esta patología en chicas jóvenes es casi el doble que en los chavales de la misma edad.

El peligro de los porros

El psicólogo de Proyecto Hombre alerta de la baja percepción de riesgo que tienen los adolescentes ante el consumo del cannabis, cuando es una droga que desencadena numerosos problemas mentales y provoca además brotes psicóticos y una predisposición a desarrollar esquizofrenia.

«El cannabis altera las funciones ejecutivas y se desarrolla un estado de desmotivación y apatía constante. Es muy peligroso durante la adolescencia porque es la sustancia que más rápido pasa de un consumo recreativo a diario», advierte Llamas.

Según la memoria de 2023 de Proyecto Hombre, el cannabis es la droga que más consumen los jóvenes (46%), por delante del alcohol (33%) y la cocaína (8%). Entre los adultos, la sustancia más adictiva es el alcohol (28%), seguida de la cocaína (21%) y de la mezcla de ambas (14%).

Por tanto, una vez que el adicto ha tomado la decisión se enfrenta a una primera fase de contención y abstinencia durante unos 15 días para iniciar el proceso de curación.

Cambiarlo todo

De ahí pasa a un grupo de cuatro o seis personas guiado por un profesional, donde hablará de su experiencia y se le darán herramientas para averiguar de dónde viene la adicción y qué es lo que tiene que cambiar para superarla.

Según narra Alberto, para salir del pozo hay que tener voluntad de cambiarlo todo: «Dejé mi trabajo. Tuve que decidir entre curarme o seguir como antes. Tienes que cambiar de ambiente y de amigos, aunque realmente no los tienes».

Este ex cocainómano habla de la importancia de la fuerza del grupo para salir adelante, porque todos ellos han vivido más o menos una adicción similar y han pasado por lo mismo. De esta forma, se sostienen unos a otros y también cuentan con la ayuda de un psicólogo que les va guiando.

El camino no es fácil. Alberto estuvo dos años acudiendo a Proyecto Hombre durante dos días a la semana. Ahora ya ha salido, pero no baja la guardia porque sabe que la droga está muy cerca. «Antes para pillar te tenías que buscar la vida de la hostia y buscabas al amigo del amigo... Hoy en día te traen lo que quieras donde quieras por teléfono», indica.

Si tiene que dar un consejo, es pedir auxilio y buscarse objetivos sencillos como salir a correr todos los días. «Si crees que necesitas ayuda, llama a Proyecto Hombre. Aquí ni te juzgan ni te atemorizan. Te hablan de tú a tú», concluye.