Sumergirse en la casa de Diego Gronda es sentir toda una experiencia, pero una vivencia de las de verdad, no de las de postureo de Instagram. Por eso, las fotos de esta joya arquitectónica no le hacen justicia ni tampoco Gronda es amigo de colgar las imágenes de su espectacular vivienda de estructura japonesa en las redes sociales.
El espacio, el espíritu y las vibraciones que desprenden estas paredes no se pueden retratar.
Esta residencia -situada en la exclusiva colonia de Puerta de Hierro- fue construida en 1962 por Francisco Cabrero, uno de los arquitectos españoles más importantes del siglo XX y pionero del Movimiento Moderno.
Pese a que llevaba 10 años diseñando su propio hogar, en cuanto vio la gran cabaña de madera de Cabrero, Gronda tuvo un auténtico flechazo. Logró comprar la casa a los hijos del arquitecto y se dedicó de manera obsesiva a preservar la identidad de esta obra de arte.
Por eso, durante ocho meses acudió todos los días a vigilar la rehabilitación de la vivienda, con el reto de actualizar un inmueble muy vanguardista arquitectónicamente, pero totalmente obsoleto en cuanto a la fontanería y la electricidad.
«La obra de restauración fue como la Capilla Sixtina, pero con una vivienda de los años 60. Los ladrillos ya no se fabricaban y encontré una caja en el sótano. Los cortamos para restaurar el muro a su estado original. La casa tenía las primeras ventanas de aluminio de España y busqué a los mismos fabricantes en Alemania. La vivienda tardó un año en abrirse porque tuvimos que esperar a las ventanas», relataba ayer Gronda en su domicilio.
No es un diseñador estrella
Un paseo por esta residencia deja ver el entusiasmo de Gronda por la arquitectura, que es a la vez su trabajo y su gran pasión. El estudio de este argentino -que aterrizó en Madrid en el año 2005 después de vivir 15 años en Nueva York- se encuentra especializado en crear y desarrollar marcas de hoteles de lujo como W Hotels o la cadena Virgin de Richard Branson.
Actualmente, se dedica a transformar un edificio de oficinas en el exclusivo hotel Nobu, que abrirá Robert de Niro en la calle Alcalá y está creando la nueva marca de establecimientos de Cirque du Soleil.
Gronda no es un diseñador estrella, sino que se pone al servicio del target del cliente y, por tanto, su trabajo consiste en conocer muy bien lo que quiere el usuario. «Mientras Philippe Starck es un Armani, yo te hago un traje a medida», destaca.
Como buen sastre, Gronda tiene que anticiparse a los deseos de sus exigentes usuarios, que ya no buscan la ostentación, sino disfrutar de experiencias, una palabra «que se ha prostituido mucho», alega.
En su opinión, «la experiencia es conectar con el usuario de manera emocional», algo que Gronda consigue a base de inventar rituales.
Por ejemplo, el lobby del Ritz-Carlton Reserve que está diseñando en Las Bahamas no tiene una recepción, sino que goza de un círculo gigante repleto de plantas, por lo que a la hora de hacer el check-in, el cliente elige un color y un aroma de una planta, que luego encontrará en el perfume de sus sábanas: «A este hotel acudirá gente que reside en casas de 25 millones de dólares, por lo que yo tengo que diseñar habitaciones que no estén por debajo de esos estándares».
-Y, ¿qué es el lujo para estos clientes?
-El silencio. Creo espacios para reflexionar y que los usuarios se puedan aislar de la vorágine diaria y volver a conectar con la naturaleza.
Gronda sostiene que la forma de diseñar se ha transformado en los últimos años porque la arquitectura ha dejado de ser algo frío para convertir los edificios en lugares acogedores para vivir: «La gente se ha dado cuenta de que la felicidad está directamente relacionada con los espacios en los que habita», declara.
El arquitecto valora el buen momento que vive Madrid, que, según afirma, era gris cuando aterrizó en 2005 y ahora es en Dolby Stereo y technicolor. «Era una ciudad sin acústica y sin ninguna sensibilidad para la iluminación. Cuánto más ruidoso era un bar, más éxito tenía. Y eso ha cambiado radicalmente», concluye.