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El juego ha sido uno de los grandes motivos clandestinos de la ciudad de Madrid, un mundo muy vinculado, además, al mundo macarra. Es bien sabido, por poner un ejemplo, que Ángel Luis, el líder de la banda de los Ojos Negros, fue tiroteado a las puertas del Carnaby Street, una barra americana de la calle Londres en la que también se celebraban timbas de póker; también que era jugador asiduo en otros ámbitos.
Uno de ellos podemos rastrearlo hasta los aledaños del Hotel Ritz allá por los años 80, donde se juntaban numerosos taxistas y burlangas a divertirse con el cané, un juego de cartas. Como me comenta S., un jugador anónimo: "Jugaban de madrugada, y lo hacían encima del techo de los taxis. Eran los mismos que jugaban en partidas clandestinas de las casas regionales y en casas particulares. También en la plazoleta del hotel, cualquier sitio era bueno".
Los bingos clandestinos proliferaron a principios de los 70, hasta que se autorizó el juego a finales de esa década. Entonces comenzaron a abrirse los bingos, casinos y a proliferar máquinas tragaperras. A pesar de ello, como me comenta mi entrevistado: "Que yo recuerde, se jugó al cané en el Ritz por lo menos hasta finales de los 80, que fue cuando yo dejé el juego. Desde entonces me desvinculé de todo que oliese a noche y a vicio".
Sin embargo, en años anteriores S. había sido dueño de un after al que acudía todo tipo de fauna noctámbula: "Camareros de discotecas, de bingos, etc. Muchos trabajadores del Casino de Torrelodones (inaugurado en octubre de 1981) cuando salían de trabajar también venían. Eran camareros y croupiers. Muchos de ellos habían trabajado anteriormente en la Cafetería California 47, que estaba en la calle Goya (donde hubo un famoso atentado del Grapo el 26 de mayo de 1979). En mi after hablaba con ellos de los personajes del mundo cultural y artístico que habían acudido al casino, todo puro cotilleo. Me decían: 'Pues está noche ha estado Lola Flores jugando al Black Jack y ha perdido tanto dinero... también ha jugado a la Ruleta'. O, 'Bárbara Rey y Ángel Cristo se han pasado también por el casino'".
Continúa: "Una noche me contaron que Luis Aragonés se había picado con el dueño de los electrodomésticos Kelvinator durante una partida de Black Jack. Yo mismo recuerdo una noche en que Luis Aragonés sacó al de Kelvinator tres millones de las antiguas pesetas, aunque luego en el Bacarra perdió él no sé cuántos millones. Es que el juego es así... El Bacarra eran unas mesas que estaban dentro del Casino. Solía haber dos mesas, una en la que se jugaba más suave y otra más fuerte. Se abrían cuando se terminaban los otros juegos, como la Ruleta, el Black Jack o las máquinas tragaperras".
Sigue con su relato: "Podías jugar apuntándote en una lista o si ya estabas dentro del juego. Eran partidas cerradas. Por allí solían rular los prestamistas, a los que llamábamos prestas. Yo ahí he visto a una persona del mundo del fútbol perder en una partida 25 millones de pesetas, aunque no te diré su nombre para no hacer leña del árbol caído. No me parece correcto".
Por lo visto, había una famosa celebrity televisiva que "tenía mucho vicio y poco dinero y cuando se sentaba en el Bacarra y se quedaba tiesa, trataba de seducir a alguno de los que estaban en la mesa para que le dejaran dinero. También había prestamistas dentro del casino, que con el tiempo acabaron echando, pero siempre quedó alguno que al casino le interesaba mantener".
Cartas y 'farlopa'
"Sin embargo, aparte de esto, había un bar cerca del casino en el que se reunían los prestas, y donde hacían préstamos con unos intereses muy altos. Como te retrasaras o no pagarás, te daban un aviso, que consistía en partirte una pierna. Si no pagabas después de eso, te amenazaban con algo más grave. Luego había muchos jornaleros que llegaban al casino en un autobús que salía de Plaza de España y que era gratis. También había los clásicos burlangas o jugadores de ventaja que estaban al loro y rulando por las mesas a ver si encontraban algún primo o pichón. Recuerdo que organizaban partidas en pisos o chalets para acabar desplumándolos".
Por otro lado, entre partida y partida: "en el Bacarra había un pequeño receso y casi todo el mundo se pasaba a los servicios que estaban al lado de las mesas a atizarse su farlopa", dice S.
"La gente se metía tanta cocaína que, cuando mirabas al trasluz sobre la taza del váter o del lavabo, se veía que estaba blanca, y entonces podías juntar los restos de cocaína para meterte una raya".
Según me comenta S., para poder entrar en estos lugares, "tenías que llevar chaqueta y, si no tenías, te la alquilaban. Creo recordar que dejabas una fianza de 5.000 pesetas, y luego a la salida entregabas la chaqueta de nuevo y te devolvían el dinero. Hay quien dice que los electrodomésticos Kelvinator quebraron debido a las deudas del juego que tenía su dueño, aunque solo es un rumor".
Iñaki Domínguez
Es autor de Macarras interseculares, editado por Melusina, [puedes comprar el libro aquí], Macarrismo, editado por Akal, [puedes comprar el libro aquí], Macarras ibéricos, editado por Akal, [puedes comprar el libro aquí], la La verdadera historia de la Panda del Moco. [puedes comprar el libro aquí] y San Vicente Ferrer 34 [puedes comprar el libro aquí], Bufones: Humor, censura e ideología en los tiempos de internet [puedes comprar el libro aquí].