Eva Arguiñano (1960, Beasain, Guipúzcoa) se califica como una persona reservada, discreta. Le encanta pasear por su ciudad, Zarauz, sin llamar la atención y, pese a llevar más de 30 años saliendo en televisión, dice que todavía lo consigue. Nunca ha tenido la necesidad de destacar y asegura que siempre ha estado "muy cómoda en un segundo plano".
Desde ese segundo plano, sin embargo, ha logrado convertirse en un referente en la pastelería de nuestro país y en una de las caras más conocidas de España, gracias especialmente a sus colaboraciones en los programas de cocina de su famoso hermano Karlos Arguiñano, aportando sus recetas dulces. En el último año, su visibilidad y popularidad han aumentado, muy a su pesar, gracias a Bake Off, un concurso en el que 14 celebrities compiten por convertirse en el mejor pastelero o pastelera amateur de España, del que es jurado junto a Paco Roncero y Damián Betular, y cuya segunda temporada ha empezado a grabar estos días.
"No me siento cómoda con tanta visibilidad, pero ante todo soy una profesional y, si hay que estar, se está", dice tajante Eva, quien, sin embargo, reconoce que el año pasado estuvo muy a gusto en el programa con los compañeros y el equipo. "Fue mi prueba de fuego, porque, aunque he estado muchos años ante las cámaras, siempre lo he hecho con mi familia, y jamás había grabado en un plató tan grande. Me intimidaba un poco", cuenta. La prueba fue superada y la experiencia tan positiva, que repite este año valorando y juzgando los postres que le presenten los concursantes.
Algo que, en realidad, la pastelera vasca jamás pensó que haría. Eva llegó a la repostería por necesidad y, en parte, también por obligación. Era más de guisos y los postres le gustaban lo justo. "En casa no había dulce, ni se hacía ni se comía, así que para mí fue un reto, porque era una ignorante en ese mundo".
En la cocina se inició cuando tenía 16 años. Al ser una "alumna pésima" (estudió Secretariado en Las Hijas de Jesús de Tolosa) y no acabar bien los cursos, su madre le mandaba todos los veranos y demás vacaciones al Club de Golf de Zarauz donde trabajaba como cocinero su hermano Karlos Arguiñano. "Me ponían a hacer de todo, desde limpiar hasta montar los bocadillos y estar en la barra. Ahí empezó mi vida en la hostelería", cuenta Eva.
Cuando su televisivo hermano y su mujer compraron lo que hoy es el hotel-restaurante Karlos Arguiñano, se trasladó definitivamente a Zarauz, en un principio para cuidar a sus hijos mientras hacían las obras en el establecimiento y, cuando por fin abrieron, para incorporarse a trabajar. Comenzó haciendo las ensaladas, ayudando en la cocina, atendiendo la barra y recibiendo a los comensales.
Un día, el pastelero que había se fue a hacer unos cursillos y le pusieron a ella al frente de la pastelería. "Fue por necesidad y me costó muchísimo. No me salía, no entendía nada. Aprendí leyendo libros de recetas y tirando mucho a la basura... y también llorando mucho". Asegura que Karlos nunca le regañó, "sólo me miraba, con eso era suficiente".
Cuando ya empezó a entender la repostería, comenzó a crecer en esta profesión con la que, confiesa, se ha reconciliado. "Hacía postres, helados, panes, me apuntaba a cursillos en Vitoria, Bilbao, San Sebastián..., y veía que no iba por mal camino; me tropezaba, pero al final conseguía hacerlo bien".
Si las circunstancias personales hubieran sido otras en esos momentos, a lo mejor Eva habría emprendido su propio negocio y abierto un obrador, pero todo este "periplo de aprendizaje" en su profesión le llegó mientras afrontaba la maternidad de sus dos hijos y un divorcio. "Estaba realmente ocupada y me sentía muy sola para poder iniciar algo por mi cuenta", confiesa.
Quizá por eso, nunca se desvinculó del hotel de su hermano ni de trabajar a la sombra del televisivo cocinero vasco, algo de lo que Eva se siente enormemente agradecida y afortunada. A él le debe desde sus apariciones en la televisión hasta su empleo como profesora de las prácticas en la Escuela de Hostelería Aiala Karlos Arguiñano de Zarauz.
Al programa de cocina de su hermano, de los más vistos en televisión desde hace tres décadas, llegó también por casualidad: "Yo soy bastante más joven que Karlos, cuando empezó en la tele, estábamos en la trastienda tres cocineros (compañeros del restaurante) que le ayudábamos a preparar todo. A él no le gustaba trabajar el dulce y un día, me preguntaron si estaba dispuesta a hacer la prueba. Dije que sí, y así empecé a elaborar yo los postres en sus programas, aunque no todos los días". Eso fue hace más de 30 años.
- ¿Qué importancia ha tenido Karlos en tu carrera?
- Toda. Él y su mujer, porque fueron los dos. Y soy muy consciente de eso.
- ¿Si no hubiera sido por necesidad, habrías sido pastelera?
- No creo. Habría sido algo relacionado con la artesanía, eso sí sé, cualquier cosa trabajada con las manos, por ejemplo, la ebanistería, que me gusta mucho. La pastelería no es mi pasión, es mi modo de vida, con el que me he congratulado.
- ¿Qué consejo darías a tus alumnos que quieren emprender un negocio en este sector?
- Trabajar duro, a diario, orden y organización... y no querer vender cosas a un precio que no corresponde. Se está perdiendo la cultura del esfuerzo y eso me da mucha pena.
- ¿Crees que está todo inventado en repostería?
- A no ser que la ciencia nos ponga otras cosas delante, yo creo que hace mucho que está todo inventado. Lo que ocurre es que van apareciendo nuevas máquinas que ayudan a presentar diferente lo que ya está inventado o a dar una terminación distinta.
- ¿Te gusta experimentar e innovar con tus recetas?
- No desprecio lo moderno ni le hago ascos, pero yo soy tradicional en todo, en la manera de vestir, de comer, de vivir y de cocinar.
- ¿Cuál es tu receta preferida?
- Más que una con nombre y apellido, me decanto por un dulce poco dulce en el que siempre haya fruta. Ahora en Navidad, no puede faltar una compota de manzana reineta, además de por su sabor, por el olor que deja en la casa.
Con el inicio de las grabaciones de la segunda temporada de Bake Off en Madrid, la pastelera estará los próximos dos meses yendo y viniendo entre la capital y Zarauz. No le importa. Es una temporada de tranquilidad para ella alejada de la cocina. "He estado desde los 17 años haciendo postres y panes a diario, para el restaurante, para la tele... Estoy feliz con este parón para grabar en Madrid y de no tener que hacerlo". En enero, volverá a elaborar sus postres en el programa de Karlos y también reanudará sus clases.