La incapacidad humana de construir consensos es inacabable. Es algo que ha quedado de manifiesto con la muy controvertida salida de EEUU de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El Gobierno de Donald Trump ha sido totalmente inútil a la hora de crear una coalición que apoye esa medida. Porque, quienes deberían estar más contentos con la decisión son los ecologistas y las feministas.
Los primeros, porque la OMS planea adoptar la llamada "medicina tradicional china" como terapia válida. Eso tiene el mismo valor que si Goldman Sachs incluyera en sus modelos econométricos el Tarot. Y, además, supone otras cosas más preocupantes. Por ejemplo, que contra el cáncer hay que comer piel de burro hervida, contra el reumatismo, huesos de tigre, contra la resaca, cuerno de rinoceronte, o contra la artritis vejiga natatoria de un pez de México llamado totoaba. Literalmente, China se va a comer el planeta Tierra con la bendición de la Organización Mundial de la Salud. Y eso, según la OMS, es "medicina". Como escribió un tuitero después de los atentados de París de 2015, "la única forma de acabar con el fundamentalismo islámico va a ser convenciendo a los chinos de que comer los c... de los terroristas cura la impotencia".
Trump podría haber logrado un consenso de derecha y de izquierda solo con haber informado a la gente de que la OMS va a aceptar esas supercherías, lo que significa que estamos en las peores manos para combatir el coronavirus. Pero no lo hizo. Tampoco recordó a nadie que la medicina tradicional china no permite que la mujer hable con el médico que la trata, sino que esa tarea corresponde, como no podía ser menos, al varón. Es una práctica que no encaja mucho en la devoción al #MeToo practicada por la oposición a Trump. pro no se le ocurrió nada de eso. Debía de ser muy complicado.
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