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Macron representa la gran coalición posible en un modelo presidencialista, es la síntesis y bastión de nuestro tiempo raudo

Macron y Le Pen, en el debate de este miércoles.
Macron y Le Pen, en el debate de este miércoles.AFP

Probablemente, mañana Macron renueve mandato. Lo cual no resuelve una cuestión que lastra cualquier análisis pretendidamente riguroso: la ceguera deliberada o ineptitud de las élites del pensamiento para detectar las corrientes sociales subterráneas. Su victoria tampoco las desactivará. En vísperas del primer round, algunos analistas pronosticaron que la conservadora y novedosa Pécresse pasaría a segunda vuelta. Obtuvo 1,7 millones de votos, el 4,6%. El Frente Nacional -hoy, Agrupación Nacional- es la formación más consolidada de todo el espectro: hace 10 años, Le Pen tenía 6,4 millones de sufragios; hace 20, su padre pasó a segunda ronda con 4,8 millones. Este año el partido cumplirá medio siglo.

Sólo los liderazgos neutralizan, canalizan o detienen tendencias y flujos. Los liderazgos son, en sí mismos, fenómenos sociales. La irrupción de Sarkozy interrumpió o contuvo el proceso de crecimiento de la derecha nativista aunque permitió su metamorfosis y adaptación: para buena parte del votante periférico francés, preocupado por su fin de mes y sus raíces -familiares, locales, regionales o nacionales-, Le Pen representa el apego a los valores tradicionales: es una opción reactivo-defensiva que no tiene todo que ver con los niveles de renta sino también con sensaciones del ámbito cultural: Le Pen es el refugio de inseguridades, miedos y frustraciones provocadas por la pérdida de referencias. Una parte de la sociedad no asume ni procesa los cambios culturales a la velocidad que otra parte quiere imponerlos, desnaturalizándolos.

En esta tesitura de emergencia se recurre a la presunta certeza de lo común y corriente. Los seguidores de Le Pen no son sólo perdedores de la globalización en términos económicos y de ingresos; están confusos, desorientados, angustiados... recelan de un entorno que los supera. La brecha social en Francia existe, pero anteponerla es un enfoque interesado que parece destinado a sustituir a Le Pen por Mélenchon, otro artefacto populista con el que la izquierda gourmet, urbana y acomodada tranquiliza su conciencia y muestra su indignación sin apagar los focos de la angustia.

En 2016, Macron reconoció que las primarias eran una "máquina de picar carne". Así que en lugar de competir por el liderazgo del PSF, decidió hacerlo directamente por la Presidencia de la República y montó, con sus iniciales -EM-, su propia plataforma. Los liderazgos son decisivos: Macron representa la gran coalición posible en un modelo presidencialista. Es la síntesis y bastión de nuestro tiempo raudo.

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