«¿Hasta cuándo vamos a tener metido aquí al delincuente de Zapatero? ¿Hasta cuándo nos va a estar jodiendo? Él no está pasando hambre ni necesidad. ¡¡Alcahuete!!». Una vecina de un humilde barrio de Chacao se dirigía furiosa a un reportero que filmaba la precipitada salida, entre botellazos, de la comitiva del expresidente español, que acababa de visitar un colegio electoral en calidad de avalista del régimen.
El hartazgo de los venezolanos tras 25 años de pobreza, represión y corrupción es inocultable. El chavismo ha destruido el país y ha puesto en fuga a ocho millones de personas. El tándem opositor Edmundo González-María Corina Machado gana de calle en todas las encuestas serias. Una gesta heroica, en medio de inhabilitaciones y restricciones de movimiento, con el equipo de campaña encarcelado o refugiado en embajadas, la prensa acosada, 37 disidentes detenidos y otro asesinado en Chile por la inteligencia venezolana.
Maduro está cada vez más solo. Sus aliados marcan distancias. El brasileño Lula, el chileno Boric y el colombiano Petro han mostrado su preocupación por las trabas a la oposición y se han negado a mandar delegaciones de observación. ¡Hasta el argentino Alberto Fernández ha sido «desinvitado» por pedir respeto al resultado de las urnas!
En su desesperación, el régimen ha impedido el voto de la diáspora (solo el 1,5% pudo acreditarse) y la llegada de misiones de la Unión Europea y la OEA. Además, ha vetado y expulsado a los observadores convocados por la oposición, desde expresidentes latinoamericanos a la ex alcaldesa de izquierda de Bogotá, parlamentarios españoles del PP o senadores chilenos (por cierto, Chile protestó y España ha guardado silencio).
Pero a Maduro siempre le quedará el ilustre alcahuete, mano a mano con Timochenko, ex líder de la narcoguerrilla de las FARC, y enviados de Putin, Xi Jingpin y Cuba. Ah, y Juan Carlos Monedero, al que hemos visto en un mitin bailoteando como un bufón patético y jaleando los exabruptos del «presidente del pueblo».
El aislamiento del régimen y la catadura de sus avalistas resaltan todavía más la miseria moral de Zapatero y del sanchismo, que necesitan que Maduro siga en el poder. No vaya a ser que un cambio de Gobierno en Caracas saque a la luz los detalles de la tupida red de corrupción tejida con el chavismo a base de mordidas, fragatas, maletas y blanqueo.