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Sujétame el vermú

Rebelión cívica en Venezuela

La líder opositora María Corina Machado sostiene una bandera nacional durante una manifestación.
La líder opositora María Corina Machado sostiene una bandera nacional durante una manifestación.Matias DelacroixAP
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El vídeo está en redes sociales y es impactante. Una banda de policías armados irrumpe en una vivienda humilde de Caracas para secuestrar a un joven que se ha manifestado contra el fraude electoral de Nicolás Maduro. Las hermanas se encaran con los uniformados. La madre, asustada, intenta callarlas. «¡No, mami, ya está bueno del abuso, no hay que tenerles miedo!».

La valentía de María Corina Machado se replica hoy en cada hogar venezolano. Maduro se jacta de que ya tiene «2.000 presos y no va a haber perdón». La sangre, como anunció el dictador, ha empezado a correr. Una veintena de jóvenes han sido asesinados. Pero la movilización no cesa.

Los venezolanos han respondido masivamente al coraje de Machado y Edmundo González, que con gran inteligencia política los animaron a adueñarse de su destino y organizaron, como contaba Daniel Lozano en estas páginas, un auténtico ejército ciudadano para vigilar el proceso electoral. Tragándose el miedo, millones de personas se volcaron en las urnas el 28 de julio, estuvieron a pie firme en las mesas y lograron reunir casi el 80% de las actas, que la oposición se ha apresurado a publicar.

La estrategia ha permitido certificar la abrumadora victoria de González (70% de los sufragios), abortar el fraude del Gobierno y devolver la autoestima a la población. Frente a las armas, los venezolanos esgrimen su voto en una rebelión cívica conmovedora. La defensa de ese voto es la defensa de su dignidad, el derecho a ser ciudadanos libres, no parias baqueteados por un régimen ominoso.

Esta impresionante movilización cívica merece el apoyo internacional. La rápida reacción de la OEA, Estados Unidos y algunos mandatarios del continente contrasta con la sordina de la ONU y de nuestros inefables representantes de la Unión Europea. Josep Borrell nos deleita en Twitter con sus viajes a Kazajistán y Vietnam, pero al menos ha pedido el fin de la represión. Y en un alarde de audacia, siete países europeos, entre ellos España, instan por enésima vez a Maduro a que muestre las actas. Menos da una piedra: el comunista Enrique Santiago, mano derecha de Yolanda Díaz, opina que exigir actas es cosa de la ultraderecha, aunque lo haya hecho la mayoría de la izquierda latinoamericana, de Boric a Petro. Santiago integra, con Irene Montero, Ione Belarra y Rodríguez Zapatero, ese pelotón ignominioso que, una vez más, ha quedado en evidencia.