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Las oscuras noches del Donbás entre ratones

Libros como 'Vivir la guerra', de Alberto Rojas, son necesarios para comprender la quiebra moral que se produjo en Europa tras la invasión rusa de Ucrania

El autor, en el centro, junto a los soldados de la 80º Brigada, en le frente.
El autor, en el centro, junto a los soldados de la 80º Brigada, en le frente.
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Nadie podrá decir que no supo de la quiebra moral que se produjo en Europa tras la invasión rusa de Ucrania. Se conocen decenas de fosas comunes, hemos visto los cadáveres maniatados con un disparo en el cráneo, a los francotiradores en Mariúpol asesinando selectivamente a civiles, a miles de familias alejándose de sus casas... Pero además, corresponsales como Alberto Rojas nos han contado lo que no son capaces de transmitirnos las imágenes: las largas y oscuras noches de insomnio y miedo escuchando caer los misiles en algún lugar del frente, la invasión de ratones por todo el territorio que, buscando el calor, se cuelan bajo las mantas; también, cómo el penetrante olor de los muertos atrapado en algún lugar del cerebro vuelve irremediablemente en el momento menos esperado: "Lo llevamos encima como la radiación de Chernóbil y el polvo del Donbás en verano", ha escrito Rojas en Vivir la guerra (Ediciones B), un libro en el que se ha propuesto no contar la historia de la invasión, algo que lleva haciendo dos años y medio en sus crónicas publicadas en este periódico, sino la "experiencia de la guerra misma:la parte anecdótica y, sobre todo, la emocional". Y su aroma: un penetrante hedor "a goma quemada, carne podrida y metal derretido".

"Lo ideal, como cristianos", explica Andrii, un sacerdote de Bucha, "sería poder perdonarles, pero siendo sincero, aquí no estamos preparados"

En Bucha conversó con Andrii, el sacerdote que tuvo que enterrar a cientos de civiles en las inmediaciones de su iglesia. Sin soltar la cruz que lleva colgada al cuello mientras conversa con el periodista, Andrii le confiesa el hondo abatimiento de un religioso al límite de sus propias convicciones. "¿Puede perdonar a los militares rusos?", pregunta Rojas. E imaginamos al sacerdote en silencio y con la mirada perdida antes de responder: "Lo ideal, como cristianos, sería poder perdonarles, pero siendo sincero, aquí no estamos preparados", dice. Y se explica: "Decir que perdonas a alguien no es difícil, lo difícil es hacerlo de verdad, de corazón. Y eso aún no podemos hacerlo". Es probable que deban pasar varias generaciones para que eso ocurra. O quizá no llegue nunca el día en que los ucranianos dejen de ver a los rusos como orcos y estos no los vean como animales que no merecen consideración alguna. Aunque militarmente Putin pueda conquistar Ucrania, explica Rojas al final de su obra, "¿qué clase de ocupación llevaría a cabo Rusia en un país donde todo el mundo los odia? ¿Cuántos soldados necesitaría para someter a una población que no permite ser subyugada?".

Vivir la guerra. La guerra de Ucrania desde las trincheras

Ediciones B. 240 páginas. 21 euros. Ebook: 9,99 euros. Puedes comprarlo aquí.

Pero de esa quiebra moral somos todos en parte responsables. En primer lugar, por haber tolerado que Putin impusiera en su país una autocracia implacable, ante la cual la UE cerró los ojos por el gas barato que venía de Moscú. Luego, con el silencio ante la anexión de Crimea en 2014. Ahora por el miedo a las incontrolables amenazas nucleares del déspota. La intención real de los países occidentales entre los que se encuentra España, concluye Rojas en su imprescindible libro, "fue siempre desgastar a Rusia e impedir que ganara la guerra, pero no que la perdiera".