Saltándose una vez más los usos y la cortesía, Pedro Sánchez quiso adelantarse al mensaje navideño del Rey con su comparecencia del lunes. Ignoro los motivos, pero ha salido mal parado. Debería haber dejado pasar más días para que las comparaciones fueran menos odiosas. Hacerlo, no sé, el 28 de diciembre, por ejemplo, como corresponde a una broma demal gusto.
Nada como confrontar los discursos de fin de año para constatar el abismo que los separa. El día y la noche. Batman y Jocker. El ademán tranquilo y la bonhomía del Rey frente a la mandíbula rígida, la sonrisa gélida, la afectación ortopédica de Sánchez. La mirada opaca yhuidiza del presidente frente a la mirada serena de Felipe VI, esta vez velada por una sombra de preocupación. Porque su mensaje, en esencia, fue un tirón de orejas a los responsables políticos, cuya «contienda atronadora» sepulta al ciudadano y al bien común.
Si la comparecencia de Sánchez, que denominó con sarcasmo «rendición de cuentas», fue un recital de triunfalismo impostado, en el que no faltaron las mentiras, las tergiversaciones y el victimismo marca de la casa, el Rey hizo un diagnóstico realista y mesurado de los problemas de España, en un discurso solvente y sin concesiones a la demagogia.
El eje del discurso de Felipe VI fueron las víctimas de la dana, y no solo porque, al contrario que el presidente, los Reyes sí han conocido de cerca el sufrimiento, sino porque además esa tragedia es la metáfora de lo que funciona mal en España, empezando por la descoordinación, la ineficacia y el egoísmo cortoplacista de los responsables políticos.El Rey reivindicó el interés público por encima de las divergencias, y la Constitución como gran pacto de concordia. Alertó del peligro que entrañan el deterioro de la convivencia, las políticas disolventes que niegan «la existencia de un espacio compartido» y los discursos que cuestionan la validez de la democracia liberal. Sánchez asegura que todo va de fábula, que lo único malo en España es la oposición y la fachosfera. Y que él seguirá hasta 2027, obediente a sus socios y blanqueando malhechores, sea «su» fiscal general o el prófugo Puigdemont, porque hay que dejar de mirar atrás, dice, quien acaba de decretar 2025 Año de Franco Redivivo. En suma, el presidente nos trató como descerebrados. El Rey, como adultos responsables.