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El melodrama de Jenni y Rubiales

Que toda la maquinaria judicial y mediática esté pendiente de si un beso fue o no robado es síntoma de que algo no va bien en nuestro Estado de derecho

Jenni Hermoso, durante un momento del juicio.
Jenni Hermoso, durante un momento del juicio.Chema MoyaEFE
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Utiliza en su último libro Pilar Carrera el mito de Antígona para analizar la interacción entre los discursos mediáticos (que ahora son ya casi exclusivamente audiovisuales) y la política, la cultura e incluso el ámbito de lo doméstico y lo íntimo. La conclusión que recoge la catedrática de la Carlos III en 'La comunicación en el diván' (Cátedra) es taxativa: "Antígona encarna una noción de espectáculo diametralmente opuesta a la lógica enunciativa de los mass media". Y dado que internet, explica, es uno de los "sistemas de mediación más segregacionistas", la hija-hermana de Edipo sería convertida hoy en una "activista", una "especie de ácrata", o en "víctima del patriarcado". Recurre para aclararlo a la diferencia que establece Albert Camus entre tragedia y melodrama. Está muy bien traída. "La tragedia es ambigua, el drama simplista. En la primera, cada fuerza es al mismo tiempo buena y mala. En el segundo una de las fuerzas es el bien y otra el mal (...) La fuerza del melodrama sería: 'Uno sólo es justo y justificable' y la fórmula trágica por excelencia: 'Todos son justificables. Nadie es justo'". Y concluye Carrera: "Es obvio que la lógica de los mass media y su producción es la del melodrama maniqueo y simplón".

El libro de Carrera nos es muy útil para entender algunas claves comunicativas (y a la vez forjadoras de subjetividad) del espectáculo del momento, esto es, el juicio retransmitido en directo sobre si un superior agredió sexualmente (el abuso ha desaparecido del Código Penal español) a una subordinada. Toda la maquinaria judicial del país y cientos de medios nacionales y extranjeros dedicados a saber si un beso fue robado o no. Ahí es nada. Puede parecer inocuo, un espectáculo mediático más, se podría decir, en el que, por cierto, como en todo buen melodrama existe un amplio consenso entre los espectadores sobre quién debe ganar el pleito. Pero, más allá de eso, estamos ante el síntoma de cómo las instituciones españolas han sido intoxicadas con la perniciosa ideología de género introducida por el Gobierno de coalición progresista, una auténtica revolución en el sistema de valores que ha colocado en el centro del debate político la defensa de la mujer, como si fuese el español un régimen islamista, donde la mitad de la población está opacada, y no un Estado de derecho donde hombres y mujeres son igualmente ciudadanos y tienen exactamente los mismos derechos.

Según el nuevo Código Penal, toda relación en la que expresamente no se dé un consentimiento por parte de la mujer puede ser un posible delito de agresión

Ya ha explicado Enrique Gimbernat cómo, con el nuevo artículo 178.1 del Código Penal en la mano, toda aquella relación sexual en la que no haya constancia de un consentimiento expreso puede ser considerada agresión. E insisto, no abuso. "Sólo se entenderá que hay consentimiento", dice la ley, "cuando se haya manifestado libremente mediante actos que, en atención a las circunstancias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona".

Las mujeres saudíes, sometidas a la sharia y cuyo régimen wahabista hizo lucrativos negocios con Rubiales, deben de estar atónitas. Pero nada preocupan ahora esas mujeres. Y la Justicia va lenta para aclarar si hubo comisiones ilegales. Fútbol es fútbol.